Las frutas: una alimentación natural. Año 3. Número 7

Érika Aydeé Hernández Jiménez.
Universidad ETAC, Coacalco.
Docente de Comunicación y Literatura.

RESUMEN
El presente artículo tiene como propósito la reflexión documentada acerca de un tipo de alimentación natural que en pleno siglo XXI está modificando la forma de comer principalmente de jóvenes y adultos conscientes y autónomos con necesidades de salud integrales. Se trata de una alimentación ‘originaria’ debido a que no se trata de algo nuevo sino de un regreso a una vida saludable y armoniosa con el medio ambiente. El planteamiento guía de este artículo consiste en describir la dieta frugívora, identificar sus características y evidenciar potenciales riesgos de no ser planeada y equilibrada, principalmente para considerarla como una tendencia de alimentación en la vasta oferta gastronómica global.

PALABRAS CLAVE: Frutas, alimentación, frugívora, natural, cruda.

INTRODUCCIÓN
El ser humano puede ingerir a modo de alimento casi cualquier cosa, desde secreciones mamarias (leche) hasta cristales minerales (sal común), pasando por frutos, flores, semillas, tallos, hojas, raíces, algas, hongos, huevos de peces o de aves, y cuerpos muertos de diversos animales.
Todos estos productos más o menos procesados, dan lugar a los miles de alimentos diferentes que se expenden en el comercio.
El hecho de que podamos comer toda esa variedad de alimentos, ¿significa que son todos ellos igualmente aptos para el consumo humano? (Pamplona Roger, 2014).

La reflexión inicial de este artículo puede resultar sugerente, incitante: molesta, incluso. Sin embargo, la finalidad es la de entender por qué un tipo de alimentación tan natural, de antaño y sana (con todo y los potenciales riesgos que habrá que evidenciar), puede resultar una forma de alimentarse en el siglo XXI, que impacte positivamente y contrarreste la ingesta excesiva y común de alimentos procesados o de comida rápida que ha colocado a las recientes generaciones de seres humanos en una posición de riesgo alimentario.

La reflexión es: si los monos se alimentan principalmente de frutas, semillas, flores, raíces, y los humanos estamos vinculados con ellos sobre cualquier otra especie animal. ¿De cuándo a la fecha consideramos que una alimentación diferente a la natural sería más armoniosa para nuestros cuerpos y para el planeta? Se asume que esta reflexión es esencialmente crítica pero plantea dos principios del que parten muchos frugívoros, ovo-lacto-vegetarianos, vegetarianos, higienistas, entre otros grupos que optan por una dieta reducida o limitada totalmente de productos de origen animal.

El primero de estos principios es que los animales son seres vivos y merecen ser respetados en su condición de vida, al igual que los seres humanos. El segundo principio recae en el cuidado y equilibro del planeta: no sólo parece haber sobreproducción de alimentos cárnicos sino que esta condición propicia un excesivo uso de tierras y alimentos vegetales para que consuman esos animales cuando los seres humanos podrían aprovecharlos sin sobreexplotar el sistema y el planeta. Como ya evidencia Pamplona Roger (2014) en la cita inicial, los seres humanos comen cuerpos de animales muertos y productos muy procesados (no naturales), pero, ¿estamos realmente preparados biológicamente para ese tipo de consumos alimentarios, o una dieta más natural podría beneficiarnos un poco más?

Cabe señalar que a pesar de ser la dieta frugívora muy consumida en los últimos años, es importante considerar que existen ciertos riesgos de desequilibrio alimenticio que no son el objeto de este artículo, razón por la que sólo serán mencionados pero no serán ni cuestionados, analizados u objeto de propuestas para solucionarlos, esa temática deberá considerarse en un espacio analítico diferente de este trabajo. Quizá, incluso, debería considerarse en otros trabajos lo que ocurre con el páncreas y su constante trabajo en las personas que consumen sólo frutas, ya que el nivel de glucosa en el cuerpo debe ser regulado por ese órgano vital.

Entonces, ¿hacia dónde la importancia de reconocer y considerar este tipo de alimentación, cuando el siglo XXI ofrece una oferta importante y vasta de ricas experiencias gastronómicas para elegir? La respuesta a este cuestionamiento deriva de los evidentes excesos alimenticios a los que está acostumbrada la civilización. Cuando antes no había productos procesados se optaba, obviamente, por la alimentación más natural. Cuando no se impulsaba el consumo de proteínas animales bastaban frutas, granos, verduras, legumbres, raíces. Actualmente la humanidad está lejos de esta alimentación natural y manifiesta una serie de problemas cardiovasculares, cancerosos, de obesidad que no son el resultado más que de la mala selección alimentaria.

Lo anterior no quiere decir que no se debe optar, de vez en cuando, por celebrar en un gran restaurante gourmet y comer cecina de salmón o huachinango con una costra de chorizo acompañado por ratatouille y como postre tiramisú de calabaza en tacha (recetas de Casa Virginia, de Mónica Patiño). Pero seleccionar comidas y cenas como las descritas, constantemente, ya sea todos los días o varias veces por semana, si no se es un aficionado al deporte o se realizan suficientes actividades físicas, el resultado puede acarrear considerables afecciones a la salud de los comensales.

Este siglo ya ofrece una cantidad de información y opciones para seleccionar las mejores si queremos tener una vida plena y disfrutable, de ahí el plantear qué es la alimentación frugívora y qué implica como alimentación natural.

¿Qué es la dieta frugívora?
Frugívoro es quien consume una “(…) dieta que se basa en el consumo de frutas y semillas, ajo, limón y cebolla, asumiendo que en las primeras etapas de la vida, los hombres consumían solamente frutas, y no hacían uso de vegetales u otro tipo de alimentos” (Cayllante Cayllagua, 2014). Lo que implica que los frugívoros basan su plan de alimentación en ‘volver a la esencia de la naturaleza humana’. Y esta esencia implica una alimentación más sencilla y armoniosa con el cuerpo y el planeta.

En un planteamiento semejante al de la alimentación frugívora, la Higiene Natural, se encuentra la idea de Fry (1986) acerca de que los seres humanos son biológicamente frugívoros, estética y constitucionalmente adaptados para el consumo de una dieta basada principalmente en “(…) frutas y, en segundo lugar, de verduras, frutos secos y semillas en combinaciones digestivas compatibles en su estado natural, frescos y crudos”. Esta idea de Fry es totalmente coherente con la alimentación frugívora. “Nuestro organismo es del tipo humano, y como tal es frutívoro [frugívoro]. (…) ocurre con las clases abejas, que sin importar las variaciones, se alimentan en la naturaleza de néctar y polen. Nuestras preferencias gustativas primitivas se encontraban en armonía con nuestra dieta instintiva, por lo que nos alimentábamos por lo general de frutas dulces” (Fry, 1986).

De acuerdo con el planteamiento higiénico de Fry, parecen ser las frutas el origen alimentario natural de la humanidad; hoy este planteamiento ha derivado en la dieta frugívora. “La filosofía de Pitágoras sirvió de abono a Apolonio y a los esenios, una cultura ascética que basaba su dieta alimenticia en las verduras y en las frutas” (Fry, 1986).

DESARROLLO
Una alimentación más natural: gastronómicamente diversa y sana
Optar por una alimentación más sencilla y sana basada en frutas exclusivamente puede no ser tan visualmente revolucionario como la experiencia gourmet de cenar comida molecular, pero puede resultar más armoniosa para el organismo, hacia los animales y para el planeta.

Monge (2015) identifica una serie de etapas en la evolución de la dieta humana y que será pertinente visualizar para entender cómo han comido los seres humanos lo largo del tiempo para, así, considerar una probable nueva vía que ayude al organismo a aprovechar mejor los alimentos que un humano digiere con mayor facilidad.

Etapas de la evolución de la dieta humana
1. Dieta en general y principalmente omnívora, igualando a los ancestros primates.
2. Un cambio en el énfasis en ciertos alimentos, originado por la condición de nómadas a sedentarios de los antepasados homínidos en entornos nuevos hacia el principio de la historia de los seres humanos.
3. Un ajuste económico que expande las interacciones con alimentos de homínidos en nuevos contextos sociales y familiares. En esta etapa aumenta la preparación de alimentos, incluyendo la cocción y la integración de proteínas provenientes de fuentes animales.
4. Un cambio drástico en la producción de alimentos, se origina la agricultura y la domesticación de animales.
5. Una expansión de las economías globales, se producen y distribuyen alimentos geográficamente distantes hacia amplios mercados internacionales. Se genera una gama única de productos alimenticios, [como los gourmet] (Monge, 2015).

Estas etapas indicadas por Monge (2015) son evidencia de la transformación que la alimentación humana ha tenido desde el surgimiento de la especie. La evidencia sugiere que de una alimentación natural se pasó hacia la alimentación altamente procesada proveniente, incluso, de regiones distantes de la Tierra, algo impensable en los orígenes de la humanidad. Aunque estos cambios alimentarios no parecen ser, del todo, la mejor solución para una alimentación balanceada y conveniente de los seres humanos.

En los últimos años se está produciendo un número rápidamente creciente de descubrimientos científicos con los alimentos de origen vegetal. Se ha ido comprobando que en las frutas, cereales, legumbres y hortalizas existen, además de nutrientes como en cualquier otro alimento, dos tipos de compuestos que no se hallan en los alimentos de origen animal:
•    antioxidantes: minerales y vitaminas
•    elementos fitoquímicos: de acción curativa (Pamplona Roger, 2014).

Estos hallazgos deberían ser suficientemente motivadores para abrirse a la posibilidad de optar por una alimentación más equilibrada y menos excesiva como puede ocurrir con la actual. Evidentemente la alimentación frugívora puede ser una de diversas posibilidades, pues “(…) en el siglo XX debido a los múltiples descubrimientos sobre la importancia de las vitaminas y la fibra en la salud humana, surgió el consumo de frutas y verduras como parte indispensable dentro de la campaña de educación a la población en materia de nutrición (…)” (Serralde Zúñiga, Pasquetti Ceccatell y Meléndez Mier, 2005); criterio que dada la oferta culinaria contemporánea se ha dejado de lado por ‘vivir la experiencia gourmet’, sin considerar los riesgos a largo plazo no sólo para la vida humana sino para el planeta.

No se considera llegar a los excesos que, por ejemplo, los ortoréxicos realizan, ya que ellos excluyen de su alimentación todo lo ‘impuro’: que contenga sustancias artificiales, pesticidas o herbicidas; pero también muestran gran preocupación por el exceso de materiales y técnicas para preparar los alimentos (lo que iría totalmente en contra de la elaborada gastronomía actual en muchas regiones del mundo). “Estas personas llevan a cabo una dieta estricta a veces con una falta de nutrientes esenciales, pueden ser vegetarianos, frugívoros (personas que se alimentan parcial o exclusivamente de frutas) o crudívoros (comedores de alimentos crudos)” (García, Ramírez, Ceballos y Méndez, 2014). Aunque cabe señalar que para quienes optan por estas últimas opciones alimentarias y lo hacen de manera informada, existen condiciones que permiten completar la alimentación, como ocurre con la carencia de vitamina B12, por ejemplo (tema que no será abordado en este artículo).

Una alimentación adecuada debe permitir un óptimo crecimiento y desarrollo durante la infancia, el mantenimiento de la salud, la actividad en la edad adulta y la supervivencia y el confort en la vejez. La elección de los alimentos se convierte, en la práctica cotidiana, en el acto de comer. Este acto voluntario de ingerir alimentos y combinarlos en los diferentes platos y tomas que realizamos a lo largo del día obedece a las normas que las distintas civilizaciones y culturas han ido generando a lo largo de la historia y configuran el patrón alimentario de los distintos grupos de individuos que conforman la sociedad actual. (…) podemos decir que comer es, para los humanos, algo más que alimentarse. En este contexto se describe, hoy en día, la alimentación saludable y que responde al amplio criterio de ser suficiente, equilibrada, variada y adaptada (Farran, Illan y Padró, 2015).

Una alimentación no tradicional: la dieta frugívora
Actualmente las personas adoptan formas diversas de alimentación diferentes a la omnívora. Suelen motivarse por cuestiones económicas, sociales, religiosas, espirituales, éticas, filosóficas o por salud. A lo largo de la historia, ya sea por una cuestión ética e incluso filosófica, una serie de defensores de la alimentación saludable, como la vegetariana, han poblado la Tierra, entre ellos “Pitágoras, Homero, Séneca, Diógenes, Leonardo da Vinci, Gandhi, Tolstoy, Newton y Victor Hugo” (Farran, Illan y Padró, 2015).

En la actualidad se ha optado por la dieta frugívora como una posibilidad alimentaria en beneficio de la salud, buscando un mejor equilibrio entre aquello que de origen consumían los primeros seres humanos y el ser humano actual. No debemos olvidar que el cuerpo humano está acostumbrado a cierto tipo de procesos de origen y los cambios actuales lo mantienen trabajando de forma poco armoniosa e incluso excesiva para usar los nutrientes provenientes de productos muy procesados, algo que no ocurría con una dieta natural. De ahí la tendencia a consumir frutas para vincularse con la naturaleza de forma más directa mientras se apoya el cuidado del planeta.

La dieta frugívora opta por los siguientes alimentos: frutas, verduras que son botánicamente una fruta (tomate, berenjena, pimiento, calabaza), frutos secos y semillas.

Los alimentos no consumidos de forma estricta por los seguidores de la alimentación frugívora son: carnes, pescado, lácteos, huevos, legumbres y la mayoría de los cereales.

Cabe destacar que los especialistas (Fry, 1986) que han observado por mucho tiempo el rendimiento y la calidad de nutrición de los frugívoros (Varea González, 2012; Farran, Illan y Padró, 2015) la recomiendan pero no para niños o mujeres durante el embarazo. Aunque sí asumen una postura a favor de esta alimentación natural ya que es más armoniosa con lo que el ser humano fue desde su origen. Ya que

(…) somos humanos porque hemos radicalizado los rasgos distintivos de un orden “muy peculiar de mamíferos” (Shea 2007). “Los primates pertenecemos a un linaje constituido originalmente por mamíferos de muy pequeño tamaño corporal, que ocuparon el nicho denominado “de ramas terminales”. Insectívoros en sus orígenes, la adopción de una dieta frugívora, que requiere de agudeza visual y memoria, impulsó la coevolución de su especialización visual (incluida la recuperación de la percepción de los colores) y de una temprana cerebralización, bien acreditada por el registro fósil” (Varea González, 2012).

Por lo anterior parece evidente que la alimentación natural, particularmente la frugívora de los primeros seres humanos no sólo era más adecuada para el organismo sino que además lo ayudó a evolucionar mejorando funciones de orden motor y de memoria. Con esta evidencia es más que claro que alimentarse de frutas no resulta un planteamiento tan radical si nos remontamos al origen de la humanidad.

La recomendación hacia la dieta frugívora tiene que ver principalmente con el hecho de que los alimentos crudos y naturales resultan más fáciles de procesar y aprovechar por el organismo frente a los que han pasado por algún tipo de cocción o procesamiento. Por lo tanto no está demás optar por una alimentación crudívora (basada en alimentos no cocidos) como un vehículo a un mejor estado de salud.

Este tipo de alimentación sólo acepta alimentos crudos, aduciendo que las cocciones alteran el valor nutritivo de los alimentos. Va desde los frugívoros, que se alimentan sólo de frutos (fruta fresca y seca, aceitunas y frutos grasos), hasta los que amplían su ingesta con hortalizas frutales (tomate, pepino…). Algunos admiten cereales y legumbres (remojados o/y germinados para mejorar parcialmente su digestión), en algunos casos, también incluyen alimentos crudos de origen animal como leche, carne o pescado, y el pan como excepción de alimento cocido (Farran, Illan y Padró, 2015).

Cabe, finalmente, evidenciar que sí existen algunos riesgos que pueden paliarse con la información y la solución pertinentes si se optara por una alimentación más natural como la de la dieta frugívora, dado que “El riesgo de desequilibrios y déficits nutritivos aumenta con el progreso de las restricciones” (Farran, Illan y Padró, 2015). Ya que la alimentación natural restringe, de principio, todos los alimentos que se cuecen, los de origen animal y toda la variedad de productos procesados, en el caso de la dieta frugívora quedan descartadas también las verduras y las legumbres, es vital saber que estas altas restricciones generan déficits en los siguientes elementos:

El hierro es uno de los minerales con notables ausencias en las dietas frugívoras ya que este mineral se obtiene principalmente de alimentos como los cereales, las verduras, las legumbres y los frutos secos. Por lo tanto se recomienda consumir frutos secos aunque cabe aclarar que la absorción del mineral es menos eficiente cuando es de origen vegetal que si lo es de origen animal. Consumir frutos secos acompañados de la vitamina C de los cítricos (como las naranjas, el kiwi, el limón, las fresas, la papaya, el mango, el tomate o los pimientos) puede ser una buena opción para mejorar el proceso de absorción mineral.

También hay una deficiencia en las proteínas de alto valor para el cuerpo humano, los ácidos grasos omega-3 de cadena larga (ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), el riesgo aquí es si no se realiza una adecuada mezcla de frutas y frutos secos al alimentarse ya que por ejemplo, los tomates son una excelente fuente de proteínas vegetales.

Por último, alertar acerca del déficit de vitamina B12 que puede provocar anemia pues esta vitamina es generadora de glóbulos rojos y se obtiene primordialmente de vísceras, carnes, huevos, lácteos, sardinas, atún y almejas, que en el caso de quienes optaran por una alimentación frugívora tendrían que consumir buenas cantidades de algas como la espirulina, pues alimentos vegetales como la levadura de cerveza, los hogos, el germen de trigo, la soja y los cereales enriquecidos que la contienen no son consumidos por los frugívoros. También se recomienda optar por suplementos vitamínicos médicos para mejorar el equilibrio de este elemento en el cuerpo.

CONCLUSIONES
La alimentación natural basada en frutas exclusivamente no sólo lleva a los seres humanos a un tipo de alimentación primigenia sino que ayuda a regresar a un estado “natural” al organismo que no fue creado para comer alimentos altamente procesados, con conservadores o provenientes de la carne muerta de otros animales. Por ello es importante conocer que existe un tipo de alimentación que resulta benéfica y casi completa que incluso parece prevenir y paliar ciertos males comunes en el siglo XXI.

Aún es radical pensar en los seres humanos optando por una dieta basada en frutas, pero sí es una propuesta armoniosa con el medio ambiente, el cuerpo humano y el planeta en general para mejorar el estilo de vida actual de la humanidad. No se trata sólo de eliminar la gastronomía elaborada, gourmet, innovadora y muy atractiva visualmente, propias del siglo XXI. Se trata de evaluar con qué tipos de alimentos es más eficiente el cuerpo humano optando, quizá, por pequeños lujos gastronómicos de vez en cuando, todo a favor de una vida más longeva y plena del planeta y del hombre.

Con el riesgo de ser utópicos al proponer este estilo de alimentación, es importante considerar que existe evidencia científica, que no fue objeto de este artículo y que puede serlo de futuros trabajos de investigación, de que la alimentación natural mejora considerablemente la salud y sana ciertas enfermedades en quienes optan por este tipo de dieta.

No todo está dicho, pero si se pretende que los seres humanos como especie vivan en este planeta durante muchas generaciones más, será necesario recurrir a un cambio de consciencia alimentaria pues la alimentación actual, a pesar de lo gourmet, sofisticada, innovadora, no está beneficiando los hábitos extremos de los seres humanos que actualmente pueblan el planeta. Por lo tanto, la alimentación frugívora es una interesante opción.

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