Observando el cielo en invierno. Segunda parte.

En esta nota continuaremos con el tránsito por el cielo invernal del hemisferio norte…

En el cielo existen zonas que nunca podremos ver si nos mantenemos en la misma región del planeta. Por lo cual ubicar algunas de las constelaciones clásicas del hemisferio sur estando en México, nos será imposible, como para los habitantes de Argentina será imposible ubicar algunas de las constelaciones más al norte de la bóveda celeste.

Existe de entrada, una zona de la bóveda celeste cuyas constelaciones no sólo son visibles desde cualquier latitud, sino además son de las constelaciones más conocidas: las constelaciones zodiacales, las cuales forman el camino imaginario que recorre el Sol durante un año, denominado eclíptica.

Al norte de la eclíptica se encuentran 29 constelaciones boreales, siendo de las más conocidas la Osa Mayor, la Osa Menor, Casiopea, Auriga y Pegaso. Al sur de esta misma línea imaginaria existen 47 constelaciones australes, de ellas las más conocidas son: Centauro, la Cruz del Sur, el Octante y Orión.

En la antigüedad, dentro de cada constelación las estrellas se designaban, por el lugar que ocupaban en la figura de la constelación, según la imaginación de las diferentes civilizaciones. Por ejemplo, el ojo del toro, Aldebarán, que se encuentra en la constelación zodiacal del toro. O, el corazón del escorpión, Antares, una estrella gigante roja, la más brillante de dicha constelación.

También les dieron nombres propios, como a Sirio, el brillante, la cual es de hecho la estrella más brillante del firmamento, obviamente después del Sol. Sin embargo, los más pródigos en dar nombres a las estrellas fueron los árabes y a ellos se deben: Aldebarán, que significa El Perseguidor y es la estrella más brillante de la constelación del Toro; Algol que significa Estrella del demonio y es la segunda estrella más brillante dentro de la constelación de Perseo; Mirzam cuyo nombre significa El Heraldo y es la segunda estrella más brillante del Can Mayor, o, Deneb, la estrella más brillante de la constelación del Cisne, cuyo nombre significa “Cola”.

Aunque haya perdurado hasta los tiempos actuales, la división del cielo en constelaciones es totalmente arbitraria. Las estrellas que forman parte de una misma constelación se hallan a muy diferentes distancias de nosotros. Además, no son cuerpos fijos en el espacio, sino que, tomando el Sol como punto de referencia, cada uno de ellos se desplaza a velocidades y direcciones propias.

Debido a la inmensidad del cielo y el universo mismo, es que dentro de una pequeña región del firmamento podemos encontrar una amplia variedad de objetos celestes tan diversos y peculiares, que hacer un recuento por épocas del año resulta un trabajo muy interesante. Y como aún es invierno, aprovechen la posibilidad de salir de la ciudad y observar el firmamento. Que lo disfruten.

 

Por Érika Hernández Jiménez.

Aliat Universidades.

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