Las ofrendas, una tradición mexicana

“EL SOLITARIO mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos. Somos un pueblo ritual. Y esta tendencia beneficia a nuestra imaginación tanto como a nuestra sensibilidad, siempre afinadas y despiertas. El arte de la Fiesta, envilecido en casi todas partes, se conserva intacto entre nosotros. En pocos lugares del mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México, con sus colores violentos, agrios y puros, sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos que se venden esos días en plazas y mercados.” (Paz 2000)

La idea de la ofrenda es dar, ceder parte de las posesiones, alimentos, incluso hacer sacrificios, por amor o gratitud hacia personas o deidades. México no es la excepción. En nuestro país y a un par de días de la celebración a los muertos, miles de personas organizan altares coloridos, festivos, variopintos, adornados y vestidos de los más antiguos, clásicos, irreverentes o modernos estilos. Pero siempre son la muerte y los difuntos los protagonistas de estos espacios tan mexicanos.

Una celebración tan antigua que data de hace tres milenios, mayas, purépechas, totonacas y demás civilizaciones ya conmemoraban a sus ancestros con ofrendas que durante la época colonial tuvieron que fusionarse con rituales religiosos (como la celebración de Todos los Santos) debido al fuerte arraigo entre las comunidades indígenas. Ya Octavio Paz en el capítulo tres de El laberinto de la soledad nos adentra en algunos detalles que son tan nuestros, a pesar de no ser el único país de Latinoamérica en celebrar este día. Y de tanta importancia es, que la Unesco durante 2003 proclama las fiestas indígenas dedicadas a los muertos como parte de la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad que inscribe en 2008.

Los componentes que adornan los altares son las flores de cempasúchil, el papel picado, imágenes de calaveras, incluidas calaveritas de azúcar o chocolate, además de platillos y bebidas favoritos de los difuntos honrados en las ofrendas. También las fotografías de los muertos, los juguetes preferidos o algún objeto que recuerde a quienes se han ido. El olor a copal o incienso, las veladoras, el pan de muerto. En las casas, las plazas, los recintos públicos, las escuelas, las Universidades, los mexicanos procuran una de sus tradiciones más entrañables.

La música, el color, el llanto, los fuegos artificiales, las risas. La muerte y la vida unidas para recordar a quienes se adelantan en el camino y en algún momento hemos de alcanzar.

Referencia:
Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. 3ª ed., México, D. F., F.C.E., 2000, 351 págs.

Referencia de la imagen:
https://www.google.com/url?sa=i&url=https%3A%2F%2Fcommons.wikimedia.org%2Fwiki%2FFile%3AALTAR_DEL_D%25C3%258DA_DE_MUERTOS.jpg&psig=AOvVaw0t5QZtCQb1sraOltdDsOc7&ust=1668563880108000&source=images&cd=vfe&ved=0CA0QjRxqFwoTCIiR64CLr_sCFQAAAAAdAAAAABAD

Las ofrendas, una tradición mexicana

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