Inicios del tatuaje contemporáneo en el Distrito Federal

El tatuaje contemporáneo en México comienza durante los años sesenta y setenta del siglo XX en la frontera norte del país, lugar de los mejores tatuadores, algunos provenientes de las prisiones. Por la cercanía con Estados Unidos tenían la facilidad de tener contacto con las técnicas de tatuar clásicas, la llamada old school (la vieja escuela, de los tatuajes hechos en Estados Unidos; técnica relacionada con rosas, pistolas, mujeres, calaveras. La influencia Chicana y su expresión en el tatuaje también es importante pues incorpora en sus diseños a la Virgen de Guadalupe, rostros de niños, mujeres, una lágrima abajo del ojo, nombres, pavorreales, entre otros.

Poco a poco el tatuaje se fue expandiendo por el país, teniendo una ruta que comienza en Tijuana, para finalmente llegar al Distrito Federal (de manera un tanto clandestina). “La memoria social y colectiva en torno a la historia del tatuaje en México se localiza, ubica, desplaza y sigue más o menos la siguiente trayectoria: de Tijuana, Baja California, hacia Guadalajara, Jalisco, y de ahí al Distrito Federal” (Nateras, 2009, pág. 185). Para finales de la década de los setenta y principios de los ochenta, no había en México ni pintura ni máquinas para tatuar, es por ello que el tatuador se las ingeniaba para incorporar pigmentos hechos a base de diferentes materiales para realizar el tatuaje, en su mayoría aquellos diseños provocaban en la piel tonos entre verdes pálidos o azulados.

Para la década de los años ochenta, el sector juvenil de clase baja de la Ciudad de México usó al tatuaje para hacer una toma simbólica de sus cuerpos, se trataba de los movimientos juveniles, punks y chavos banda, donde usaron el espacio urbano como escenario para mostrar y desarrollar toda una estética que incluía al tatuaje, dando así la formación de un ambiente juvenil urbano con una singularidad en su construcción identitaria.

Posteriormente, la década de los noventa sería para el tatuaje un parteaguas, puesto que comenzó a consolidarse cada vez más en distintos terrenos, ahora se trataba de jóvenes de clase económica alta; un ejemplo de ello es el jugador de futbol mexicano Luis Hernández, quien en los partidos de la selección mexicana de 1995 mostraba el tatuaje del sol azteca que tenía en el brazo. El espacio urbano y televisivo también se volvió escenario para la representación de cuerpos tatuados.

Para el nuevo milenio, el tatuaje ya se encontraba en una población más extensa, la globalización cultural permitió que el tatuaje abarcara diversos tipos de población, dejó de utilizarse únicamente como símbolo de protesta y llegó a otros deseos; comenzó también como adorno corporal y como práctica cosmética, esta última muy famosa en países europeos y en Estados Unidos.

Actualmente, el tatuaje lo podemos encontrar tanto en tianguis como en locales establecidos, tal ha sido su trascendencia, que en marzo del año 2004 se inauguró el primer Museo del Tatuaje, ubicado en Av. Insurgentes 221 en la Colonia Roma, en el Distrito Federal.

Por Verónica Soledad Rodríguez Rivera.

Referencia:
Nateras, Dominguez  Alfredo. (2009). La significación de los cuerpos en jóvenes mexicano. México: Contracultura.

Referencia de imagen:
http://oncetv-ipn.net/itinerario/wp-content/uploads/2014/05/116.jpg

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