Trasfondos de la alimentación humana. Año 1. Número 1

Autora: Valentina Parra Ocampo

El siguiente artículo es una muestra de las reflexiones de la autora en torno a los significados implícitos que existen “más allá” de la alimentación, la comida y las dinámicas alrededor de la actividad oral de comer.

Usando como marco teórico el Psicoanálisis, la Terapia Gestalt y la Bioenergética, este trabajo busca generar una aportación al ámbito de los tratamientos nutricionales de control de peso, mientras se realiza un trabajo interdisciplinario entre la Psicología y la Nutrición.

PALABRAS CLAVE: Alimento, afecto, hambre, carácter.

INTRODUCCIÓN

En mis años de experiencia como Psicóloga, de manera inesperada, es decir, sin habérmelo propuesto de manera intencional o consciente, he coincidido en gran cantidad de ocasiones en situaciones humanas que albergan dinámicas alrededor de la alimentación, lo cual ha llamado mi atención, al ver como las personas suelen reaccionar ante una condición emocional en venganza, desquite y desahogo con la comida.

Las imágenes de mujeres curvilíneas y atractivas que hasta hace treinta años mostraban los medios de comunicación y la moda actual como culto a la delgadez que transmiten los mismos medios, han enviado un mensaje subliminal o muy evidente, acerca de la relación que debe imperar entre el ser humano y la comida. Aunque la alimentación no es el único factor que influye en las formas del cuerpo, puesto que también está el ejercicio o la actividad física; sí, son los hábitos alimenticios y la calidad de los alimentos los que de manera determinante influencian en el peso y la forma corporal.

Por otro lado, en mis diálogos informales con algunas nutriólogas, una de las cosas más frustrantes o difíciles de manejar dentro de su consulta es precisamente el tratamiento que realizan a personas que desean bajar de peso. Muchas veces los pacientes inician entusiasmados, disciplinados, conscientes y con el paso del tiempo renuncian, mostrando poca disposición a mantenerse en “sacrificio”. También hay casos en que algunos pacientes que terminaron el tratamiento de manera exitosa, regresan dos, cinco, o diez años después con el mismo o con un mayor sobrepeso del que tenían inicialmente.

Es importante tener en cuenta que en cuestiones de estética y salud hay personas que se enfrentan con una gran dificultad para aumentar de peso cuando lo requieren y por más que consumen alimentos con alto contenido calórico, si ganan algún kilo lo pierden con mucha facilidad.

DESARROLLO

Sintomatologías en relación con la comida
Como profesional de la salud he encontrado diferentes historias que de manera directa o indirecta implican la comida. Lo primero que viene a la mente cuando se habla de dificultad con la comida, son los trastornos de alimentación tales como la bulimia , la anorexia , la ortorexia  y/o la compulsividad  al comer. Estos trastornos son una reacción insana a la comida; sin embargo, no se necesita únicamente tener o ser diagnosticado con algún trastorno -que al extremo podría percibirse como un desequilibrio o perturbación con la comida-, para reaccionar de manera insana con los alimentos.

También existen algunas enfermedades crónicas que evidencian dificultades en relación con la alimentación. Algunos ejemplos son la diabetes, donde existe una relación directa especialmente con el azúcar/la glucosa; la insuficiencia renal, que requiere un manejo adecuado de la sal/el sodio; las enfermedades del sistema circulatorio, donde del manejo de las grasas es fundamental; la anemia, cuyo síntoma es la deficiencia de hierro (presente en frutos rojos, verduras de color verde y carnes rojas) y las enfermedades gástricas, presentes cuando hay una dificultad en el procesamiento de los alimentos consumidos, cuyo resultado es sentirse mal.

Un factor que puede deteriorar el organismo y provocar enfermedades, es la falta de buenos hábitos de alimentación. Así como los alimentos son fundamentales en el tratamiento de enfermedades y la recuperación, también lo son, siempre y cuando se consuman en proporciones, balance y calidad adecuados.

Lo que esconde el “menú”, el fondo del alimento
Una de las primeras cosas a tener en cuenta sobre la alimentación es que la comida y su necesaria actividad oral (la acción de comer, masticar, saborear, degustar), dentro de todo lo que implica la relación entre la boca y los alimentos, representa la parte afectiva en los seres humanos (Castelblanco). Esto implica que cualquier intervención (médica, nutricional y psicológica) en la actividad de comer requiere de una actitud muy cuidadosa, puesto que la alimentación está influyendo directamente en nuestra área emocional.

¿Cómo es que el alimento se relaciona o representa nuestra parte afectiva? Una muestra de esto son los usos que se le dan a la comida; por ejemplo, el esmero y la dedicación con que se hace la cena o la comida para celebrar un cumpleaños, una Navidad, o cuando alguien se esfuerza por preparar un plato delicioso que llegue al corazón del hombre o la mujer que se desea conquistar. Según Valencia (2011) en un hogar, metafóricamente, la cocina se relaciona con el afecto, muchas madres de generaciones pasadas tenían una gran dificultad para expresar con palabras el amor hacia su esposo e hijos y su modo de hacerlo era dedicándole varias horas del día a la cocina, sorprendiendo a su familia cada semana con amasijos dulces, con los cuales decían “te quiero”.

Dentro de la literatura y el cine mexicano existe un clásico de la autora Laura Esquivel (2012) llamado Como agua para chocolate. La historia de este libro incluye elementos muy rescatables en el marco de este artículo, en ella se resalta la importancia de la comida dentro de la familia protagonista de la historia. Un ejemplo útil se sitúa alrededor de la imagen de Tita, la más apasionada de las cocineras, en la boda de su hermana prepara un pastel en un momento en el cual ella se encontraba muy desconsolada ante la pérdida del hombre amado y que en ese momento se convertía en el esposo de su hermana. Al preparar dicho pastel, Tita lloraba y sus lágrimas caían en él, al servirse y ser degustado por los invitados causaba en todos, una profunda pena y nostalgia, ya que la esencia del pastel los conectaba a la pena de amor que casi todos los seres humanos experimentamos en algún momento de nuestra vida.

Esta metáfora, dentro de muchas otras de la historia es indicadora de que la intencionalidad con la cual se preparan los alimentos impacta al cuerpo que recibe la comida y puede causar una gran satisfacción, placer o una fuerte indigestión. Una referencia popular la situamos cuando el plato preferido de nuestra madre, tía o de un restaurante, en ocasiones tiene un mejor sabor. Y en ocasiones el gusto que percibimos en ese platillo no es tan grato como habíamos imaginado que sería, a pesar de contener los mismos ingredientes, medidas y temperaturas de la receta, a veces consideramos que su sabor varía por la persona que lo preparó y hasta el gusto con el que lo hizo.

La psicología de la alimentación
Un “aperitivo” psicoanalítico
Para Freud (2012) “la necesidad de alimentos y de afecto puede traducirse en hambre física y hambre de amor, el hambre que es entendida como escasez y/o carestía que causa dolor, desesperación e incluso sufrimiento”. Tanto la saciedad física como la afectiva son necesarias para el bienestar total e integral de un ser humano. Una de las preguntas necesarias cuando alguien siente una incontrolable necesidad por comer, incluso más de lo que su cuerpo puede procesar a partir de este planteamiento, es: ¿de qué se tiene hambre realmente?

Desde la propuesta psicoanalítica, se identifica una etapa inicial del desarrollo de los seres humanos llamada precisamente “oral”, la cual plantea que las personas descubrimos y nos relacionamos con el mundo a través de la boca, una prueba es la necesidad de los niños a temprana edad de llevarse cuanto objeto ven o se les otorga a la boca.

Una comida gestáltica
Asimismo, esta etapa inicial (de 0 a 2 años) trae consigo, desde la perspectiva de la Terapia Gestalt, dos estadios del proceso del hambre que Perls (1975) denominó Prenatal y Predental. El Estadio Prenatal nos enfrenta con el momento del nacimiento y la ruptura del cordón umbilical donde los bebés deben aprender a proporcionarse por sí mismos el oxígeno y asimilar el alimento, teniendo en cuenta que mientras estábamos en el vientre materno era nuestra madre quien se encargaba de procesarlos. Asimilar el alimento implica la capacidad de tomar, recibir, no atorarse y sobrevivir; siendo esta una de las primeras pruebas y logros que nos impone la vida en la lucha por mantenernos vivos.

El Estadio Predental (de los 6 meses y los 2 años) implica el proceso de lactancia -momento y experiencia crucial dentro de la vida del ser humano- y que desde la visión de Perls (1975) nos prepara para manejar un objeto cuando la situación lo exija, además de asimilar el principio de dar y tomar, que puede explicarse con el siguiente ejemplo. Cuando una mamá lacta, suele ser lastimada por los mordiscos del bebé, esa mamá cometería un error sí:

1. Se aguanta el dolor hasta que el bebé espontáneamente la suelte, lo cual muestra una clara falta de límites que le enseña a este niño y futuro adulto; esto podría sugerir que el niño puede hacer lo que quiera y que no importa el dolor que provoque en los demás.

2. Reaccione de una manera violenta, lastimando al bebé por lastimarla antes, esto generaría en el niño un posible sentimiento de rechazo a su madre, sentirse inaceptado y potencialmente un adulto temeroso de acercarse a los otros, de tomar un reto o de asumir un riesgo en la vida.

Se esperaría un equilibrio entre las dos actitudes, una madre que sin necesidad de herir a su hijo pueda hacerle saber, las veces que sea necesario y de una forma cuidadosa, que la lastima; a partir de sus gestos de dolor, de retirar con cuidado al bebé de su pecho, e incluso expresándole con palabras que no debe lastimarla para obtener lo que desea, que necesita dar algo positivo para recibir algo igualmente positivo.
Otros errores que suelen cometerse durante el periodo de lactancia son: no lactar al bebé o lactarlo por muy poco tiempo, lo cual genera una sensación de carencia, provocando que la personalidad del niño sea muy dependiente o muy retraída. Cuando, por el contrario, se lacta por mucho tiempo a un bebé, se promueve lo que Perls (1975) llama “el mordisco de la dependencia”, personas que retienen la actitud de pecho toda la vida como parásito ilimitado, esperando siempre algo a cambio de nada.

Para el mismo Perls (1975), la capacidad o la incapacidad del ser humano para relacionarse con el alimento representa su manera de vivir, razón por la que en algunas de sus conferencias llegó a decir: “dime cómo comes y te diré cómo eres y cómo vives”. Si lo analizamos paso por paso, notaremos que comer es y puede representar en la vida diaria lo siguiente:

1. Sentir la necesidad de comer: la vida está compuesta de diversas experiencias que componen el día.

2. Buscar lo que apetece comer: los seres humanos buscan experimentar, buscan lo que les llama la atención y eligen.

3. Sentir los alimentos, observarlos, olerlos, imaginar su posible sabor: en ocasiones, antes de la acción se colocan intenciones, se calculan las ganancias de una experiencia y se trata de plantear la mejor estrategia.

4. Llevar un bocado a la boca: tomar la experiencia.

5. Degustarlo identificando sus ingredientes y sabores: contactar la experiencia concientizándose con lo que se siente, lo que se piensa y lo que sucede a medida que se vive.

6. Masticarlo y destruir completamente el alimento: descomponer la experiencia, masticar la vivencia, sacar todo su provecho.

7. Tragarlo: dejar pasar y terminar la experiencia.

8. Digerirlo: tomar lo que se necesita de la vivencia y soltar lo que no se necesita, sin aferrarse.

9. Experimentar la saciedad: contactar con los aprendizajes que dejó tal experiencia, dejar esto en el pasado y estar dispuesto a experimentar lo siguiente.

10. Sentir que es suficiente: agradecer lo que se haya vivido.

De forma ideal, éste sería el proceso de la alimentación y el de la vida. Sin embargo, en muchas ocasiones y en ciertas experiencias, se está muy lejos de vivir la vida de un modo tan presente e intenso en el buen sentido; así como es común comer a toda velocidad, o comer pensando o haciendo otra cosa sin estar presente en el acto de la alimentación, sin ser consciente de “a qué sabe la comida”, “a qué sabe la experiencia”, “en qué momento se terminó lo que había en el plato”, “en qué momento pasaron tantos años de la vida y no se ha hecho esto, se perdió aquello, se dejó de hacer lo otro”.

“Sobremesa” bioenergética
Una visión más que podría complementar el planteamiento teórico de este artículo, es la perspectiva Bioenergética y sus teorías caracterológicas. Esta propuesta explica la formación del carácter, definido por Reich (2005) como la coraza o armadura que se usa para protegerse del medio en el que se crece y vive; dicha coraza ha sido posible en la unión del pensamiento, emociones y cuerpo. Así por ejemplo, un niño que fue castigado por llorar, tendrá la tendencia a controlar el llanto a través del manejo superficial de su respiración y de la contracción de los músculos faciales y abdominales que le permitan detener el llanto. Si a esto se suma el hecho de que una persona aprende no sólo a controlar su llanto sino todas sus emociones, expresiones comunicativas y conductas físicas (que en su niñez no fueron aceptadas por quienes lo educaron), el resultado es un cuerpo estresado y restringido que muestra cómo se vive la vida.

Dentro de los caracteres clasificados voy a referirme específicamente a dos, el Oral (1 mes a 18 meses) y el Masoquista (2 a 3 años). El Carácter Oral, implica que el niño experimentó abandono literal o simbólico de su madre cuando todavía se sentía muy dependiente de ella, lo cual provoca en el infante la decisión de no volver a necesitar para evitar el abandono (Lowen, 2007), aunque cuando es adulto proyecte al exterior aparente seguridad. También existe una fácil tendencia a desarrollar adicciones y apegos. Respecto al alimento, la persona con una tendencia “oral” puede sentirse inapetente o puede comer bastante; sin embargo, el metabolismo de su cuerpo tiende a ser acelerado. Su cuerpo tiene una apariencia alargada, delgada, de músculos pequeños y poca energía.

En el Carácter Masoquista, pueden observarse algunas acciones que provocan ciertas actitudes: 1) el infante al que no se le valoró el control de sus esfínteres, sino que experimentó de los adultos cercanos una actitud de asco; 2) se le obligó a comer todo aquello que no quería; 3) se le hizo sentir que era incapaz, actitud reforzada al sentirse humillado; desencadenando un adulto que de manera muy frecuente siente pena y vergüenza por sí mismo, se siente víctima en situaciones de la vida con mucha facilidad (Lowen, 2007), come sin hambre, y come mucho incluso sin elegir conscientemente lo que selecciona. El cuerpo de los adultos con carácter masoquista tiene una apariencia robusta, acumula grasa con mucha facilidad y hay una gran dificultad de metabolizarla, acumulándola en su cuerpo, además posee una gran cantidad de energía.

Sin pretender generalizar, he notado que muchas personas que se acercan a un consultorio nutricional poseen una estructura de carácter Oral, donde por las descripciones corporales anteriores tienden a tener dificultad para ganar peso y mantenerse por debajo del que requieren. Y las personas que poseen una estructura de carácter Masoquista tienden a retener líquidos y metabolizar grasas con lentitud.

Mi intención al referirme a este tipo de caracteres es evidenciar que si una persona no trabaja su estructura de carácter, las dificultades que puede experimentar en un tratamiento nutricional son muchas y el riesgo de fracaso es muy alto. La consciencia de la existencia de estos caracteres puede prevenir intervenciones quirúrgicas tan fuertes como los baipás gástricos, el uso de balones gástricos, liposucciones, entre otros métodos que sirven para el control del peso frente a fracasos nutricionales evidentes.

CONCLUSIONES

UNA “CENA” DE CONCLUSIONES
A partir de los planteamientos anteriores se puede proponer que existe un vínculo entre la afectividad y la alimentación. La manera como se haya vivido en la infancia, el vínculo materno, el apego/desapego, la lactancia y la etapa donde aprendemos a controlar los esfínteres, determinan lo sana o insana que es la relación que construimos con la comida, si reaccionamos con ella como un medio para llenar un vacío emocional (comiendo de más o dejando de comer); permitiendo que la sensación de hambre ayude a evadir un dolor emocional, entre otros posibles medios de reacción.

Es posible entender que la manera de asumirse de cada persona, se refleja en el modo de comer. Mientras la intencionalidad es otro factor que adquiere fuerza personal evidenciando que las dinámicas alrededor de la comida con las que se crece en el seno de una familia, promueven el manejo que hacemos de la misma y para qué la usamos. A su vez, los medios de comunicación y en general la cultura, contribuyen en la significación que tiene el alimento en la vida de las personas.

De este modo, es importante que cualquier tratamiento médico, nutricional y psicológico que intervenga en algún aspecto que involucra la alimentación de una persona sea realizado dándole importancia y cuidado especial a la asociación que cada persona hace con respecto de los alimentos. En una enfermedad relacionada directamente con hábitos alimenticios, como en una necesidad estética o de salud por subir o bajar de peso, es necesario desentrañar e implementar acciones en las emociones, los pensamientos, las actitudes y las reacciones con las que una persona vive, de lo contrario, es improbable que los tratamientos tengan un éxito rotundo o que años después no haya una reincidencia o recaída.

Para el abordaje efectivo de estas alteraciones resulta importante el trabajo interdisciplinario, teniendo presente que la Psicología tiene mucho que aportar a la salud, más allá de lo evidentemente mental o emocional.

BIBLIOGRAFÍA

Bratman, S. (2000). Health food junkies. New York: Broadway Books.

Castelblanco. (6 septiembre 2003). Comunicación personal.

Crispo, R. (2011). Anorexia y bulimia: un mapa para recorrer un territorio trastornado. México: Gedisa.

Esquivel, L. (2012). Como agua para chocolate. México: Suma de Letras.

Freud, S. (2012). El porvenir de una ilusión. El malestar en la cultura. México: Grupo Editorial Tomo.

Lowen, A. (2007). El lenguaje del cuerpo. España: Herder.

Perls, F. (1975). Yo hambre y agresión. México: Fondo de Cultura Económica.

Reich, W. (2005). Análisis del carácter. España: Paidós.

Valencia, N. (2011). Construyendo nuestro hogar. Guadalajara: Cuéllar.

Trasfondos de la alimentación humana. Año 1. Número 1

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