Perfecto error

25 de febrero del 2001
Era un día muy soleado como cualquier otro de esa semana, el calor era intenso, las personas salían en auto o con coloridas sombrillas, los niños usaban sombreros para cubrirse un poco su delicado rostro de ese sol agotador, hermoso, brillante pero agotador y bajo él, toda una vida sucede, todo florece y todo es simplemente ¡asombroso!

Y ahí estaba ella, la hija menor de tres hermanas, que había sido una niña muy tímida y que pasaba casi desapercibida por su personalidad introvertida. Entonces 16 años después la joven se preparaba para tener lo que era un día habitual, sin saber que su vida estaba a punto de cambiar para siempre…

Muchas noches anteriores una duda se apoderaba de sus pensamientos, no la dejaba dormir y la mantenía nerviosa, trataba de concentrarse en sus deberes y aunque no lo conseguía, el tiempo no se detenía.

Ella se animaba pensando que todo estaría bien y se preguntaba tal vez… ¿Estaría embarazada? ¡PUM! El destino la alcanzó.

Por fin la duda termino, sintió un hormigueo que se adueñaba de su cuerpo, las piernas le temblaban al grado de casi ya no poder sostenerla, todo lo que sus padres le habían dicho y lo que la “sociedad” marcaba como lo correcto se había desvanecido en escasos 60 segundos que marcaba la prueba. ¿Estaría preparada?, ¿cómo le diría a sus padres?, ¿qué tenía que hacer habiéndose ya “equivocado”?

Era de imaginarse que aquella chica no encontraría la respuestas a todas sus preguntas, así que el tiempo seguía corriendo, esperando no descubrieran que un bebe crecía dentro de ella.

No podía dormir, perdió el apetito, se sentía cansada, el miedo la invadía, estaba convencida que había destrozado su vida; pues eso era lo que todos decían, sería repudiada en cualquier círculo social, nadie se fijaría nunca más en ella (obviamente estaba desilusionada de lo que llamaban el amor), había cometido el “peor” error de su vida, sin imaginar que se convertiría en el más “perfecto error”.

Dieciocho semanas ya, sentía el movimiento de esa bebe que estaba dispuesta a nacer, el momento de hablar con sus padres llegó, terror e incertidumbre total y con ello llantos como si hubiera cometido pecado capital.

Acudir de inmediato al Doctor, a la joven se le olvidó esa parte donde hay vitaminas y chequeos mensuales, más regaños por parte de los médicos mirándote como bicho raro y prácticamente dándote el pésame por que habías destrozado tu vida. ¿Importa tanto el qué dirán? ¿Cuántos títulos nobiliarios pierdes cuando una simple mortal queda embarazada a tan corta edad?

Cuando existen seres humanos realmente perversos y podridos en la vida, asesinos, violadores, narcotraficantes, delincuentes, etc. A veces las personas cuentan con una doble moral, juzgan todo su alrededor y ellos mismos no encuentran el orden en su vida, atacan con comentarios como: Pobrecita, ya no tendrás la oportunidad de una buena vida o se acabaron las fiestas para ti.

¿Quién les dio el significado de lo que es una buena vida? ¿Fiestas? Ni siquiera le gustaban las fiestas. ¡Caray! Era sólo el principio de lo que la vida se iba a encargar de mostrarle a aquella inmadura joven madre.

El momento llegó, cuarenta semanas ya, el dolor era intenso, la angustia e incertidumbre se hicieron de nuevo presentes, en el hospital parecían que eran los indicados para hacerle pagar por su “error”, pedía algo y la contestación de la enfermera era: “No te quejes madre nadie te dijo que te embarazaras, deberías de estar jugando a las muñecas”, ¿Quiénes eran ellas? ¿Por qué eran tan crueles?

No se sabía el sexo del bebe, el cuerpo de la joven no estaba listo, los doctores decidieron hacer una intervención, marcar el vientre de la madre para siempre, epidural, quirófano, todo estaba listo…

Sacaron un pedacito de su corazón, esa conexión inmediata sin explicación, entendió cuando decían que el amor verdadero y único sí existía y no era de pareja, sino el amor de una madre a un hijo, la bebé lloró, una melodía que la madre jamás olvidó, supo que todo lo que había pasado había valido la pena tan sólo por ese preciso momento.

Horas después conoció por fin a su hermosa hija, era realmente una bebé perfecta, rubia, con piel de durazno y unos ojos tan grandes que la madre estaba segura que podía verla con claridad, aquella bonita bebé llevaría el nombre de Natasha.

La madre convaleciente cargó a su bebé por primera vez con tanto miedo, asombrada que ella era suya, una persona tan pequeñita y frágil dependía totalmente de una joven, a partir de ese momento era responsable de alguien más y eso sí que era aterrador.

Escrito en el diario de la madre días después de tener a su bebe:

Querida hija, mi bello conejillo de indias, siempre serás mi verdadero amor, ojalá tuviera una bola de cristal para ver nuestro futuro y así tomar las mejores decisiones para nosotros, la realidad es que no la hay, pero te prometo que cada segundo de mi vivir trabajaré por ser la mejor madre para ti y la mayoría de las veces no lo lograré, quisiera quitarte todas las piedras de tu camino para que no tropezaras jamás aunque, hija mía, eso no lo haría una buena madre, lo que sí te prometo es estar ahí con mis brazos abiertos y mi corazón listo para escucharte para que cada tropiezo que pases siempre tengas la fuerza para levantarte.
P.D. Amo escuchar tu respiración, eres mi querubín, te amo.

A casi diecisiete años de aquel momento, aprendió que no era el fin del mundo, la felicidad llega de diferentes maneras, depende de uno ver las cosas que tienen valor más allá del económico, la felicidad infinita te llega de sorpresa y a veces por haber tomado una irresponsable decisión, el amor verdadero sí existe.

Ha sido un duro camino, pero no creo que nadie en lo absoluto haya tenido una vida fácil, la hacemos más sencilla y práctica quizá, todos los seres humanos nos equivocamos y tomamos diferentes caminos.

Ella fue aquel “error” que las personas te dicen que no te debe de ocurrir, lo que a ninguna adolescente le debería de pasar, no lo sé con las demás jóvenes…

Al menos yo tuve mi final feliz, mi “perfecto error”, el más bello, la más buena y noble, mi complemento, la que me convirtió en madre por primera vez y me mostró que el corazón puede vivir fuera de mí.

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Por Ingrid Vega Monroy.
Estudiante de Universidad ETAC, Coacalco.

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