Meditación azteca

Cuando se habla de meditación la mayoría de las personas piensa de inmediato en culturas asiáticas. El yoga, namaste, los chakras y los mantras son palabras de origen hindú que ya forman parte del vocabulario de mucha gente.

Se piensa, por lo tanto, que la meditación debe haber sido una creación de los gurús indostanos o de los lamas tibetanos.

Resulta interesante saber que nuestros antepasados los aztecas también meditaban. Y como la cultura tolteca es originaria, es decir, que no nació de otra ni sufrió ninguna influencia hasta que llegaron los conquistadores españoles, entonces, todo lo que ellos crearon es único y auténtico.

Los mexicas desarrollaron una verdadera civilización con notables arquitectos, excelentes astrónomos, matemáticos y urbanistas. Tenían una religión bien estructurada con escala de dioses, leyendas y una teología particular. En las artes destacaron por la escultura, pintura mural y en papel amate, joyería, cerámica, poesía, danza y música.

Y algo que pocas personas saben es que también tenían una profunda espiritualidad. Ellos tenían muy clara la diferencia entre religión y filosofía. Y como práctica de la filosofía, meditaban.

La base de su meditación era contactar su Ser Interior con la naturaleza. Todo lo relacionaban con las plantas, los animales, la tierra, el fuego, el viento, los volcanes y el agua. El ser humano se consideraba uno más de los seres vivos del planeta, sin hacer diferencia entre el ser piedra, el ser conejo, el ser tormenta y el ser estrella.

Para practicar la meditación se sentaban o se recostaban, ya sea en un tapiz de algodón, una piel de venado, un petate o sentados en un equipal.

No prendían incienso, ya que el incienso o copal era solamente para los dioses y meditar era una acción del hombre con su entorno.

Eso sí, colocaban cerca un jarro con flores como dalias, cempasúchil o bugavilias o un chiquihuite con frutas aromáticas como melón, papaya o guayaba.

Por lo general lo hacían en silencio y a solas, pero en ocasiones se reunían grupos de familiares, amigos o compañeros de armas y entonces acostumbraban acompañar su meditación con música de flauta (tlapitzalli) y tamborcillo de madera (teponaxtle).

El ejercicio consistía en agradecer a la madre naturaleza, introducir el pensamiento hasta la parte más íntima de su ser y ahí identificarse con su animal totémico. Ya que todo azteca tenía un animal padrino al que había sido encomendado desde que nació y le transmitía sus características.

Por ejemplo, si un ciudadano mexica tenía como animal protector al águila, entonces se imaginaba volando, planeando y dirigiéndose en picada hasta su presa. El mexica sabía muy bien que el ave no siempre acierta en su ataque y entonces se eleva de nuevo a las alturas y desde ahí vuelve a revisar todo el campo hasta que detecta un nuevo alimento y otra vez pliega sus alas y baja con celeridad. Y así lo hace todas las veces que sea necesario hasta que atrapa al conejo o a la ardilla. El águila enseña a tolerar la frustración y no desesperar.

La meditación azteca ofrece una gran oportunidad para resolver problemas de la vida cotidiana. Quien hace y gusta de la meditación hindú y tibetana, seguirá haciéndola y se beneficiará con ella. Sólo que ahora sabe que también existe un estilo de meditar muy nuestro que es igualmente útil y sanador.

Por Héctor Grijalva.

Docente de Universidad la Concordia, Campus Aguascalientes.

Referencia de la imagen:

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