La familia, principal indicador para la formación positiva del adolescente. Año 1. Número 1

RESUMEN

Autora: Beatriz Eugenia Lopezlena López

La familia es el principal indicador social para la educación actual, es la base para la socialización. En la adolescencia es crucial reforzar los lazos de educación entre padres e hijos, ya que de esto dependerá el camino hacia el éxito o el fracaso personal.

El padre y la madre tienen un rol fundamental en este proceso de enseñanza-aprendizaje, ya que son ellos quienes otorgan todos los elementos e indicadores para una formación positiva en la vida del joven adolescente. Este artículo pretende dar a conocer cuáles son los aspectos básicos que un padre o madre de familia deben poseer para ayudar a su hijo(a) adolescente a enfrentar esta difícil etapa.

PALABRAS CLAVE: Familia, adolescencia, madre, padre.

INTRODUCCIÓN

La adolescencia es la etapa más importante por la que el ser humano atraviesa, en ella se manifiestan todos los cambios psicológicos y físicos, se define la identidad, se afianzan los gustos y sobre todo se inicia la toma de decisiones que definirán el rumbo de nuestra vida. Para que esta transición del niño al adolescente y del adolescente al adulto-joven no presente mayores dificultades, es primordial tener raíces fuertes y firmes en cuanto a lazos familiares se refiere, establecer canales de comunicación amplios para que fluya la información y con ellos se expresen sentimientos, ideas y pensamientos del adolescente a su padre o madre. Cuando se conoce la psicología del joven, es decir, la conducta que tiende a manifestar, se puede proporcionar la ayuda adecuada para salir victorioso de esta etapa tan dinámica.

DESARROLLO

El mundo de hoy avanza a pasos agigantados en cuestión de tecnología y medios de comunicación, sin embargo, el aspecto interpersonal ha quedado rezagado con respecto del pasado, olvidándonos de la importancia que éste debe tener.

Si bien es cierto que el futuro y la prosperidad van de la mano, la relación entre padres e hijos se coloca a un lado por tener en nuestra mente la palabra avanzar.

Como sabemos, la familia es el principal grupo social donde el ser humano adquiere valores, principios, usos y costumbres, y sobre todo se educa a través de la asimilación de reglas y normas familiares. Sin embargo, el concepto de familia ha tenido transformaciones a nivel personal y no conceptual. En los libros, revistas y periódicos es muy común asimilar el concepto básico de la familia, pero cuando le preguntamos a un adolescente ¿qué es la familia?, la respuesta dista mucho de parecerse al concepto original.

Estrada (1997), en su libro El ciclo vital de la familia, menciona que “la familia es justamente la sustancia viva que conecta al adolescente con el mundo y transforma al niño en adulto”. El autor nos deja entrever que el concepto de la palabra familia es lo que le da vida al ser humano, además de ser el agente transformador de las etapas vitales que son relevantes para el logro personal. La familia nos conecta con el mundo, pero si la conexión no es positiva, los resultados tampoco lo serán.

Se dice que no elegimos a nuestra familia cuando nacemos, por lo tanto la familia donde nazcamos va a marcar nuestro destino y es responsabilidad de nuestros padres guiarnos por el camino del éxito, la felicidad y el crecimiento personal.

Los padres de familia en muchas ocasiones piensan que educando a sus hijos/as siendo pequeños con frases emotivas, positivas y con connotación normativa no les comprenden, sin embargo, en el cerebro de su hijo/hija se están formando y coleccionando cargas de firmeza, seguridad, toma de decisiones con normas y reglas que después ellos aplicarán cuando su madurez intelectual se los permita.

Existen varios tipos de familia: la familia nuclear, la cual está compuesta de mamá, papá y hermanos; la familia extensa, que está formada de mamá, papá, hijos, tíos, abuelos y la familia mono parental que como su nombre lo indica, está a cargo de una sola persona, ya sea la madre o el padre.

Estos tipos de familia alimentan al ser humano en su formación, en sus diferentes versiones, roles, obligaciones y adecuaciones, además de que poseen la misma finalidad: educar. No olvidemos que el ser humano aprende con base en modelos establecidos por sus padres o por quienes los crían, y que ese aprendizaje está basado más en la experiencia y en lo que el niño vive, que por lo que se le dice en todo momento.

La familia con miembros adolescentes, enfrenta durante esa etapa de los hijos una prueba de estabilidad, ya que como se sabe, la adolescencia es una época en la vida donde surgen los principales cambios emocionales, cognitivos, físicos y psicológicos de un joven, además en esta etapa los padres de familia, aun cuando son personas adultas, se ven en la dinámica de revivir su propia adolescencia y adecuar reglas y normas para sus hijos o hijas, con la finalidad de coadyuvar en la formación de la propia identidad del adolescente.

Por lo tanto, si los padres logran establecer lazos firmes de comunicación e interacción personal y afectiva con sus hijos, estarán logrando una gran parte del camino en la formación de los adolescentes. Estos lazos no se logran de la noche a la mañana, los vínculos de comunicación, afectividad y de relación interpersonal se tejen desde la infancia y hasta la adolescencia.

Si un padre o madre de familia no logra desarrollar caminos firmes desde la infancia, no tiene que pensar que todo está perdido, al contrario, necesita enfocar todos sus esfuerzos en lograr que durante la etapa de la adolescencia el/la hijo/a de su mano, pueda retomar o iniciar el camino hacia las buenas relaciones familiares.

La madre o el padre debe conocer en teorías y documentos ¿qué es la adolescencia?, ¿qué cambios tendrá su hijo/hija en todos los ámbitos?, la información da conocimiento, y al tener ese tipo de detalles sabrá comprender a su adolescente, entenderlo y guiarlo por el camino más adecuado.

Melgosa (1998), en su libro Para adolescentes y padres, plantea que “la adolescencia es, el periodo de transición entre la niñez y la edad adulta. Aristóteles señala ciertas características negativas en el adolescente: Está lleno de pasión y deseo sexual, es irascible y propenso a dejarse llevar por sus impulsos”.

El joven adolescente no tiene control de lo que siente, piensa y comunica en esta etapa, ya que se está adaptando a todos los cambios que se producen en su interior y exterior, es impulsivo y los padres deben tener especial cuidado en que estos síntomas no se conviertan en patológicos y tomen el camino inadecuado.

Los jóvenes de hoy no quieren que sus padres estén todo el tiempo detrás de ellos, no comprenden por qué su cuerpo cambia, desconocen por qué en la escuela los tratan como niños teniendo reglas muy estrictas y en el hogar hay flexibilidad en algunas ocasiones y autoritarismo en otras, al mismo tiempo que en las redes sociales e internet el manejo de la información es abrumador y muy pocas veces consultan a un adulto sobre si lo que ahí se dice es cierto o falso.

Howse, Dunton y Marshall (1991) indican, en su libro Guía para la dicha familiar, que “la relación del adolescente con sus padres suele ser más tensa para los padres; pero éstos deben realizar un esfuerzo definido para comprender los problemas que existen adoptando el punto de vista de los hijos”. Algunos padres padecen un vía crucis con un hijo(a) adolescente, sin embargo, es su deber realizar un esfuerzo para entender, guiar y ayudar en los problemas por los que el/la joven atraviesa y salir victoriosos de ellos juntos.

Los jóvenes sólo se sienten en equilibrio con algún dispositivo electrónico o con sus amigos y amigas, porque de ellos no reciben indicaciones con tintes de órdenes, no son juzgados por las acciones que realizan, son comprendidos en todo momento, y a cualquier hora del día el amigo o amiga está disponible. Ahora bien, reflexionemos:

¿Podemos ser los padres, amigos de nuestros hijos?

Bradshaw (1996), en su libro La familia en el apartado “Las reglas familiares”, plantea que las reglas que se refieren a la educación de los niños son consideradas sagradas, pues están legitimadas por la enseñanza religiosa y son reforzadas por los sistemas escolares.

En una cultura como la de México, a los niños se les habla, no son ellos quienes hablan. No se les escucha, se les vigila y acorde a los hábitos regionales, la obediencia es la conducta esperada.

Como lo describe Bradshaw, la educación antigua está enmarcada en un círculo de rigidez y autoritarismo, los niños no tenían valor por su edad, las reglas se encontraban ligadas a los aspectos religiosos de la familia y no se les daba la oportunidad a los infantes de participar discutiendo un tema o preguntándoles su opinión y/o elección sobre algo.

Con lo anterior se podría responder a la pregunta: ¿podemos ser los padres, amigos de nuestros hijos?, la respuesta es, No. Sin embargo, se dice que las reglas se hicieron para romperse y como toda regla tiene una excepción, podemos involucrar a nuestros hijos/as en todas las conversaciones donde sepamos que pueden opinar, esto les dará toda la confianza para expresarse y dar a conocer sus ideas, pensamientos y emociones, además, al escuchar sus opiniones, ellos sentirán toda la atención y alimentaremos su identidad y seguridad personal con bases sólidas. Al darles su lugar, los niños irán tomando sus propias decisiones y fortaleciendo el rubro de la autodeterminación.

Es cierto que se debe inculcar el respeto por las personas adultas, sin embargo, el niño/niña futuro adolescente, deberá cuestionar y responder con respeto a todo adulto que presienta afecte con su forma de pensar y más aún si dicha persona se ve afectada en su salud emocional.

No olvidemos que la imagen de nosotros mismos que tenemos hoy, es el reflejo de lo positivo o negativo de quienes nos criaron, tenemos implícito un cuerpo de enseñanzas, los aprendizajes y quizás las costumbres inadecuadas de quienes estuvieron día a día en nuestra familia.

La familia será el organismo liberador que se encargará de soltar al adolescente maduro que se encontrará listo para la formación de otra unidad social, de otra familia.

Imprimamos el sello en nuestros hijos/hijas a través de dosis de afecto, buenas costumbres, pensamientos positivos, reglas y normas adecuadas, y sobre todo comunicación. Quizás en el mundo tan dinámico en el que vivimos sea difícil por los tiempos de mamá y papá, pero no es imposible, porque la decisión de ser padres y madres fue tomada con premeditación, y de la educación en familia depende el éxito de esos adolescentes que llevan nuestra sangre.

CONCLUSIONES

Como se pudo enfatizar en este artículo, la familia es el principal indicador para la formación positiva en el adolescente, para esto se necesita educar a los jóvenes en un clima de respeto, comunicación, confianza, entendimiento, disciplina y sobre todo amor.

No es fácil cumplir con las expectativas que los jóvenes esperan de sus padres, pero la labor de ellos es generar sinergia para lograr de esta etapa la mejor de todas.

BIBLIOGRAFÍA

Berger Stassen, K. (2007). Psicología del Desarrollo, Infancia y Adolescencia. España: Panamericana.

Bradshaw, J. (2000) La familia. México: Selector.

Estrada Inda, L. (1997). El ciclo vital de la familia. México: Grijalbo.

Howse, K., Dunton, H. y Marshall, D. (1991) Guía para la dicha familiar. México: Agencia de publicaciones México Central A.C.

Melgosa, J. (1998). Para adolescentes y padres. España: Nuevo Estilo de Vida.

La familia, principal indicador para la formación positiva del adolescente. Año 1. Número 1

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