Enfoque, modelo y estrategias de la solución de problemas y el papel de la música en la cognición: Dinamismos. Primera parte. Año 2. Número 3

Autor: Ahmad Ramsés Barragán Estrada.

RESUMEN

En este artículo se hace una revisión teórica de los hallazgos en relación al efecto de la música de Mozart sobre determinados comportamientos humanos como son la facilidad de respuesta, la solución de cálculos o de situaciones nuevas y adversas, entre otros.

En la segunda y tercera parte de este artículo, que se presentarán en las ediciones nueve y diez de esta revista, respectivamente, se expondrán estrategias y factores protectores y habilidades preventivas de solución de conflictos, y finalmente el uso concreto de éstos en un caso del ámbito de la psicoterapia.

PALABRAS CLAVE: música, solución de problemas, revisión teórica, estrategias.

INTRODUCCIÓN

Si bien la relación entre la música y la solución de problemas pareciera un tema de escaso interés, lo cierto es que estos dos aspectos han estado presentes en la vida del hombre, quizás, desde que éste fuese capaz de pensar. Sin embargo, desestimamos su valor por estar siempre presentes y por ser parte de nuestra vida diaria. Ahora mismo, por ejemplo, usted está valiéndose de la cognición (de donde parte la naturaleza transformadora que da pie a la solución de problemas) ya sea para decodificar lo que lee o para registrar la información procedente del ambiente. Tal vez, mientras lee, piensa en un problema al que se tendrá que enfrentar al salir del lugar donde se encuentra (hacer las compras para la comida, prepararse para un examen, atravesar la ciudad o enfrentarse a una discusión con su pareja). En todos estos ejemplos, usted hace uso de la cognición sin que necesariamente sea consciente de ello.

Mientras que del otro lado de la moneda, y valiéndonos de los mismos ejemplos, es igualmente probable que en alguna de estas situaciones esté involucrada la música. Quizás, en este mismo momento tiene una música de fondo que lo ayuda a concentrarse; o por el contrario, a distraerse. También es probable que al hacer las compras escuche otro tipo de música ambientando el lugar o que incluso se vea obligado a prolongar la discusión con su pareja porque él/ella se encuentra enfrascado en un concierto de piano.

Aunque el último ejemplo pareciera extremo, lo cierto, es que la música –así como otras artes– nunca deja de estar presente en nuestra vida diaria. Y si lo anterior es verdad, entonces, las siguientes preguntas serán de gran interés para usted:

¿De qué formas se relaciona la música con la solución de problemas? ¿Qué comprende la solución de problemas y qué tanto se asocia con la inteligencia o el conocimiento? ¿Por qué en ocasiones un problema nos deja perplejos, pero al conocer la solución ésta es tan obvia que no creemos posible no haberla visto antes? ¿Cómo ayuda la música a las personas? ¿Cómo perjudica? ¿Qué estrategias utilizamos para solucionar un problema y cómo sabemos cuál es la más apropiada? ¿Qué nos impide resolver un problema en el trabajo, en la casa o con otras personas? ¿Se activan las emociones mediante la música? ¿Existen modelos que nos permitan enfrentarnos mejor a los retos que nos plantea la vida? ¿Cómo utilizar a nuestro favor tanto la música como la solución de problemas en esto último? Preguntas como éstas y otras son las que intentaremos responder desde la actual perspectiva psicológica.

DESARROLLO

El papel de la música

No cabe duda que el papel que ha tenido la música en la vida de las personas ha sido, por mucho, determinante. Con diferentes significados, intencionalidades, expresiones, relaciones o resultados, pero la música ha tenido siempre la cualidad de afectar y comunicar algo tanto a hombres como a mujeres. Así pues, la influencia de la música se ha extendido ampliamente por la cultura hasta convertirse, incluso, en una terapia e instrumento de la propia psicología: terapia entendida como el uso prescrito de música por una persona capacitada, que tiene como propósito generar cambios positivos a nivel psicológico, físico, cognitivo o emocional (Music Therapy Association, 2003, citada por Hussey, 2003).

En este mismo sentido, muchas han sido las investigaciones que sugieren la relación entre la música y otros campos que conciernen a la psicología, tales como la inteligencia, las emociones, el aprendizaje, el lenguaje y hasta las diferentes estructuras biológicas de la persona (García, 2004; Anonymous, 2003; Arnett, 1996; Levine y Jou, 1993, citados por McNamara y Ballard, 1999; Norton et al., 2005).

Los trabajos de Anonymous (2003), Arnett (1996), Levine y Jou (1993), citados por McNamara y Ballard (1999), corroboran la influencia que puede tener la música de tipo violenta en pensamientos y sensaciones igualmente agresivas, pues al haber expuesto a un grupo de estudiantes a una serie de canciones violentas y posteriormente tener que llevar a cabo una clasificación de palabras con o sin significados agresivos, el grupo que había sido expuesto a dichas canciones clasificó con mayor claridad las palabras con contenido o significado agresivo.

Otro estudio (con un sentido mucho más positivo sobre la música) realizado con mujeres embarazadas durante 1996 y publicado por el Journal of the American Medical Association, concluyó que la estimulación musical realizada a dichas mujeres, disminuía la necesidad de los medicamentos, ya que mediante la escucha de la música se aumentaba la liberación de endorfinas (analgésicos naturales producidos por el cuerpo).

Igualmente importante es el estudio realizado por la Universidad del Estado de Michigan en 1993, en el que se hizo un valioso hallazgo: escuchar música durante quince minutos hacía aumentar en más de 10% el nivel de interleukina en las personas (la interleukina es una proteína que protege a las células contra enfermedades mortales como el SIDA y el cáncer).

Otro buen ejemplo de los efectos positivos que tiene la música en las personas lo hallamos en el estudio hecho por Moira Hause en un colegio de Eastbourne en 1910 (García, 2004). Este investigador impartía clases de música a niñas de entre 7 y 17 años de dos a tres horas por semana. Casi de inmediato halló que con su música, los estudiantes contaban con una mayor rapidez de comprensión, una mayor capacidad de concentración y una tasa de participación más elevada. Además, la personalidad de las niñas se volvió más abierta y tenían menos problemas para expresarse.

También está la línea de investigaciones que observan la relación de la detección temprana de habilidades musicales con las estructuras biológicas asociadas, destacándose el trabajo de Norton et al. (2005), en el que parece existir evidencia de que músicos profesionales poseen diferencias significativas de tipo estructural y funcional en el cerebro. Esto significa que podrían contar con un sustrato neurológico común para el procesamiento de la información musical y el lenguaje; sin embargo, aún hace falta información para confirmarlo.

La música de Mozart (tema que retomaremos más adelante) también ha estado presente durante muchas investigaciones como la realizada en Gran Bretaña entre pacientes con epilepsia severa. En ésta, los pacientes eran sometidos a la escucha de la música de Mozart, descubriéndose que en 29% de los casos, la actividad epiléptica disminuía. Además, en muchos de los pacientes la presencia de las ondas epilépticas se reducía a la mitad del tiempo, y cuando se interrumpía la escucha, la mayoría de estos efectos positivos disminuía (Lozano, 2002).

Una mejoría más, derivada de la presencia o aparición de la música, es la que llevó a cabo Lozanov en la Academia de Ciencias de Bulgaria, en donde haciéndoles escuchar instrumentos de cuerda a los estudiantes, éstos llegaron a aprender tareas complejas en un tiempo marcadamente inferior al que se hubiera empleado normalmente (Anónimo, s.f.).

Y, por supuesto, también están las investigaciones que ponen en entredicho las relaciones de la música con la inteligencia (por mencionar un ejemplo) o con otra serie de habilidades desarrolladas por el sujeto. Incluso encontramos investigaciones que intentan repetir los experimentos que han arrojado datos significativos, sin poder obtener resultados similares. No obstante, es algo a lo que se volverá más adelante.

De lo que no cabe duda es la relación de la influencia de la música como asegura Atehortúa (1997), que “el sonido afecta el sistema nervioso autónomo del ser […]” por lo que “el fin de la terapia musical es reactivar los centros cerebrales, para estimular las conductas individuales”. Así, entenderíamos, entonces, que la música es un generador de conductas.

El efecto Mozart

La Sonata para dos pianos en Re mayor K448 de Mozart se ha asociado con la inteligencia y la cognición desde una fecha indeterminada. Sus propiedades y características particulares han llevado a muchos investigadores a buscar de qué forma influye en la inteligencia de las personas o si es sólo uno de los tantos mitos surgidos dentro del ámbito de la psicología (Rojas, Soler, Moreno, Sáiz, y Manrique, 2005). ¿Escuchar la música clásica de Mozart durante los primeros años de vida (o aún después) mejorará su inteligencia? De ser así, ¿en qué grado mejorará? ¿Cómo establece la relación existente entre ambas variables? O, por el otro lado: ¿se trata de una simple creencia infundada que carece de sustento científico?

Una vez que ha respondido esta serie de preguntas, enumeremos los hechos:
Como hemos dicho, los experimentos para probar la efectividad de esta pieza de música clásica han sido numerosos y los resultados han tomado caminos distintos. Por ejemplo, Rauscher y Shaw (1993), citados por Sánz (2001), se encargaron de exponer a 36 estudiantes a la música de Mozart para inmediatamente después someterlos a una serie de tests sobre razonamiento espacio-temporal. A su vez, había otros 2 grupos de estudiantes que realizaban las mismas pruebas pero con distintos estímulos: un grupo escuchaba cintas de relajación, mientras que el otro había pasado los diez minutos que dura la pieza en completo silencio. Los resultados arrojaron evidencia de que el grupo sometido al efecto Mozart mejoró sus puntuaciones de C. I. (Coeficiente Intelectual) en una escala de 8 a 9 puntos en relación con los demás grupos.

Sin embargo, a estos mismos investigadores no les pareció suficiente el resultado y se encargaron de repetirlo dos años después con las siguientes diferencias: el grupo (esta vez de 79 jóvenes) se desempeñaba ante una nueva prueba en la que tenían que averiguar qué forma tendrían unos trozos de papel después de doblarlos y cortarlos de cierta forma. Con las respuestas dadas, el grupo se separaba en 3 y entonces se les exponía durante los mismos diez minutos al estímulo musical. Un grupo escuchaba a Mozart, otro escuchaba música minimalista de Phillip Glass, y otro se mantenía en silencio. La idea era que una vez pasada la experimentación, cada grupo habría de repetir el test mencionado. Asombrosamente, el grupo que había escuchado la Sonata K448 de Mozart pudo predecir la forma que tomaría el papel en 62% por arriba de la ejecución pasada; mientras que el grupo expuesto a la música minimalista sólo lo había hecho en 11% y el grupo que se mantuvo en silencio alcanzó 10% (Rauscher y Shaw, 1995, citados por Sánz, 2001).

Otro grupo de investigadores se encargó de buscar la relación entre el efecto Mozart y la prueba de solución de problemas de Misioneros y Caníbales, hallándose una diferencia significativa entre la resolución de la prueba del grupo control y la del grupo experimental. Esto quiere decir que 20 personas del género femenino de entre 17 y 20 años de edad que conformaron el estudio, 100% del grupo control fue incapaz de resolver el problema; a diferencia del grupo experimental (el que fue sometido a la Sonata K448 de Mozart) en el que 50% de las participantes fue capaz de resolverlo adecuadamente (Rojas, Soler, Moreno, Sáiz, y Manrique, 2005).

Pero la efectividad de esta peculiar pieza de música clásica va más allá de lo que ocurre con individuos sanos. Alfred Tomatis, otro de los investigadores interesados en el campo, se encargó de comprobar los efectos benéficos de esta música al sanar a más de 100,000 pacientes. De acuerdo con sus investigaciones, exponer a más de 100,000 pacientes a la música de Mozart (sobretodo conciertos de violín) los había sanado y hecho aumentar su capacidad creativa, plástica y espacial.

No conforme con lo anterior, realizó experimentos en Munich con niños desahuciados, demostrando que se podían normalizar sus signos vitales presentándoles tres estímulos: la música de Mozart, sonidos fetales y la voz materna. Además, probó los efectos en animales como vacas, en quienes se aseguró haber aumentado su producción de leche en un monasterio de Gran Bretaña y únicamente escuchando las sinfonías del compositor austríaco. Finalmente, también se constataron mejoras en el crecimiento y la “tonacidad” de vegetales en Canadá (Tomatis, 1991, citado por Núñez, s.f.).

Esta influencia musical, incluso, ha llegado a diferentes gobiernos de los Estados Unidos: es el caso de Florida, en donde el gobernador (hacia 1998) obsequió discos de música clásica a las nuevas madres y centros educativos, basado en la creencia de que el efecto Mozart permite conectar los dos hemisferios cerebrales desde una edad muy joven (Baltimore Sun, 1998, citado por Bangerter y Heath, 2004). Otro ejemplo es el del estado de Washington, cuyos funcionarios de Inmigración aseguraron que exponer a inmigrantes a la música de Mozart durante sus clases de inglés aceleraba el proceso de aprendizaje del idioma (Anónimo, s.f.).

El efecto Mozart, los estudios en contra

Pese a ello, no todo es “miel sobre hojuelas”. Hay estudios que desacreditan la efectividad de este tipo de música argumentando que el efecto Mozart no es más que “una de las tantas leyendas científicas en la medida en que éstas son creencias extendidas derivadas de la ciencia que se han establecido en la cultura engañando el entredicho de saber” (Moscovici, 1992; Fraser y Gaskell, 1990; citados por Bangerter y Heath, 2004). Esto quizás, sugiere Rojas y sus colaboradores (2005), debido al efecto emocional que causa la música en las personas y que también ha sido objeto de múltiples investigaciones.

Bajo esta acepción, Steele, un psicólogo perteneciente a la Universidad Estatal de los Apalaches (E.U.A.) intentó repetir los resultados obtenidos por Rauscher y Shaw (1995) sin poder conseguirlo. De la misma manera procedió Chabris, de la Universidad de Harvard, al revisar los efectos producidos en 16 estudios que vinculaban el efecto Mozart en los que participaron 714 personas, sin poder confirmar los resultados y los supuestos efectos benéficos de la música (Lozano, 2002).

El debate producido por la relación entre la inteligencia y el efecto Mozart ha alcanzado, incluso, a las neurociencias. En este sentido, Jiménez (s.f.) intentó comprobar de qué manera influía la música de Mozart en el cerebro. En otras palabras: ¿qué tenía la música clásica de este compositor en relación a otras propuestas musicales? ¿Qué la hacía tan exclusiva que por tal razón pudiera influir en la cognición y/o inteligencia? De acuerdo con sus resultados, Jiménez indica que estos efectos se generan como estímulo de las funciones cerebrales superiores producidos por los ritmos, las melodías y las frecuencias altas y agudas de esta música. Los sonidos, altamente armónicos, estimulan el neocórtex y el sistema límbico (en especial, la corteza auditiva, las zonas asociadas a la emoción y las áreas vinculadas a la coordinación motora fina, tales como la visión y otros procesos del pensamiento); de tal forma que se incide no sólo sobre redes neuronales, sino también sobre la concentración, la atención y la memoria. Como bien sabemos, dichos aspectos son fundamentales para el proceso del aprendizaje (Jiménez, s.f.).

Por último, Rauscher, uno de los investigadores que han demostrado la relación entre la música de Mozart y la inteligencia, concluye que aunque bien podría existir el efecto, aún hace falta investigación y evidencia científica que avale que la influencia musical produce ese resultado y que no se debe a otra serie de factores no identificados (Lozano, 2002).

CONCLUSIONES

Como se observó a partir de la revisión documental citada en esta parte del trabajo, existen resultados experimentales tanto positivos como negativos acerca de las implicaciones que la música, y particularmente el llamado efecto Mozart, tiene en el comportamiento humano.

En la segunda parte de este artículo, que se publicará en el siguiente número de la revista, se presentará la solución de problemas desde una perspectiva teórica, se plantearán las estrategias y las herramientas desde las que se aborda para en la tercera parte de este trabajo (que se publicará dentro de dos ediciones) se plantee la existencia del efecto Mozart y la música como factor de mejora en la resolución de problemas.

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Enfoque, modelo y estrategias de la solución de problemas y el papel de la música en la cognición: Dinamismos. Primera parte. Año 2. Número 3

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