El rol del docente en la educación emocional. Año 3. Número 8

Autora: María de Lourdes Fátima Barba Gutiérrez.

RESUMEN

El docente en su papel de guía lleva implícito un compromiso ya que su labor diaria enfrenta a un número de personas únicas e irrepetibles, con la responsabilidad de formarlas como individuos autónomos, seguros de sí mismos y autorregulados; tomando como elemento importante el desarrollo de la Educación Emocional de cada uno de ellos en el salón de clase.

PALABRAS CLAVE: Educación emocional, emoción, docente, alumno.

INTRODUCCIÓN
En investigaciones realizadas en los últimos veinte años por Joseph Blase de la Universidad de Georgia, y citado por Chabot y Chabot (2009), sobre los profesores y la enseñanza, se aportan ideas valiosas sobre la dimensión estructural y experiencial del trabajo del docente a fin de comprender la forma de uso del poder formal e informal para alcanzar los fines en la organización escolar.

La figura del profesor dentro de la educación se considera como fundamental en el proceso educativo, donde su escenario escolar es el aula, siendo ésta su marco social complejo donde se presentan las interacciones maestro – alumno; alumno – alumno; alumno – grupo (Espejo, 1999 citado por Vallés, 2007). Donde cada alumno se desarrolla, mientras se generan creencias, actitudes y valores para tomar conciencia de sus capacidades y limitaciones como punto de comparación del alumno con sus compañeros.

Por otro lado están los modelos de los estados afectivos que acompañan al proceso enseñanza – aprendizaje que encomienda la institución educativa y la del profesor para propiciar y crear un clima en clase que sea sano y deseable para influir positivamente sobre el aprendizaje. Este factor se centra en activar en el alumno el espíritu de competencia, tanto curricular como personal y relacionalmente, a fin de proyectar expectativas de logro en los dos aspectos y favorecer el sano desarrollo emocional tanto en la atención del alumno como en su escucha activa.

En los últimos años han aparecido programas de Inteligencia Emocional donde se ha depositado la esperanza de prevenir o disminuir los conflictos actuales dentro de los centros educativos y mediante estos programas se pretenden escolarizar las emociones y desarrollar un proceso de alfabetización emocional (Mayer y Cobb, 2000).

DESARROLLO
Para abordar el tema de Inteligencia Emocional, primero hay que definir el término emoción, que de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española, proviene de latín movere (mover hacia).

Goleman (2007) refiere “el término emoción a un sentimiento y a los pensamientos, los estadios biológicos y el tipo de tendencias a la acción que lo caracterizan”.

Bisquerra (2000) realiza una definición muy completa sobre emoción como: “Un estado complejo del organismo caracterizado por la excitación o perturbación que predispone a una respuesta organizada. Las emociones se generan habitualmente como respuesta a un acontecimiento externo o interno”.

Un cuestionamiento que surge es ¿de dónde vienen las emociones dentro de la dinámica y anatomía del ser humano?

Josep Le Doux, neurólogo del Centro para las Ciencias Neurológicas de la Universidad de Nueva York, fue el primero en descubrir el papel clave que tiene la amígdala en el cerebro emocional, estudiándola por medio de la provocación de lesiones específicas en ratas, observó su cambio de comportamiento (Goleman, 2007).

Josep Le Doux descubrió que la primera zona cerebral por la que pasan las señales sensoriales procedentes de los ojos o de los oídos es el tálamo que se encarga de conectar esa señal hacia el neocortex (cerebro pensante), provocando la reacción de la amígdala cuando se ha identificado la información y se puede actuar sin la participación de las funciones cognitivas conscientes.

Goleman (2007) recoge el pensamiento de científicos del comportamiento humano como Richard Herrnstein y Charles Murray quienes cuestionan el valor de la inteligencia racional como condicionante del “éxito en las tareas concretas de la vida”; y Goleman concluye que el coeficiente intelectual no es un indicador de desempeño exitoso ya que “la inteligencia pura no garantiza un buen manejo de las vicisitudes que se presentan para tener éxito en la vida”.

Sobre las habilidades de carácter socio – emocional, Goleman (2007) definió y dividió la Inteligencia Emocional en dos áreas:

La “inteligencia intrapersonal que es la capacidad de formar un modelo realista y preciso de uno mismo, teniendo acceso a los propios sentimientos y utilizándolos como guías en la conducta”. Y la “inteligencia interpersonal, como la capacidad de comprender a los demás, qué los motiva, cómo operan, cómo relacionarse adecuadamente, es la capacidad de reconocer y reaccionar ante el humor, el temperamento y las emociones de los otros” (Goleman, 2007).

Rodríguez de Ibarra (2007) define la inteligencia emocional como “la capacidad o habilidad para controlar impulsos emotivos, que ayuda a resolver problemas de manera pacífica y proporciona bienestar”.

Según Vallés (2007), “la Inteligencia Emocional se considera un factor protector que disminuye el riesgo de sufrir estrés facilitando una mejor autopercepción de eficacia personal para el afrontamiento de las demandas producidas en situaciones conflictivas y de exigencia profesional”.

Educación emocional
La planta docente es un pilar fundamental para el desarrollo de la educación emocional en los estudiantes, con base en cuatro categorías, Fernández Berrocal y Extremera (2004) justifican la implementación de programas de Inteligencia Emocional en la escuela, ya que las aulas son el modelo de aprendizaje socio – emocional de mayor impacto en los alumnos; así como “los niveles de Inteligencia Emocional que ayudan a afrontar con mayor éxito los contratiempos cotidianos y el estrés laboral al que se enfrentan los profesores en el contexto educativo”.

Para propiciar emociones favorables en el aprendizaje, todo docente que enseñe cotidianamente debe enfrentarse a un gran desafío: estimular en sus alumnos el interés por lo que se les está enseñando, tomando en cuenta tres características: el escenario, su comportamiento y sus decisiones (Chabot y Chabot, 2009).

En el actuar del docente frente a grupo, Vallés (2007) habla sobre el currículum oculto, que implica la empatía o antipatía del alumno – docente, docente – alumno que forma parte de la dinámica escolar e incluye factores de diversa índole como el estilo comunicativo, los valores, y demás. Haciendo referencia al componente emocional del profesor, en forma de rasgos temperamentales y su propia competencia emocional que ejerce una influencia importante en el alumno con las interacciones diarias en el contexto educativo, donde ese temperamento puede producir determinados comportamientos en los alumnos.

En este escenario, un factor importante entre el profesor y el alumno es la empatía, es decir “ponerse en los zapatos del otro” y puede constituirse en un modelo de habilidades empáticas para que aprenda a escuchar, entender, comprender, valorar y asumir los estados emocionales y afectivos que los compañeros sienten.

La práctica del docente frente a grupo es fundamental ya que dentro del aula, en su desempeño, es esencial al igual que el programa de la materia, pues los estudiantes perciben el apoyo emocional del maestro en la práctica y en la actividad de la asignatura, se regulan las emociones y presentan menores niveles de agresividad de acuerdo a la formación emocional del profesor que constituye un componente en el desarrollo emocional de los alumnos.

Según Rodríguez de Ibarra (2007), las estrategias para la enseñanza de la Inteligencia Emocional por parte del docente hacia sus alumnos deben iniciarse teniendo calma, controlando el tono de voz, hablando con respeto, fomentando el decir “gracias”, “por favor”. Respirar profundamente cuando el maestro se encuentre enojado será fundamental para enseñar con el ejemplo.

Para el desarrollo de competencias emocionales, Chabot y Chabot (2009) indican que existen cuatro categorías que se encuentran implicadas en el éxito o fracaso del aprendizaje del alumno, éstas son:

–    Comunicación interpersonal: es la base de cualquier relación humana, ya que los individuos se comunican tanto verbal como corporalmente.
–    Motivación: es el impulso o motor que se desarrolla en el individuo para lograr el fin u objetivo, ya sea intrínseca o extrínsecamente.
–    Adaptabilidad o autonomía: es el ajuste que realiza el individuo para lograr un cambio.
–    Gestión personal: es la planificación, la organización, la dirección y el control que realiza el ser humano para alcanzar las metas deseadas.

Respecto a la evaluación del desarrollo de la Inteligencia Emocional en los alumnos, Chabot y Chabot (2009) mencionan que en el ámbito educativo se han empleado tres enfoques para evaluarla, éstos son:

1.    Los instrumentos clásicos de medidas basados en cuestionarios o exámenes tradicionales, o auto-informes  cumplimentados por el propio alumno.
2.    La evaluación de observadores externos con formatos de cuestionarios para ser rellenados por los compañeros del alumno o el propio docente.
3.    Las medidas de habilidad de ejecución de Inteligencia Emocional, compuesta de diversas tareas emocionales que el alumno debe resolver. (Chabot y Chabot, 2009).

CONCLUSIONES
De acuerdo a lo expuesto con respecto a la Educación Emocional, el docente frente a grupo tiene el compromiso de guiar y formar alumnos de acuerdo a la proyección que emane hacia cada uno de ellos, reflexionando sobre la realidad cotidiana del educador y formador con las herramientas pedagógicas y profundizando más en la pedagogía emocional.

Es por ello que se deben tomar en cuenta las condiciones necesarias y metodologías de aprendizaje que favorezcan la cooperación, el desarrollo, la colaboración y la reflexión personal sobre su actuar tanto del docente, como del alumnado para la búsqueda de posibilidades, como el diálogo que lleva a una relación interpersonal eficaz, de ayuda mutua en el fomento y desarrollo de emociones positivas con la finalidad de que el alumno se dé cuenta de sus potencialidades y se desarrolle con seguridad a través del fomento de la Inteligencia Emocional, tomando en cuenta los cinco aspectos que la constituyen: la autoconciencia o conocimiento de las propias emociones; el autocontrol o manejo de las emociones; la automotivación; la empatía o reconocimiento de emociones en los demás y el manejo de las relaciones interpersonales o habilidad social.

El docente también debe asumir su responsabilidad de autoanalizarse sobre la actitud que transmite frente al grupo y desarrollar las potencialidades en cada uno de sus alumnos como modelo y promotor emocional; cuyo objetivo es desarrollar competencias emocionales, teniendo regulación emocional, autogestión, manejo de la inteligencia interpersonal e intrapersonal, así como habilidades para la vida, ser un profesor debidamente preparado y actualizado para dar respuesta a los retos de la vida actual.

BIBLIOGRAFÍA
Bisquerra, R. (2000). Educación Emocional y bienestar. Barcelona: Ciss Praxis.

Carrillo, R. (2001). Cómo desarrollar la inteligencia motivacional, el motor que activa tu inteligencia emocional. México: Pax.

Chabot, D. y Chabot, M. (2009). Pedagogía Emocional, Sentir para aprender, Integración de la Inteligencia emocional en el aprendizaje. México: Alfaomega.

Fernández Berrocal, P. y Extremera, N. (2004). El uso de las Medidas de Habilidad en el ámbito de la Inteligencia Emocional. Ventajas e inconvenientes con respecto a las medidas de auto – informe. Boletín de Psicología, 80.

Fernández-Berrocal, P., Extremera, N. y Ramos, N. (2004). Validity and reliability of the Spanish modified version of the Trait Meta-Mood Scale. Psychological Reports, 94, 751-755.

Goleman, D. (2007). La Inteligencia Emocional, Por qué es más importante que el Cociente Intelectual. México: ZETA.

Mayer, J. D. y Cobb, C. D. (2000). Emotional policy on emotional intelligence: the case for ability scales. En Bar-On, R. y J. Parker, D. A. (Eds.). The handbook of emotional intelligence. San Francisco: Jossey Bass.

Rodríguez de Ibarra, D. (2007). Las 3 Inteligencias: Intelectual, Emocional y Moral, Una guía para el desarrollo integral de nuestros hijos. México: Trillas.

Vallés, A. (2007). Inteligencia Emocional para la Convivencia Escolar. EOS Gabinete de Orientación Psicológica.

El rol del docente en la educación emocional. Año 3. Número 8

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