Deserción escolar. Algunos modelos de retención para el nivel superior. Edición Especial No. 4

Autora: Diana Briseida Blanco Robledo.

RESUMEN

Una de las grandes problemáticas a las que se enfrenta nuestro sistema educativo es el alto índice de deserción escolar. En este trabajo se analiza el fenómeno desde el ámbito del nivel superior, entendiendo la magnitud de su definición, conociendo los distintos discursos con los cuales se presenta, y analizando algunos de los modelos de retención que se han generado en la búsqueda de una mayor persistencia estudiantil, en especial el modelo del estadounidense Vincent Tinto.

PALABRAS CLAVE: Deserción, retención, persistencia, estudiantil, Vincent Tinto.

INTRODUCCIÓN
En 2013, la OCDE señaló que en México tan sólo 24% de los jóvenes de aproximadamente 20 años se encuentra matriculado en el nivel superior. Este porcentaje nos habla de una mayoría que no ha tenido acceso a la universidad, o bien que pertenece a los altos índices de deserción señalados por el IESALC que arroja un porcentaje de 50%.

La OCDE (2013) también mostró que la tasa de matrícula en los programas universitarios de nuestro país aumentó 10% del 2000 al 2011 (de 24 a 34%), y aunque podríamos sentirnos optimistas ante dichas cifras, deberíamos antes respondernos las siguientes preguntas: ¿Cuántos de estos jóvenes llegarán a concluir sus estudios de nivel superior? ¿Podremos ver reflejado ese aumento de 10% en los índices de eficiencia terminal (ET)?

No se puede hablar de calidad en la educación de nuestro país si no se ataca de manera puntual la problemática de deserción, revirtiendo los bajos índices en un aumento considerable de retención por parte de las universidades e Instituciones de Educación Superior (IES), y teniendo como resultado el aumento de los porcentajes de eficiencia terminal. Este aumento no se logrará si no va precedido de una inteligente estrategia contra la deserción escolar. Es por eso que en este artículo se realiza un breve análisis de las circunstancias que acompañan el fenómeno, así como los modelos de retención más importantes, con la intención de que se logre una mayor comprensión de la deserción en el nivel superior.

DESARROLLO
La deserción escolar es la pérdida de un alumno del programa curricular al que se había inscrito, esta puede ser total o parcial. Los investigadores del tema coinciden en que no se puede hablar del fenómeno sin abordar las aportaciones realizadas por el sociólogo Vincent Tinto quien señaló al alumno desertor como el estudiante del nivel medio superior de una carrera o de nivel de posgrado que comunica a la universidad su intención de abandonar los estudios, o que durante dos años sucesivos no realiza ninguna inscripción ni acreditación de materias (Zúñiga Vázquez, 2006).

Donoso y Schiefelbein (2007) señalan la deserción como un abandono anticipado de los estudios y afirman que el alumno desertor suele tener antecedentes de repitencia en diversas materias, estos mismos autores indican que Spady (1970) definió la deserción como el producto del déficit de integración del estudiante al contexto universitario y sus demandas.

Algunos autores como Castaño, Gallón, Gómez y Vázquez, 2004 (en Pineda y Pedraza, 2011) dividen su definición dependiendo del momento en que se realiza, categorizándola en precoz, temprana y tardía, siendo la primera la que genera debate, ya que se considera que no se puede hablar de una deserción precoz si el joven aún no se ha matriculado en la universidad. Si el abandono se produce durante los cuatro primeros semestres de la carrera se hablará de deserción temprana, y de tardía cuando el estudiante abandona su proyecto educativo del quinto semestre en adelante.

Las autoras Pineda y Pedraza (2011) también definen el término abordándolo a partir de tres circunstancias: la temporalidad, dependiendo del momento en que se produce y el tiempo que dura (temporal o definitiva); el alcance, es decir, si la deserción se debe al abandono o cambio de sistema, a un abandono institucional, o a una desvinculación del sistema educativo; y los mecanismos de abandono, es decir, si fue una decisión voluntaria o involuntaria por parte del alumno.

Tinto (1989) señaló que independientemente de la temporalidad en que se produzca, la deserción posee al menos tres perspectivas desde las cuales debe ser examinada de acuerdo a las partes involucradas: los estudiantes que abandonan la institución, el funcionario universitario y sus métodos para intentar reducir el abandono, y los responsables estatales o nacionales quienes deben de formular las políticas adecuadas para combatirlo.

Desde el punto de vista individual es primordial entender que el significado de que un estudiante abandone una institución puede ser opuesto al panorama institucional, es decir, lo que para la universidad significa fracaso para el alumno puede ser un paso importante para lograr una meta de tipo personal. Tinto (1989) señala que para poder definir la deserción desde esta perspectiva se debe hacer referencia a las metas y propósitos que tiene el estudiante en el momento de incorporarse al sistema de educación superior, no teniendo que ser absolutamente claras para el joven y teniendo siempre en cuenta que estas pueden cambiar durante su trayectoria estudiantil. El abandono no siempre significa fracaso ya que en ocasiones el alumno se da de baja para incorporarse a otra institución más acorde a sus necesidades. A esto se añade que la decisión de permanecer en el sistema se vincula de manera directa con las experiencias de la persona en la institución, no tan sólo en cuanto a las metas y objetivos sino también con sus habilidades de interacción entre sus pares.

El estudiante que decide abandonar la universidad deja libre una vacante que pudo ser utilizada por otro joven que sí deseaba inscribirse o continuar sus estudios, esto implica un problema de índole financiero para la institución, siendo mucho más severo para las IES privadas, donde la colegiatura o mensualidad que se recibe es parte de un presupuesto que se ve mermado debido a la baja en su matrícula. Es deber de la universidad definir muy bien la causa de la deserción, ya que esta puede ser el resultado de una falta de políticas institucionales adecuadas.

La última perspectiva desde la cual observar la deserción es la estatal o nacional que tiene al menos dos problemáticas. La primera se refiere a cómo definir si se produce una deserción o no, ya que un estudiante puede darse de baja en una institución pública para inscribirse en otra del mismo tipo, transitar hacia una privada, o bien matricularse en otro estado. La segunda problemática es sin duda la falta de políticas públicas adecuadas en el que tengan espacio los grupos minoritarios.

No se pueden definir las causas de la deserción si no se abordan las variables que pueden favorecer o afectar al alumno. Estas variables repercutirán de manera directa en sus resultados como estudiante. Garbanzo Vargas (2007) ha agrupado en tres los factores asociados al rendimiento académico, denominando los determinantes en individuales, sociales e institucionales. Según la autora estas pueden ser de orden cognoscitivo, social o emocional y las categoriza de acuerdo a aquello que influye de manera interna como persona, en lo relacionado al capital cultural con el cual se ha crecido, y con todas aquellas situaciones generadas en la propia universidad.

Dentro de los determinantes individuales destacan la competencia cognitiva, el autoconcepto académico, y la autoeficacia percibida en el alumno, entre otros. La asistencia a clase, la formación académica previa y la nota de acceso a la universidad también constituirá uno de los mejores indicadores. La autora señala los estudios realizados por Toca y Tourón (1989) en los que se comprobaron que los países cuyos procesos de selección e ingreso a los IES son más completos y detallados, presentan menores índices de deserción estudiantil. Carrión (2002) coincide con los dos anteriores afirmando que la nota de acceso es fundamental e indicando así que los exámenes de ingreso desempeñan un papel relevante. Montero y Villalobos (2004) coindicen con las afirmaciones de Carrión (Garbanzo Vargas, 2007).

Los determinantes sociales interactúan e influyen de manera significativa en la vida académica del estudiante. Es claro que las desigualdades sociales y culturales condicionan los resultados educativos de los alumnos. El entorno familiar será una de las variables fundamentales a analizar ya que el ambiente que el estudiante viva en su casa se verá reflejado en la motivación, la percepción de las competencias y las atribuciones de éxito escolar. Está comprobado que los comportamientos de los padres al igual que el grado académico cursado (sobre todo el de la madre) tendrán una clara influencia sobre sus hijos. La segunda variable que define la autora se refiere al capital cultural, que es el conjunto de elementos y circunstancias con las que el alumno cuenta en su propia familia y casa que contribuyen o no a mejorar su ámbito educativo, como lo pudiera ser el acceso a internet o la cantidad y tipo de libros que se poseen en el hogar. El último indicador social son las variables demográficas, es decir, la zona geográfica de procedencia, o aquella que se tiene durante el ciclo lectivo.

Las determinantes institucionales se refieren a todas aquellas situaciones y normas propias de la universidad que pueden influir en el rendimiento académico del estudiante, ya que están relacionadas con variables que pueden ser establecidas, controladas o modificadas, como son la carrera que el alumno ha elegido y la dificultad de las materias que componen su programa curricular; condiciones institucionales (horarios de clase, tamaño de grupo, condiciones de acceso); servicios institucionales de apoyo (becas o apoyos financieros, servicios médicos, psicológicos, tutorías); ambiente estudiantil, relaciones de estudiantes con el profesorado; y pruebas específicas de admisión.

Garbanzo Vargas aseveró que la relación que se suelen dar entre las variables, por más incidencia que parezcan tener, no se debe generalizar, ya que los resultados pueden variar según el conjunto de interacciones entre sí, tan distintas como el número de poblaciones que se estudien y sus contextos.

Pineda y Pedraza (2011) afirman que otros autores que también han analizado la presencia de factores asociados son Swail, Redd y Perna (2003) y Guzmán et al. (2009).

La perspectiva contraria al fenómeno de deserción escolar es la retención y la persistencia. Aunque en variadas ocasiones estos términos son usados de manera indistinta la diferencia entre uno y otro es evidente, ya que la retención está relacionada con todos aquellos parámetros que la IES debe de proveer y promover a sus alumno para lograr una eficiencia terminal (ET), y la persistencia se relaciona con una postura del estudiante para desarrollar una serie de habilidades que le permitan permanecer en la universidad con la cual se ha comprometido.

Berger y Lyon (2005, en Torres Guevara, 2007) identifican a Estados Unidos como el país pionero en los estudios del tema y en la creación de enfoques teóricos y modelos de retención, señalando que fue iniciando 1930 cuando se realizaron algunos estudios sobre mortalidad (es decir el número de alumnos que abandonan la institución) y retención estudiantil, pero es hasta la década de 1970 cuando se comienzan a encontrar estudios sistemáticos, siendo Feldman y Newcomb´s (1969) quienes analizaron el impacto que producía en los estudiantes su ingreso a la educación superior.

Donoso y Schiefelbein (2007) señalan que es hasta mediados de 1970 cuando los temas de deserción y repitencia dominaron el ámbito educativo, generándose no sólo un conocimiento teórico, sino una serie de modelos diseñados para fortalecer la retención.

Dichos modelos son observados desde distintas perspectivas y son Cabrera, Castañeda y Nora (1992) y Braxton Johnson y Shaw- Sullivan (1997) (todos en Donoso y Schiefelbein, 2007) quienes proponen cinco categorías para clasificar sus enfoques y las variables explicativas fundamentales, ya sean personales, familiares o institucionales.

1.- Modelo Psicológico
Encontramos un modelo propuesto por los autores de la TRA (conocida como Teoría de la acción razonada) Fishben y Ajzen, en el cual sostienen que las creencias y actitudes de un individuo influyen de manera directa en su comportamiento, el cual es afectado por las conductas previas, las actitudes y las normas subjetivas (Sfefani, 1993). Su modelo se basa en fortalecer la intención inicial que tenía el estudiante en el momento de ingresar a la institución.

Estos psicólogos tendrán influencia sobre Atináis y Ethington. Atináis (1986) amplía el modelo aportando que la intención del estudiante de permanecer o no en la universidad va a ser el reflejo de su percepción de la vida universitaria una vez que ya está dentro de ella (Donoso y Schiefelbein (2007).

Ethington se apoya en los modelos de Fishben y Ajzen y en el de Atináis y basándose en la teoría sobre “las conductas del logro” de Eccles et al. (1983) realiza una nueva propuesta. Señala que tanto los valores como las expectativas de éxito influyen en la persistencia del alumno. Es decir, que la idea que tiene el estudiante de sí mismo y de su capacidad y habilidades para enfrentar problemas arrojará como resultado su persistencia o deserción (Himmel, 2002).

2.- Modelo Sociológico
Los modelos de retención analizados desde la perspectiva psicológica dieron lugar a que se estudiaran desde otras perspectivas generándose así el modelo sociológico. La propuesta más reconocida fue la realizada por Spady en 1970. Su principal influencia fue Durkheim con su teoría del suicidio, sosteniendo que ese mismo tipo de integración o ruptura en el ambiente institucional afecta directamente la retención de los alumnos en la universidad. El autor afirma en su modelo que los antecedentes familiares son la principal influencia de la capacidad académica del estudiante así como de su integración a las normas de la institución (Donoso y Schiefelbein, 2007).

3.- Modelo Económico
Si el estudiante al realizar un análisis costo-beneficio percibe que es mayor el económico obtenido de actividades alternas a los estudios universitarios, decide retirarse e invertir su tiempo y sus capacidades en dichas actividades. Donoso y Schiefelbein (2007) señalan que los modelos económicos están enfocados a los grupos que presentan limitaciones reales para permanecer en el sistema y que como lo señalan Cabrera, Nora y Castañeda (1993), estos subsidios buscan lograr un impacto en la equidad.

4.- Modelo Organizacional
Este modelo se basa en las características de la institución y los servicios que esta ofrece al estudiante. Son fundamentales la calidad de la docencia y el ambiente del aula, además de todos los beneficios que el alumno puede obtener por parte de la universidad, como son ayuda psicológica, programas de cultura y deportes, cobertura médica.

Dentro de estos modelos podemos encontrar el de Bean, quien basado en el modelo de Tinto (que será analizado posteriormente) incorpora el modelo industrial de rotación en el trabajo. Tinto (1986) identifica estos modelos como especialmente atractivos para los planificadores institucionales que buscan una mayor efectividad institucional.

5.- Modelo Interaccionista (o interaccionales)
Se refieren a la interacción dinámica que se da entre el ambiente y los individuos. El modelo más complejo dentro de esta perspectiva es el de Vincen Tinto, pero también podemos encontrar el de Pascarella y Terenzini (1985), quienes sostienen que el estudiante se ve influido por cinco aspectos: antecedentes y rasgos preuniversitarios, características estructurales y organizacionales de las instituciones, entorno institucional, interacción con agentes de socialización y calidad, y esfuerzo del estudiante (Donoso y Schiefelbein, 2007).

El modelo de Waidman (1989) incluye los factores psicológicos del alumno antes de ingresar al nivel superior y pone énfasis en los cambios no cognitivos (Donoso y Schiefelbein, 2007).

Zúñiga Vázquez (2006) menciona una clasificación realizada por Tinto (1989) sobre los modelos de retención realizados por diversos autores, en la cual señala cinco enfoques teóricos sobre la deserción. En este punto Donoso y Schiefelbein coinciden con Tinto en las teorías psicológicas, económicas, organizacionales e interaccionistas, difiriendo en la categoría que Tinto nombra teorías ambientales.

Las teorías ambientales son el extremo opuesto a las teorías psicológicas ya que enfatizan el impacto que tienen sobre el estudiante las fuerzas sociales y económicas. Una variante de estas son aquellas llamadas societales, las cuales consideran que el éxito o el fracaso de los estudiantes es modelado por las mismas fuerzas que moldean el éxito social en general (estatus social, raza, prestigio institucional y estructura de las oportunidades). Dentro de los teóricos sobre este modelo podemos encontrar a Karabel y Pincus quienes opinan que la deserción estudiantil es parte de un proceso de estratificación mucho mayor en donde la desigualdad social y educativa se hace presente. Tinto opina que estas teorías son útiles para cuando se pretende describir tendencias más amplias sobre la problemática de abandono estudiantil de una sociedad en general.

El Modelo de Vincent Tinto
Tinto postuló en 1975 un modelo de deserción (Saldaña Villa y Barriga, 2010) donde los determinantes principales para la persistencia o deserción son el compromiso que el estudiante adquiere con la institución a la cual se matriculó, así como el compromiso propio que posee referente a sus metas de vida en el ámbito académico. Pero estos son directamente afectados por los factores individuales y sociales, así como por el entorno en el cual se desenvolverá dentro de la institución.

Tinto tuvo gran influencia de Astin, quien planteaba que tanto el rendimiento académico como el deseo de permanecer matriculado va a depender del compromiso que la universidad pueda lograr en el alumno, además de la integración que este pueda tener entre sus docentes y sus propios compañeros de grupo. Donoso y Schiefelbein (2007) afirman que Tinto incorporó al modelo de Spady la “teoría del intercambio” propuesto por Nye (1979) basada en que las personas tienden a evitar las conductas que signifiquen el pago de algún tipo, y como consecuencia buscan retribución en los lazos afectivos con las personas, en su interacción y en sus estados emocionales. Mientras más sólido sea el compromiso del estudiante por alcanzar su titulación y por ende el compromiso con la institución, mayor será su rendimiento académico e integración social disminuyendo así las probabilidades de deserción.

Las investigaciones concuerdan en que el fenómeno de la deserción es multifactorial y por consecuencia la persistencia también. En esta se comprometen además de los factores personales aquellas situaciones que fortalecen la relación entre la institución y el alumno. En el modelo de Tinto el fortalecimiento del sistema social (actividades extracurriculares e interacción entre pares) tiene el mismo peso que el robustecimiento del sistema académico.

Tinto menciona (Donoso y Schiefelbein, 2007) que se ha comprobado la relación existente entre la persistencia y el nivel socioeconómico, señalando que el alumno con mayor habilidad y mayor patrimonio socioeconómico tendrá mayores posibilidades de llegar a la eficiencia terminal.

El modelo que actualmente se conoce de Tinto fue propuesto en 1987, perteneciendo a las teorías interaccionistas, mientras el primero respondía a la perspectiva organizacional. Con el esquema se analizan de manera longitudinal los factores principales que influyen en la decisión del alumno en permanecer o desertar de la institución. Se compone de cinco etapas. La primera nos refleja las particularidades con las que el alumno ingresa a la universidad, en las que se influyen factores individuales y sociales.

La segunda etapa se establece a partir de la apetencia académica de cada joven así como de las metas y objetivos de este con la institución. La tercera se refiere a las experiencias institucionales, que el autor divide en dos, Sistema académico y Sistema social, ambas en su parte formal e informal. El primer sistema se refiere tanto al rendimiento académico como a la relación que el alumno logre establecer con sus docentes, mientras el segundo se da a partir de las actividades extraescolares que la institución genere para el estudiantado, así como las relaciones entre sus pares. El apoyo que el alumno sienta que recibe tanto de la institución como de su grupo de amigos es punto central en el modelo. De esta etapa se desprende una cuarta que es donde se establece la integración que se da tanto en la parte académica como social, su resultado generará un nuevo establecimiento de metas y compromisos del alumno. En la quinta etapa Tinto añade que estos pueden ser intervenidos por los compromisos que el alumno haya adquirido en el exterior del ámbito educativo. Estos cinco momentos tendrán como resultado la decisión del alumno de permanecer o no en la institución.

Tinto (1982, en Saldaña y Barriga, 2010) indicó que su modelo dejaba a un lado el factor económico, enfatizando la importancia de observar el fenómeno de deserción de manera longitudinal. El autor señala que los factores que influyen en el abandono durante los primeros ciclos escolares pueden ser totalmente diferentes a la deserción tardía.

En la primera década de este siglo, Vincent Tinto (2005) señaló que tras treinta años de estar trabajando en proyectos a favor de la retención escolar se han aprendido tres lecciones. La primera de ellas habla de la importancia de implementar acciones efectivas y que estas se pongan en práctica, además de demostrar a través de la evaluación la efectividad de dichos programas. La segunda lección se refiere a la necesidad de incluir estos programas dentro del tejido académico de la vida institucional, donde se vea un compromiso por parte del docente, y que se vea reflejado tanto en una reestructuración curricular como en una pedagógica. Y una tercera hace mención a la cuestión fundamental de la equidad, ya que aunque se han visto elevadas las tasas de retención, dentro del fenómeno no se refleja el aumento en los índices de estudiantes con más bajos recursos.

CONCLUSIONES
La estrategia 3.1.5 del PND 2013-2018 (Programa Nacional de Desarrollo del Presidente Enrique Peña Nieto) tiene como fin “disminuir el abandono escolar, mejorar la eficiencia terminal en cada nivel educativo y aumentar las tasas de transición entre un nivel y otro”.

Es evidente que tanto el sistema educativo de nuestro país como las universidades deben enfocar sus esfuerzos en contrarrestar la problemática de deserción, cada uno dentro del ámbito que le compete. A nivel nacional se deben buscar políticas que permitan la inclusión al nivel superior de las minorías y grupos desfavorecidos, pero las IES deberán aplicar programas de retención y revisar sus estatutos con el fin de verificar si estos son favorables a no para los alumnos.

Los modelos de retención analizados en este trabajo nos dan un amplio panorama de cómo se genera la deserción y las situaciones que le rodean, invitando a la búsqueda de programas que puedan ser ejercidos en las universidades. Es importante que antes de poner en práctica alguno de los modelos de retención se analice y contextualice a los estudiantes así como a su institución, teniendo la ventaja de poder modificarlo a las circunstancias propias.

También es importante tener en cuenta que existe una gran cantidad de programas institucionales que benefician al estudiante como son las tutorías, mentorías, monitorías, cursos remediales, entre otros. Se ha comprobado que dichos programas motivan de manera significativa a la persistencia estudiantil.

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