La drogadicción es considera la “única y más sincera salida” de la vida que muchos creen entender. Una sustancia adictiva te da la fuerza que en ti no encuentras y entonces dejas que ella te tome y todo lo controle. Escapar y volar llevan consigo un gran riesgo, pues puede que en el intento se pierda el sentido.
Lo encendí, el olor me hizo saber que todo iba bien.
Inhalé.
Cerré mis ojos y pensé en ti mientras sentía el humo recorrer mis pulmones, pensé en el día que nos cruzamos por primera vez, nuestro primer beso. Pensé en las horas y minutos juntos, en aquella vez cuando huimos y dejamos todo atrás.
Exhalé.
Miré cómo el fuego lento poco a poco lo iba consumiendo, sentí frío y quería llorar… tenía un vacío y el humo lo llenaba, poco, pero lo intentaba. Te extraño, susurré. -No sé cómo hacerle, te echo de menos, te necesito- una lágrima moribunda gritó en la agonía de su caída.
Inhalé.
Imaginaba que mientras el humo estuviera dentro de mí tomaría mis sentimientos y se los llevaría lejos, donde pudieran morir, dejar de lastimarme, dejar de herirme. Entonces noté que la Luna me miraba en total complicidad, comencé a llorar.
Exhalé.
Lo admiré, él estaba allí terminado de existir. Muriendo lento y feliz, cumpliendo con el capricho de verme sentir la felicidad de tener a alguien conmigo.
Inhalé.
Me había mareado un poco, dejé que mi mente se tranquilizara. Apagué mi mirada y sequé una lágrima que brotó de mis ojos. Imaginaba un futuro, donde todo estuviera resuelto. Un mundo donde tú no eras más que una pesadilla que gracias a este había terminado.
Regresé de aquel transe y fue entonces cuando lo vi por cuarta y última vez, exhalé, tomé valor y sin más lo tiré, tirando mi única y más sincera salida.
Suspiré y secando mis lágrimas caminé…
La vida llega en un grito y si no la cuidamos se nos puede ir en un suspiro.
Por Nicole Argudín.
Estudiante de Preparatoria de la Universidad ETAC, Campus Coacalco.
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