Este fin de semana, durante una de las festividades más importantes para los mexicanos, es interesante recordar por qué los visitantes extranjeros y quienes saben de estas tradiciones se asombran el ver a centenares de mexicanos en plazas públicas, panteones, frente a altares honrando y recordando a sus muertos, pero también vistiendo indumentarias que nos recuerdan a personajes “espantosos” que buscan asustarnos y vincularnos con la tradición norteamericana de Halloween.
Octavio Paz, ganador del premio Nobel y uno de los escritores mexicanos más importantes de la historia de nuestro país, escribe al respecto de nuestras formas mexicanas lo siguiente: “EL SOLITARIO mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos. Somos un pueblo ritual” (Paz 2000).
Ante los ojos extranjeros los mexicanos parecemos hacer burla de la muerte, la gente escribe calaveritas burlándose “de la huesuda”, se comen calaveras de azúcar y chocolate que también se usan para adornar los altares en estos días; se encienden velas y veladoras, se canta, se baila, se colocan en las ofrendas las fotos, platillos favoritos y flores coloridas, de Cempazuchitl, para recordar a los muertos de cada familia. Se visitan los panteones. Se festeja la vida honrando la muerte y a los muertos.
Lo impactante de la celebración del Día de Muertos en México es que aunque cambien las generaciones, las circunstancias, los festejos son muy similares, a pesar de los años. “Y esta tendencia beneficia a nuestra imaginación tanto como a nuestra sensibilidad, siempre afinadas y despiertas” (Paz 2000). El origen de nuestros festejos es mesoamericano, principalmente el 2 de noviembre, aunque desde el 1 de noviembre inician los festejos en el Día de Todos los Santos, en alusión a la festividad religiosa y que en México se considera como el día de festejo y recuerdo de las almas de los niños que han fallecido.
Hasta la UNESCO ha determinado que es patrimonio cultural inmaterial lo que ellos denominaron “Las fiestas indígenas dedicadas a los muertos”. Así de importante es este festejo no sólo en nuestro territorio sino en el mundo, al ser un tesoro cultural con que los mexicanos llegamos a los ojos del mundo. “El arte de la Fiesta, envilecido en casi todas partes, se conserva intacto entre nosotros. En pocos lugares del mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México, con sus colores violentos, agrios y puros, sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos que se venden esos días en plazas y mercados.” (Paz 2000). Así que honremos a nuestros muertos y festejemos.
Referencias:
Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. 3ª ed., México, D. F., F.C.E., 2000, 351 págs.
Referencia de la imagen:
https://goo.gl/p6mc7T
