Sabemos que la ciencia se esfuerza por resolver problemas en las distintas áreas del saber humano, como salud, astronomía, agricultura, zoología. Pero también desequilibra la balanza. Como el caso de la multinacional estadounidense productora de agroquímicos que controla 99% de las semillas genéticamente modificadas y productos como aspartame no calórico que causa daños graves destruyendo áreas vitales del cuerpo humano, esta sacarina produce cáncer de vejiga, hormona de crecimiento bovina que provoca cáncer de mama, de colon y próstata en los humanos que la consumen.
También ocurre con los cultivos de maíz, algodón, soya y canola, manipulados genéticamente, que ponen en peligro las semillas del futuro, ya que donde se cosechan las modificaciones a la tierra las torna infértiles.
Es aquí donde la ciencia juega del lado del mal, ya que hay una doble intención por parte de la ciencia, ayuda para tener endulzantes que no engorden, animales con más carne para alimentar a más personas, pero también el consumo de estos alimentos afecta de manera grave la salud del ser humano.
Quimio estelas o manipulación del clima y el tiempo atmosférico son emitidas por aviones militares en pruebas de armas experimentales, para controlar el clima.
En otras ocasiones los aviones son contratados por empresas de fumigación donde las sustancias arrojadas son metales pesados como aluminio y bario. El daño que provocan estas sustancias es el envenenamiento del agua, el aire y provocan Alzheimer, migrañas y alergias.
Del lado del bien los testimonios de las empresas ante estas estelas es que buscan aminorar los efectos del calentamiento global.
En estos ejemplos la ciencia busca una mejor calidad de vida, llegar a abastecer a toda la población del alimento necesario pero con modificaciones disfrazadas de buenas intenciones que generan daños irreparables a los ecosistemas y al organismo humano.
Entonces la ciencia juega al bien facilitándole la vida a la humanidad o al mal vendiéndole productos que acaban con su vida, destruyen su salud, sólo por la ambición de hacer crecer económicamente sus empresas, creando enfermedades, fabricando alimentos químicos para prolongar la vida o destruyéndola por su contenido de productos químicos.
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Por Haydee Itzel Guendulain Martínez.
Estudiante de Universidad ETAC, Coacalco.
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