El juego como estrategia didáctica para promover ambientes escolares humanizantes. Edición Especial No. 6

Autor: Marco Antonio Constantino Aguilar.

RESUMEN

En el presente artículo se argumenta, a manera de análisis, la necesidad de vivir en espacios humanizantes, caracterizados por el reconocimiento de los otros en uno mismo. Para ello se plantea al juego como una estrategia didáctica a desarrollar dentro del aula.

PALABRAS CLAVE: Derechos Humanos, cosificación, educación, juego, estrategia, didáctica.

INTRODUCCIÓN

La escuela es un medio para la socialización y la principal promotora de la reproducción de la cultura y el docente es el principal agente experiencial de la vivencia de espacios humanizantes. Por ello en este texto se presenta al juego como una estrategia didáctica hacia la humanización, no sólo porque contribuye a los procesos de socialización, integración, aceptación entre iguales, sino porque permite identificar la otredad y la empatía psicoemocional entre las personas.

Todos los días la gente pretende que sus Derechos Humanos sean respetados; esto genera desarrollo y paz social. Ejemplos de ello son el caso Tlatlaya, Ayotzinapa, entre otros. Así, en México, los diversos grupos sociales exigen a las instituciones gubernamentales recobrar su dignidad ante la óptica de la realidad pública, de tal suerte que las personas coexistan ante el ideal de la esperanza de vida ciudadana pacífica y armoniosa.

A saber, no se trata de culpar las omisiones históricas gubernamentales ni de culpabilizar a la población por no ser protagonista en el ejercicio de sus derechos, traducido esto en la actitud de cerrar los ojos ante la realidad de lo que acontece en el país. Es decir, culpabilizar a unos u otros no resuelve el problema de la falta de reconocimiento humano entre individuos. Ante esta condición las personas sienten una profunda frustración al asumir estas circunstancias y al esperar confiados que los demás tarde o temprano asuman sus responsabilidades para beneficio de todos. No asumir la responsabilidad de cada uno forma parte de un esquema cultural, nacional, histórico.

Actualmente, la sociedad mantiene un fuerte apego a la apariencia, como si los individuos ajustaran su personalidad ante las presiones del mercado. “La humanidad vive una época de consumo desenfrenado. Consumismo, le llaman. Es comprar por comprar. O comprar cuando no se necesita. O comprar porque se cree que tener es la llave de la felicidad. Es una época de frustración permanente para personas educadas en el culto de lo material” (José Mujica citado por Rabuffetti, 2015).

Aunque el término felicidad es ambiguo y obedece a una misma esencia: vivir el sentido del “ser”. Siempre cuestionándose ¿por qué? y ¿para qué? de la existencia humana ya que la actual cosificación se traduce en la necesidad de obtener las mercancías suficientes para justificar el día a día de las personas, como si los individuos fueran preparados para buscar al “ser cosificado”, contrario a la idea de enaltecer al ser humano, al que edifica, emancipa, tolera, engrandece con el reconocimiento de la necesidad de los otros. La cosificación hace que el hombre pierda su identidad ante lo humano frente a lo que obtiene del mercado de las cosas.

De tal suerte que ante esta realidad cosificadora se vive una época de Neurosis Noógena descrita por Víctor Frankl (1994), caracterizada por la idea de un eterno conflicto humano: “que no nace entre impulsos e instintos de las personas, sino más bien de los conflictos entre principios morales entre ellos”; “en otras palabras, de los conflictos morales o expresado en términos más generales, de los problemas espirituales, entre los que la frustración existencial suele desempeñar una función importante”. Es decir, las personas ante este miedo existencial buscan sosiego en las cosas materiales, aunque con ello no con sigan plena satisfacción.

Bajo la tendencia cosificadora y en contraste con la tendencia espiritual de la existencia humana, el individuo pierde la unidad del todo como conciencia. Tal parece que las personas están viviendo lo que Nietzsche planteaba, interpretado por Hoyos Vásquez (2008): “Si Dios ha muerto, si el fundamento último ha desaparecido, entonces todo es contingente, ya no queda nada a lo que el hombre pueda atenerse y por lo que pueda guiarse. Ya no hay ni arriba ni abajo, ya no hay horizonte. No hay puntos de referencia, ya no hay centro ni valores últimos y absolutos respecto a los que el “yo” pueda construir su identidad y dar sentido a su vida”.

En otras palabras, toda la grandeza del ser humano se ha reducido a la búsqueda de la riqueza material instantánea y efímera de su existencia, aunque con ello se envilezca o caiga en un estado primitivo de eterna búsqueda de sentido de la existencia, mediante lo banal que no enaltece el espíritu humano.

Ante esto Fromm (2006) describe: “es fácil observar como la humanidad ahora vive un mercantilismo como principio rector, esto significa que no ha tenido tanta aceptación a través de la historia como la vida de esta época, aun más, se ha convertido en una filosofía de vida, de tal forma que todo se selecciona pensando y actuando ante el mercado”.

De la misma manera, para Fromm (2006): “Tener en vez de ser” implica la pérdida del yo (self) ante la intensificación del mercado, se manifiesta por una sensación de vacío y por un deseo permanente de adquirir. Estas quizá sean algunas de las experiencias humanas cotidianas que se perciben con cada contacto entre las personas.

 

DESARROLLO

Ante lo anterior no se trata de encontrar culpables en la sociedad, sea la familia, las instituciones, la escuela y sus agentes educativos. Pero no debe perderse de vista que la escuela atiende a las presiones sociales y del Estado mientras socializa y promueve los valores culturales de la sociedad.

En la escuela, los individuos aprenden e interiorizan los elementos socioculturales de su naturaleza, los integran a la estructura de su personalidad, bajo la influencia de costumbres y agentes sociales significantes, y se adaptan al entorno social donde deben vivir (Rocher, 2006).

Ladd y Lipset (1978) plantean que la institución educativa en su función socializadora está ideada para reproducir el sistema de clases. En otras palabras, la escuela nació y existe para reproducir la cultura y para salvaguardar la hegemonía de la sociedad.

Por otro lado, la escuela para Althusser, creador del modelo de reproducción, en su trabajo “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado” (1975) era la forma en que éste asegura la dominación capitalista a través de los aparatos represivos e ideológicos del Estado. La función de ellos ocurría mediante la ideología. Pero ambos tenían el mismo objetivo: asegurar la dominación capitalista.

Así pues es evidente que en todo proceso económico-social la escuela ha cumplido distintos papeles ante la formación del individuo, ciudadano o simplemente en la adecuación de las personas a las necesidades sociales. Así, en el modelo capitalista, la escuela sirve como medio de persuasión social.

Hoy, teóricamente, se dice que la educación está basada en la psicología humanista, de tal suerte que se pondera el cumplimiento de las necesidades más genuinas de la naturaleza humana: el derecho a la vida, al desarrollo de la personalidad, las emociones, los sentimientos, aunque esto sólo sea una idea; idea que puede vivir en el terreno de la imaginación humana y no en lo tangible. Es decir, por más que el hombre se esfuerce por describir dialécticamente su existencia, simplemente se queda en palabras.

En este sentido lejos de que el modelo educativo busque espacios de reconocimiento de los otros como iguales, promueve ante el ojo humano un proceso deshumanizante, caracterizado por la pérdida de sentido de la persona humana, donde sólo se es cuanto se posee y se tiene valor si las personas actúan como mercancías, en un mercado guiado por las modas.

Ante esto, se está ante la posibilidad descrita por Savater (2012) al decir que: “son tiempos de reconocer la desgracia humana y su desamparo, cuando se dice que alguien es una “persona humana” (…) lo que en principio es una tontería porque todos somos iguales como humanos, significa que se es sensible a la vulnerabilidad de los demás, que no les trata como si fueran de goma”.

Así mismo cabe preguntarse, ante este panorama poco favorable para el ser humano cosificador, ¿quién le mostrará el camino de vivir como ser humano, sin ataduras, sin cargas, sin nada que lo distraiga de su existencia? Sigue siendo el docente uno de los que debe asumir el papel protagónico en el desarrollo de espacios humanizantes.

El juego en el espacio educativo

Aquí se propone que sea a través del juego como el docente (Mariotti, 2010) forme espacios humanizantes para rescatar la actitud lúdica humana que nunca debe de dejarse de lado u olvidada, en especial en aquellos que tienen la responsabilidad de formar. Se sabe que el juego no implica la adquisición de componentes conceptuales sistemáticos pero es un excelente medio para incentivar el interés y predisponer el ánimo hacia el aprendizaje entre personas de todas las edades. Ante esta riqueza lúdica pedagógica del juego, el docente puede usarla junto con el currículum oficial, debe darle importancia pues no es una pérdida de tiempo, ni es sólo juego, es conformación de una identidad humanizada.

Para Sanuy (1998): “la palabra juego, proviene del término inglés “game” que viene de la raíz europea “ghem” que significa saltar de alegría (…) en él mismo se debe brindar la oportunidad de divertirse y disfrutar al mismo tiempo en que se desarrollan muchas habilidades”.

Para Montessori el juego es una actividad lúdica para alcanzar fines específicos, por lo tanto el juego no sólo se utiliza como aspecto lúdico social en los espacios escolares sino como un medio de enaltecimiento humano.

En muchas ocasiones, el docente desconoce los alcances del juego como herramienta didáctica para promover espacios humanizantes y por ende climas escolares donde se aprecie la aceptación de los demás.

El juego como estrategia didáctica en espacios escolares se puede utilizar en cualquier nivel o modalidad escolar. Por lo general el docente lo utiliza muy poco porque desconoce sus múltiples ventajas. El juego que tiene una intencionalidad educativa se proyecta y se vive en procesos que van desde la reflexión a la materialización de símbolos de los saberes humanos; el juego implica sonreír, integrar a los otros en los espacios individuales, socializar las intenciones y sentir las necesidades de los iguales.

El juego como sinónimo de diversión dentro del aula debería provocar en el docente una sensación de alegría, un estado de placer, debido a que implica un proceso de crecimiento humano de sus alumnos. Cuando el docente ve al juego como algo más que una estrategia didáctica está visualizando la extraordinaria riqueza que conlleva, no sólo como medio de comunicación, sino como incitador de aprendizajes verdaderamente humanos.

Cuando el juego entra en el aula permite al estudiante desarrollar sus propias maneras de aprender. Con el juego el docente deja de ser el centro del conocimiento para ser uno más de los elementos del juego dentro de los procesos de enseñanza-aprendizaje. Ante esto se está en la posibilidad de estimular a los alumnos para construir su propio aprendizaje y elaborar su propio sentido de vida.

En este sentido, el juego debe ser orientado para crear en los alumnos la necesidad de de vivir una vida completamente humana, en el reconocimiento de los otros como iguales, en reconocer la necesidad de enaltecer al ser que pretende trascender hacia la belleza de su espíritu.

 

CONCLUSIONES

Para finalizar, es importante reconocer que el concepto de cosificación gobierna actualmente las relaciones humanas, de tal suerte que no sólo impone una estructura mental en los individuos caracterizada por la necesidad de ver en el mercado un estado de felicidad sino que consiste en una manera de justificar la existencia en el tener cosas, aunque con ello se tenga que “hipotecar” la integridad de las personas.

Ante esta problemática es de suma importancia resaltar el lado humanizante de las personas, enaltecer las virtudes humanas, reforzar la dignidad personal. Sólo así se puede estar en el camino de la apertura descosificante para reorientar la existencia humana.

El juego ofrece una posibilidad de cambio. Sólo basta con observar a los alumnos esperando el tiempo de recreo o receso en la escuela, lo primero que hacen de forma natural es jugar entre ellos, generando con esto lazos de amistad y diversión. Sin embargo, en cuanto asumen un papel de personas de mayores responsabilidades este tipo de actitudes cambia: se “hacen grandes o crecen” y pierden paulatinamente esta oportunidad humanizante.

El juego ayuda a desarrollar la necesidad de cooperación, estimula las socialización y la conducta prosocial, psicoemocional y educativa del alumno durante todo su desarrollo. La actitud y aptitud que asume un niño ante el juego se acerca a lo real de los espacios escolares humanizantes. Es especial porque se pasa de ser un individuo a reconocerse como ser humano.

Como consecuencia de todos los argumentos aquí expuestos, es de suma importancia contar con una nueva estructura del currículum escolar enfocada hacia el juego, de tal manera que los saberes sean propiciados hacia los horizontes de los aprendizajes significativos en donde se reconozca el aspecto humano sobre todas las habilidades, para hacer de los alumnos mejores seres humanos en concordancia con su capacidad de autocuestionarse ante el verdadero sentido de la vida.

 

BIBLIOGRAFÍA

Fernández Palomares, F. (2006). Sociología de la Educación. Madrid: Pearson/ Prentice Hall.

Frankl, V. E. (1994). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder.

Fromm, E. (2006). Ética y psicoanálisis. México: FCE.

Hoyos Vásquez, G. (2008). Don Nicolás Gómez Dávila pensador español y reaccionario auténtico. Arbor, 184(734):1085-1100.

Horton, P. B. y Chester, L. H. (1990). Sociología. México: McGraw-Hill.

Ladd, E. C. Jr. y Lipset, S. M. (1978). Technical report, 1977 survey of the American professoriate. Social Science Data Center, University of Connecticut.

Mariotti, F. (2010). Diarios de juegos. México: Trillas.

Rabuffetti, M. (2015). José Mujica. La revolución tranquila. México: Aguilar.

Rocher, G. (2006). Un bilan du Rapport Parent: vers la démocratisation. J.-M. Tremblay.

Sanuy, C. (1998). Enseñar a jugar. España: Marsiega.

Savater, F. (2012). Ética de urgencia. México: Ariel.

Silva García, J. (2006). El humanismo de Erich Fromm. México: Paidós.

El juego como estrategia didáctica para promover ambientes escolares humanizantes. Edición Especial No. 6