Las sociedades contemporáneas han evolucionado a tal punto que sus dietas tradicionales lo han hecho también. Actualmente, la antigua dieta mediterránea (compuesta sobre todo por frutas, verduras y cereales) ha dado paso a una donde la carne es el principal protagonista de las mesas, en detrimento de las frutas, las verduras, las legumbres y las hortalizas.
Estos cambios, que a simple vista parecen “modernos” y “civilizados” son no sólo malos para la salud del ser humano sino del planeta mismo. Primeramente las repercusiones son en el índice de masa corporal de las personas, problemas de obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades coronarias y algunos tipos de cáncer.
En segundo lugar está la afectación al planeta. Un mundo que requiere cada vez más carne para la sobrevivencia o el simple deseo de alimentación de sus habitantes, provoca mayores emisiones de gases de efecto invernadero y la matanza indiscriminada e inhumana de cada vez más especies animales.
Actualmente la producción de alimentos libera más del 25% de los gases de efecto invernadero y destruye infinidad de hábitats de diversas especies en todo el mundo.
Uno de los grandes problemas parece ser la producción excesiva de carne. Para generar un kilo de ella se requieren entre 500 y 1000 kilos de cereales.
Una solución será disminuir esta ingesta cárnica y acudir más a los mercados locales y consumir alimentos de la región donde se vive pues esto reduce costos y gastos de trasportación, embalaje y entrega de alimentos. Y con ellos estaremos no sólo cuidando nuestra salud sino la salud del planeta.
Por Érika Hernández Jiménez.
Docente de Universidad ETAC, Campus Coacalco.
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