Retos del educador en el mundo posmoderno. Edición Especial No. 3

Autor: Luis Enrique Morga Rodríguez.
“En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe” Eric Hoffer.

RESUMEN

En este trabajo, de naturaleza reflexiva, se plantearán algunos de los que, a juicio del autor, son los principales retos del educador en el mundo postmoderno: el reto del manejo de la autoridad en las aulas, el de enseñar a aprender, el de educar para vivir juntos y el desafío de la salud mental del profesorado.

Poniendo énfasis en algunas de las posibles vías de superación de los mismos.

PALABRAS CLAVE: Posmodernidad, globalización, educador, retos.

INTRODUCCIÓN
Durante los meses finales de 2013 y los primeros meses de 2014 hemos escuchado insistentemente un debate, acuciado por los medios de comunicación, y que tiene como centro la educación. Cuestiones tales como la calidad de la educación, los ninis (jóvenes que no estudian ni trabajan), los resultados de los exámenes PISA y los problemas de convivencia de la sociedad mexicana han poblado los noticieros.

Tales eventos nos permiten percatarnos de que algo se ha hecho realmente mal en cuanto a las decisiones que se han tomado. Sin embargo, este no es un fenómeno exclusivo de nuestra sociedad, otras sociedades enfrentan problemas similares al nuestro.

Es claro que la sociedad mexicana no tiene una respuesta preparada para tales contingencias, como lo menciona Morga (2010):

El siglo XXI nos ha sorprendido con un mundo que cambia tan aceleradamente que ninguna institución social ha sido capaz de prepararse para estas radicales transformaciones. La educación de nuestro país no puede desmarcarse de esta corriente. El inicio del siglo ha encontrado un sistema educativo postrado entre la deserción escolar, la reprobación, una corrupción asfixiante, un sindicato mercenario, el entreguismo de las autoridades educativas a organizaciones financieras internacionales, un proceso de desprofesionalización de los docentes y una mirada lacerante de la sociedad ante los incumplimientos de los objetivos de la calidad.

Basta con mirar los resultados de la evaluación de PISA, así como de las encuestas de tolerancia para darnos cuenta de que algo no anda bien. Los educadores atribuyen, en alguna medida, este fracaso a los fenómenos sociales que suceden alrededor de los alumnos; las familias separadas, los divorcios, la violencia, la falta de interés de los padres y alumnos en la educación, quejándose amargamente de que así no deberían ser las cosas. Sin embargo, los avances en el estudio de los fenómenos sociales desde la complejidad, nos ha enseñado que, los fenómenos humanos son multicausados, lo que dificulta su abordaje desde perspectiva reduccionistas o simplistas.

De tal manera, el objetivo central del presente trabajo es la discusión de los nuevos retos que se exigen al docente en los albores del siglo XXI. Debe quedar claro que este artículo no pretende abordar todos los retos del docente en nuestros tiempos, cuestión que algunos eminentes teóricos han abordado con anterioridad y con más tino, sino que busca sólo centrarse en los que considero, arbitrariamente debo decir, los desafíos emergentes de esta condición sociocultural llamada postmodernidad.

DESARROLLO
Bosh Caballero (2003) ha sostenido que “la escuela puede considerarse una institución en permanente crisis porque siempre queda a la zaga de las necesidades sociales del momento”. El cambio es inherente a todos los procesos sociales, tanto las personas como las instituciones están sometidos a procesos de cambio.

Sin embargo, es posible que la generación de docentes que actualmente labora en las escuelas de todo tipo haya enfrentado ese cambio de manera más intensa. Formados en otra época, de acuerdo al censo del INEGI, la edad promedio de los docentes es de 45 años; han tenido que enfrentar acelerados cambios, en algunos casos de manera casi traumática, ya que por su edad, la cultura pedagógica que han construido y en la que fueron educados, han sido cuestionados desde todo ángulo por modelos, reformas y opiniones televisivas.

Y todo ello se formula en el marco de procesos de cambio que no están al margen, sino que son elementos condicionantes del entorno sociopolítico y económico en el que [nos] encontramos, de una larga crisis de las instituciones sociales y familiares en relación con los procesos y las finalidades educativas, en una época de inicio de siglo e inmersos en un ciclo colmado de incertidumbres, de vigorosas transformaciones, de renovados discursos sobre la trascendencia de la educación. En una época, en fin, en la que las instituciones educativas parecen desorientadas debido a las múltiples consignas e informaciones que reciben, al exceso de responsabilidad que se deposita en ellas y finalmente, a causa del análisis crítico de que son objeto por los resultados obtenidos (Imbernon, 2006).

Una breve aproximación al término postmoderno
Existen muchas aproximaciones al fenómeno social, económico y filosófico que experimentamos a principios del siglo XXI, Morga (2010) afirma lo siguiente acerca de la cuestión:
En 1993, un autor alemán, Habermas expuso la idea de que estas transformaciones sociales [no] son consecuencia de un cambio sino en la visión humana, de los anuncios del fin del modernismo, en opinión de este autor, este proyecto inacabado tiene una crisis, la cual experimentamos los demás mortales como esta revolución social. Debemos explicar que por modernismo entendemos la visión humana de confianza ilimitada en que la ciencia y el progreso técnico le darían a la sociedad el alcance de la utopía del progreso social. Tres siglos han pasado desde que los primeros modernistas elaboraran esta visión del mundo. El balance es desolador, el mundo agoniza por la contaminación, las guerras y luchas que no se han detenido, el poder económico se concentra en manos de unos cuantos, los seres humanos son cada vez más ajenos de lo humano, vivimos encadenados a los medios de comunicación. Es decir, muerto el ideal del modernismo, ha surgido de sus cenizas otro paradigma social aun naciente, el post modernismo, y es este proceso de descomposición de las instituciones modernistas, la desinstitucionalización que atinadamente menciona Alan Touraine (2001), la culpable de algunos de los fenómenos sociales que tanto aquejan al docente.

Cabero (2007), menciona las características de esta sociedad, estas mismas aparecen citadas en un blog escrito por González (2013), las cuales se mencionan a continuación:

a)    “Ser una sociedad globalizada.
b)    Gira en torno a las NTIC’S.
c)    Aparecen nuevos sectores laborales” y algunos se modifican.
d)    Existe un exceso de información disponible.
e)    En esta sociedad es indispensable aprender a aprender.
f)     Alcanza todos los sectores de la sociedad.
g)    Mientras se desarrolla, produce una brecha digital que origina exclusión de algunos sectores de la población.
h)    El cambio se produce vertiginosamente en todos los ámbitos sociales.

Así, podemos resumir nuestra posición sobre modernismo en las palabras de Morga (2010).

Por post modernismo se pueden entender muchas cosas, sin embargo, al menos podemos coincidir en algunas, en este mundo de la globalización y de las necesidades creadas por la publicidad existe una tendencia al desencanto, al consumo desenfrenado, a la creencia ciega en los medios de comunicación y la desaparición del libre albedrio; el papel del docente tiende a ser desacreditado, incapaz de contrarrestar el vendaval de información televisiva y de reto a los valores que él impulsa; en este mundo del ahora, del sólo por hoy, la educación y el educador tradicional parecen estar fuera de lugar.

El actual orden social -postmodernidad- exige que se revisen conceptos y prácticas que aún siguen imperando en la educación porque las instituciones académicas no están respondiendo a las necesidades de formación de los individuos. No es suficiente introducir las nuevas tecnologías en el ámbito educativo si ello no implica una nueva concepción de lo que es educar y cuáles han de ser sus fines (Bosch Caballero, 2003).

Afirma Morga (2010):

No podemos negar la necesidad de fomentar competencias que le permitan a los sujetos funcionar en su entorno social, y en su entorno laboral, las competencias referidas al análisis de la información, a la capacidad de aprender por sí mismos y demás competencias ya enunciadas por Delors, (1997), en otros momentos; sin embargo mi más grande preocupación no se refiere a esta instrucción, sino a la educación del ser humano ético, de este saber ser y saber convivir, de enseñar a este hombre totalmente solo en medio de la multitud.

De acuerdo con Negrete (2011), las características que engloban al sujeto en la época postmoderna incluyen las siguientes:

  • “Los individuos sólo quieren vivir el presente”, lo inmediato, sin preocupaciones ni previsiones por el futuro. Desaparición de la valoración del esfuerzo.
  • La identidad individual agoniza ante la presencia de los modelos prefigurados por los medios de comunicación.
  • “Se rinde culto al cuerpo”, al ideal de belleza televisivo, a la búsqueda del placer egoísta y la liberación personal.
  • “Atracción por lo alternativo: arte plástico, música, cine, etcétera, en la búsqueda de diferenciarse de los demás”.
  • “Se rinde culto a la tecnología” y su búsqueda y posesión se vuelven obsesión.
  • “Pérdida de fe en el poder público. Desaparición de idealismos.
  • Pérdida de la ambición personal de autosuperación”.
  • “Aparecen grandes cambios en torno a las diversas religiones.
  • Las personas aprenden a compartir la diversión vía internet”.

Mientras Bosch Caballero (2003) lo ha dicho de la siguiente manera:

En la sociedad posmoderna ha muerto el optimismo tecnológico y científico, pues los innumerables descubrimientos no siempre han ido acompañados de una mejora de la condición humana: degradación del medioambiente, aumento del ritmo de trabajo, incremento del paro, etcétera. Ninguna ideología política es ya capaz de entusiasmar. En la actualidad son más esclarecedores los deseos individualistas que los intereses de clase, la privatización es más reveladora que las relaciones de producción, el hedonismo y psicologismo se imponen más que los programas de acciones colectivas.

La pérdida de la fe en las instituciones, una cuestión en que la mayor parte de los autores coinciden, es de particular interés para el educador, dicho de otra manera, la crisis en las instituciones sociales, familiares y religiosas, tiene consecuencias más que palpables en el acto de educar.

Los retos del educador
Ahora más que nunca, la profesión del magisterio ha sido puesta a prueba, perseguida mediáticamente por las autoridades y los medios, despojada de su prestigio social, tiene el reto de educar a seres egocéntricos, centrados en sí mismos y egoístas, educarlos para buscar lo humano en todas las personas, a encontrar ese espacio de unión y de solidaridad en cada uno de nosotros, y de hacerlo en un marco de corrupción, violencia y pobreza. En esa batalla que se libra desde múltiples fronteras, las que a continuación se enuncian, se consideran las batallas más urgentes:

1.- El reto de educar en una nueva forma de relación de autoridad.
Los ciudadanos que fuimos educados a finales del siglo XX teníamos clara la relación de autoridad en un salón de clases, la autoridad y el poseedor del conocimiento era el maestro, y los discentes teníamos una relación subordinada a esta figura. Con el advenimiento de la crisis de la institución familiar, Savater (1997) la llama el eclipse de la familia, se ha diluido la visión del docente como una autoridad de origen en el salón de clase, la imagen del respeto irrestricto a esa figura pertenece ya un recuerdo del pasado. Sin una imagen paterna que marca y plantea los límites del comportamiento, tales encomiendas han pasado a la escuela, que no tiene una respuesta aún para solucionarlo.

Despojado del poder institucional que se aseguraba en el modernismo, el profesor debe construir una autoridad desde el consenso, desde el convencimiento y desde la superioridad ética, la auctoritas de la sociedad romana.

Renaut (2004) lo ha dicho de manera más contundente:

No puede usarse adecuadamente la educación, en el ámbito escolar y familiar, si no existe una disimetría de los diferentes actores sociales. Tiene que haber un reconocimiento de las diferencias para que pueda aparecer la autoridad y la trasmisión de conocimientos. Si no existe este desnivel, si toda la responsabilidad se deja a padres y profesores, pueden aparecer con facilidad situaciones difíciles y conflictivas. Las primeras consecuencias serán que los alumnos no aprenderán los conocimientos adecuados.

El mismo Renaut dice, en el mismo orden de ideas:

“La solución que consiste en apelar al talento del enseñante conduce, en el fondo, a culpabilizar, en el plano personal, al que, en condiciones a veces difíciles, no consigue controlar su clase. Ahora bien, dicho llanamente: tengo la convicción de que no es justo” (2004).

Sin embargo, aunque se ha avanzado mucho en los estudios sobre creación de ambientes de aprendizaje, todavía estamos lejos de tener una respuesta clara a cómo debe enfrentar el docente el reto de la autoridad en el aula.

2.- El reto de enseñar en la incertidumbre, el desafío de enseñar a aprender.
Una de las ideas más claramente derribadas en este nuevo siglo es el de los ciclos de aprendizaje cerrados, es decir, la creencia de que sólo en la escuela y en sus niveles era posible acceder al conocimiento. En la era de la masificación de la información y de los cambios vertiginosos no es posible asegurar que un conocimiento será valido en el futuro, por lo tanto Delors (1997) como Morín (2001) han subrayado la necesidad de crear destrezas y saberes para aprender durante toda la vida y de todas las experiencias de vida.

Si tuviéramos que elegir un lema, un mantra que guiara las metas y propósitos de la escuela del siglo XXI, sin duda el más aceptado a estas alturas entre educadores e investigadores, políticos que toman decisiones sobre la educación e intelectuales que reflexionan sobre ella, sería el que la educación tiene que estar dirigida a ayudar a los alumnos a aprender a aprender. De hecho es difícil encontrar alguna reflexión sobre el futuro de la educación, que no afirme enfáticamente que una de la funciones de la educación futura debe ser promover la capacidad de los alumnos de gestionar sus propios aprendizajes, adoptar una autonomía creciente en su carrera académica y disponer de herramientas intelectuales y sociales que les permitan un aprendizaje continuo a lo largo de toda su vida (Monereo y Pozo, 1999).

La Comisión Europea en el 2010 definió el aprender a aprender de la siguiente manera:

‘Aprender a aprender’ comprende la disposición y habilidad para organizar y regular el propio aprendizaje, tanto individualmente como en grupos. Incluye la habilidad de organizar el tiempo propio de forma efectiva, de resolver problemas, de adquirir, procesar, evaluar y asimilar conocimientos nuevos, y de ser capaz de aplicar nuevos conocimientos en una variedad de contextos — en el hogar, en el trabajo, en la educación y en la formación. En términos más generales, aprender a aprender contribuye enormemente al manejo de la vida profesional propia.

En este sentido Tedesco (2003) afirma que:

El papel de la educación y del conocimiento en la formación del ciudadano implica incorporar en los procesos educativos una mayor orientación hacia la personalización del proceso de aprendizaje, hacia la construcción de la capacidad de construir aprendizajes, de construir valores, de construir la propia identidad. En este sentido, la mayor incertidumbre que genera esta sociedad de alta reflexividad se resuelve –en términos relativos, por supuesto– con mayor reflexividad y no con menos reflexividad.

Tal objetivo impone a los docentes un cambio de paradigma educativo, de aquel donde imperaba el conocimiento enciclopedista y acumulativo hacia la construcción de un modelo que ponga énfasis en la actividad del alumno y en su capacidad para conocer y construir por sí mismo los aprendizajes socialmente significativos bajo la guía de un mediador que ha renunciado a su papel como el centro del proceso. Este nuevo paradigma aún está en construcción ya que plantea algunos problemas metodológicos de difícil respuesta, ya que, esta forma de aprendizaje requiere, entre otras cosas, habilidades cognitivas, emocionales y metacognitivas, así como el aprendizaje de la tolerancia a la frustración que requiere ensayar una y otra vez hasta dominar los procedimientos. Del mismo modo, el entrenamiento en la autorregulación requiere enlazarse con los otros procesos de aprendizaje, hábito muy poco común en los estudiantes de nuestros días.

3.- Educar para vivir juntos.
Aunque pareciera obvio que los seres humanos nos necesitamos mutuamente para ser felices, tal afirmación parece no ser tan fácil de vincular literalmente. En una época en el que Internet puede conectarnos al instante con personas al otro lado del mundo, paradójicamente, pareciera ser que estamos más solos que nunca ya que los brotes de violencia y etnocentrismo parecen incrementarse día con día.

Morín en su texto Los siete saberes necesarios para la educación en el futuro, lo plantea como enseñar la comprensión. “Entre los tipos de comprensión, el autor destaca la inteligibilidad, o la comprensión intelectual objetiva, y la intersubjetividad, o la comprensión humana intersubjetiva, la que incluye la empatía, la identificación y la proyección”.

Entre los obstáculos a la comprensión, tanto internos como externos, “Morín destaca el etnocentrismo, que consiste en autojustificación y autoglorificación, el etnocentrismo/ sociocentrismo, este último alimenta toda serie de xenofobias, racismos y desprecios, y el espíritu reductor, que reduce al ser humano a un solo rasgo, bien sea positivo o negativo, produciendo incomprensión” (Bondarenko y Calderas, 2008).

En este reto de educar para la humanidad y la convivencia, existen algunas líneas que me ha parecido importantes de resaltar, entre estas, las que menciona Morga (2010):

Procurar el respeto por la diversidad humana y la búsqueda de la esencia humana en todas las diversidades culturales, la búsqueda de la humanidad de los humanos. Impulsar la creación de puentes de comunicación y entendimiento entre seres humanos, que le permitan avanzar como ciudadano de una comunidad y crear los acuerdos para la convivencia armónica. Que le permitan establecer relaciones con otros humanos en vivo y de carne y hueso, que le permitan superar el aislamiento del chat o de los mensajes de texto. Con las siguientes características:

a) Impulsar el desarrollo del juicio ético personal y responsable, que sirva de freno y de límite personal, para este mundo sin fronteras.
b) Debe centrarse en el individuo, en buscar en cada ser, ese toque de singularidad y aptitud que nos permita explotar las potencialidades individuales.

4.- El reto de la salud mental del profesorado.
La docencia es una profesión que carga con lo más preciado de una sociedad: sus hijos. Su tarea consiste en humanizar a los pequeños humanos, en adentrarlos al mundo de los significados que nos confiere la humanidad, tal como lo menciona Savater (1997).

Sin embargo, vivimos en una sociedad que minimiza el valor de su labor, en una sociedad que persigue y critica el trabajo de aquellos a los que ella misma ha conferido la labor de cuidar a sus descendientes. De esta manera, sometidos a la presión social, fustigados por el exceso de trabajo administrativo, encerrados en un puesto con cada vez menos libertad y con pocas posibilidades de reconocimiento social o mejoramiento laboral, los docentes y su salud mental están cada día más en riesgo. En los últimos años han aparecido una serie de estudios (Aldrete, Pando et al., 2003; Noyola y Padilla, 2003), sobre el síndrome de Burnout, el cual se define, en palabras de Gil-Monte (2001) como:

(…) una respuesta al estrés laboral crónico integrado por actitudes y sentimientos negativos hacia las personas con las que se trabaja y hacia el propio rol profesional, así como por la vivencia de encontrarse emocionalmente agotado. Esta respuesta ocurre con frecuencia en los profesionales de la salud y, en general, en profesionales de organizaciones de servicios que trabajan en contacto directo con los usuarios de la organización.

En un estudio realizado en Guadalajara y en otro realizado en Aguascalientes se muestra que 26% de los docentes muestra problemas asociados al estrés que vulnera su salud mental y 21% manifiesta falta de realización en el trabajo. Este síndrome está asociado a enfermedades degenerativas y evidentemente con la falta de eficiencia en el trabajo.

Por ello resulta importante que los docentes aprendan no sólo los conocimientos típicos de su profesión, sino también a prevenir las secuelas de estos padecimientos mentales.

Parece una tarea difícil para una profesión que parece ser el centro del ataque de los medios de comunicación y del gobierno en turno.

CONCLUSIONES
Es preciso iniciar este apartado subrayando que los problemas escolares son problemas complejos, por lo que, deben abordarse desde múltiples miradas y con visiones que superen a una disciplina, su abordaje debe darse desde la interdisciplinariedad.

Como todas las ocupaciones humanas, la profesión de educador está formada en una cultura determinada que se ha construido en función de contextos específicos, las escuelas, las instituciones formadoras, la sociedad en general; y eso debe cambiar a la par de la práctica educativa, algunas deben adaptarse radicalmente, a pesar de que en el magisterio, los cambios son lentos, no por ello deben dejar de impulsarse.

En docencia, por lo general, los cambios son lentos básicamente porque deben construirse y vivirse de manera personal. Esto implica la necesidad de innovar en la práctica y a partir de ahí, analizar y resignificar la práctica en cuestión, este axioma, que no es nuevo, que parte de los textos de Freire y de Morín, no ha perdido vigencia. La creación de una consciencia de la clase magisterial que luche contra la cultura adquirida, es hoy más necesaria que nunca. Es a partir del análisis crítico que han de construirse las soluciones para los problemas que hoy urgen al magisterio.

En este orden de ideas es preciso establecer, de acuerdo con quien escribe, algunas acciones:

a) El arribo a una lógica de logro social, por encima de la lógica del mérito individual tan común en la práctica docente. Es preciso abrir las puertas a las experiencias de otros docentes a través del intercambio crítico de vivencias, impulsando la comunicación y el aislamiento tan común en los profesores.

b) Procurar el arribo a una docencia constructiva y basada en el alumno por encima de la visión enciclopédica y transmisora de los modelos tradicionales.

c) La revaloración de la profesión docente que supere la visión persecutoria y criminalizadora con la que la sociedad, y los medios de comunicación juzgan al docente. Ello contribuirá a un mejoramiento de la motivación y ansias de superación del profesorado.

d) El establecimiento de un proyecto claro de formación docente, basado en la lógica de la complejidad que favorezca el desarrollo personal y colaborativo del docente. Aunado a ello, la formación debe incluir nuevos métodos de selección de los aspirantes a la docencia y una formación más contextualizada y menos teórica, así como estrategias específicas de mejoramiento de la asertividad y resiliencia del profesor.

e) La creación de una carrera docente que permita y favorezca el desarrollo profesional y la innovación, así como la rendición de cuentas y la evaluación.

Quizá el particular problema de las propuestas aquí enunciadas radica en la persona que ha de llevar a cabo estas transformaciones. Es decir, el principal protagonista de este proceso es el profesor, pero no cualquiera, un profesor que tenga el ánimo de cambiar, que reflexione sobre su práctica, que esté todo el tiempo buscando lograr los aprendizajes de sus alumnos. Aquel que se convierta en autoridad por su valor ético, que eduque primero con el ejemplo y después con su gestión y mediaciones. Parece una tarea titánica, sin embargo, existen muchos de esos profesores intentando ahora mismo, aprender, prepararse y ser congruentes con las metas planteadas.

BIBLIOGRAFÍA
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Negrete, C. (2011). El adolescente en la posmodernidad. Revista Diseres. Recuperado de http://www.diseres.com.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=327:el-adolescente-en-la-posmodernidad&catid=63:ser&Itemid=78

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Renaut, A. et al. (2004). ¿Una educación sin autoridad ni sanción? Barcelona: Paidós.

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Tahull Fort, J. y Montero Plaza, Y. (2013). Reflexionando sobre el concepto de autoridad. Revista de la Asociación de Sociología de la Educación, 6,(3).

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Touraine, A. (2001). ¿Podremos vivir juntos? México: FCE.

Retos del educador en el mundo posmoderno. Edición Especial No. 3

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