Aprendizaje competente. Año 3. Número 8

Autor: René Ángel Gutiérrez Lomelín.

RESUMEN

En este artículo se abordan los criterios y se aclaran dudas para una mayor comprensión sobre lo que se denomina “Enseñanza por Competencias”, señalando lo que es un aprendizaje verdadero, que garantiza que el alumno adquiera los conocimientos, la preparación necesaria para solucionar problemas, la ejecución de acciones con estándares de calidad pre-establecidos y la disposición positiva para realizar las actividades correspondientes.

PALABRAS CLAVE: Competencias básicas, disciplinares, específicas, genéricas, profesionales, guías de observación, instrucción sistemática, listas de cotejo, NTCL, taxonomía del aprendizaje.

INTRODUCCIÓN
En los últimos años, con la intención de que las instituciones de enseñanza superior proporcionen al mercado laboral personas capacitadas para desempeñarse profesionalmente en sus áreas de especialidad, se ha buscado unir a través de lo que se conoce como proyecto “tuning” las necesidades de “mano y mente de obra” a las empresas y organizaciones con los objetivos y estrategias de enseñanza de dichas instituciones académicas.

Lo que se busca es que los egresados de las universidades e institutos de educación superior produzcan trabajadores que realmente sean competentes en sus áreas de especialidad, que se ajusten lo más posible a los requerimientos que tienen las empresas, los comercios, las organizaciones de servicio y sociales, de manera que no tengan que invertir tiempo, dinero y esfuerzo para “re-enseñar” a los empleados contratados, de manera que se integren lo más pronto posible a los estándares de desempeño que les exige el empresariado.

DESARROLLO
Desde mediados de la década de 1950, Benjamín Bloom (1971) y sus colaboradores establecieron las bases de la taxonomía del aprendizaje que ayudó a los educadores a comprender los diferentes niveles de adquisición de conocimientos, facilitándoles la definición de objetivos educacionales de acuerdo al nivel de profundidad que deseaban que sus alumnos adquirieran sobre un tema en particular. Así estableció seis niveles: conocimiento, comprensión, aplicación, análisis, síntesis y valoración. Actualmente se ha integrado un nuevo nivel que podríamos llamar creación, que no es más que la aplicación creativa y novedosa del conocimiento adquirido en nuevas situaciones, más allá de la simple valoración del conocimiento adquirido.

Bloom (1971) estableció dos áreas más del aprendizaje, además de la cognoscitiva, la afectiva y la psicomotora. Sin embargo, esta última la desarrollaron otros autores. El área afectiva se corresponde a las diferentes actitudes que el aprendiz desarrolla conforme se involucra con los contenidos del tema que está aprendiendo. Bloom dividió los niveles de aprendizaje afectivo (adquisición de actitudes) en: recepción, respuesta, valoración, organización de valores y caracterización del sistema de valores.

La adquisición de una actitud afectiva positiva hacia una determinada área del conocimiento es lo que hace la gran diferencia entre un trabajador capaz y uno competente, pues mientras el primero conoce y puede realizar una actividad en particular, el segundo también lo puede hacer, pero además disfruta lo que realmente está haciendo y los resultados, en la práctica, se notan.

Para aclarar esta diferencia quiero exponer una anécdota: en alguna ocasión que me tocó ir con unas compañeras a dar una capacitación a una comunidad rural del Estado de San Luis Potosí, fuimos, antes de iniciar la capacitación, a un pequeño restaurante a desayunar y los tres pedimos huevos rancheros. Mientras platicábamos sobre cómo íbamos a trabajar, escuchamos a la cocinera cantar loas al Señor mientras preparaba nuestros desayunos. Nos llamó la atención la intensidad y alegría que demostraba. Cuando nos sirvieron los “huevos rancheros”, que no eran más que huevos estrellados con una salsa verde acompañados de frijoles refritos, los tres nos deseamos provecho y dimos el primer bocado. Al mismo tiempo levantamos la cara y nos miramos… Al menos yo, nunca había probado unos huevos rancheros tan sabrosos como aquellos y mis compañeras también se sorprendieron de lo deliciosos que estaban. Creo que este es un ejemplo claro entre lo que puede hacer un cocinero capaz de preparar unos huevos rancheros y uno que tiene una actitud positiva al hacerlo. La tarea es la misma, ambos pueden hacerlo eficientemente, pero uno de ellos lo “hará mejor”.

Regresando al tema del artículo, a finales de la década de 1960 e inicio de la de 1970, Popham y Baker (1970) escribieron una serie de libros sobre la Instrucción Sistemática, donde se hace referencia a la importancia de la fijación de los objetivos educacionales en forma clara, objetiva y mensurable, apoyándose en la taxonomía de Bloom ya mencionada.

Lo interesante es que señalaron que el aprendizaje podía ser demostrado a través de la adquisición de conocimientos, de la demostración de actividades o acciones (desempeños), a través de resultados (productos de aprendizaje) y de las actitudes demostradas mientras se aprende.

Como se puede observar, desde la década de 1970 se señalaba lo que en la actualidad establecen las Normas Técnicas de Competencia Laboral (NTCL) como estándares de desempeño, para que un trabajador pueda demostrar que realmente es capaz de realizar en forma efectiva alguna tarea en particular. En otras palabras, las NTCL (Conocer, 2014) establecen los estándares de aprendizaje que una persona debe demostrar para poder ser considerada “competente” en la realización de una actividad.

Popham y Baker (1970) señalaban que los conocimientos se tenían que demostrar mediante la respuesta a cuestionarios (lo que llamamos exámenes) y que existe una gran diversidad de reactivos para demostrar el nivel de adquisición de conocimientos, desde reconocer conceptos o ideas hasta la solución de problemas. En realidad, todo depende de los objetivos pedagógicos que tenga el profesor o educador.

También se señalaba que había aprendizajes que tenían un impacto en otras áreas del conocimiento, como por ejemplo, la lectura de comprensión, la disposición a trabajar con compañeros, las habilidades de comunicación y del manejo del lenguaje, y la matemática básica. En otras palabras, ya se hablaba de lo que ahora conocemos como competencias básicas que debían ser transversales en todas las áreas del conocimiento, pues son fundamentales para tener un buen desempeño en cualquier actividad donde sea necesario aprender un área del conocimiento humano.

Los mismos Popham y Baker (1970) dejaban ver que la manera de evaluar el aprendizaje denominado procedimental (desempeños) era observándolo, por lo tanto, se tienen que establecer criterios de desempeño (fijación de estándares) que permitan determinar si el nivel de aprendizaje deseado en el actuar ha sido adquirido o no. Actualmente, en las NTCL se aplican Guías de Observación que permiten determinar si el candidato a certificarse cumplió con la realización de una actividad o no. Cada una de estas afirmaciones establece con claridad el nivel de desempeño que debe observarse, por ejemplo, “se dirige a sus escuchas expresando corporalmente las emociones que corresponden a las palabras de su mensaje”. Aquí no cabe la menor duda de lo que debemos observar para poder afirmar que se adquirió una determinada habilidad.

Con respecto a la evaluación de los productos de aprendizaje, los mismos autores indicaban que éstos deben ser evaluados y que también deben establecerse criterios que permitan señalar si el producto realizado cumple con los requisitos (estándares de calidad) establecidos en los objetivos de aprendizaje (Popham y Baker, 1970).

Por lo anterior, resulta evidente que los objetivos los establece el educador y quien debe definir el nivel que desea que sus alumnos adquieran y/o demuestren la adquisición de un aprendizaje. ¿Cómo se evalúan los productos de aprendizaje? Mediante un instrumento de evaluación conocido como Lista de Cotejo. Este instrumento, utilizado en las NTCL, es igual que una Guía de Observación, pues establece de antemano los estándares de calidad que debe cumplir el producto elaborado por un trabajador que desea ser certificado. Este instrumento establece como respuesta un sí o un no, es decir, indica si el producto cumple o no con un requisito predeterminado.

En el ámbito educativo se utiliza el instrumento denominado rúbrica, aunque una escala tipo Likert que establece criterios diferenciales para darle valor a un aprendizaje puede resultar un mejor indicador. Como se preguntan Popham y Baker (1970), ¿qué me dice una calificación de 9.3 con respecto a otra de 9.1?, ¿que la alumna que tiene 9.3 es dos décimas mejor que la que tiene 9.1?, ¿cómo lo puedo demostrar?

Siendo la acción de evaluar la parte más difícil y compleja de la profesión docente, se complica aún más al introducir ambigüedades en los procesos evaluativos. Por eso, el uso de instrumentos más apegados a los que se utilizan en la evaluación de competencias son una mejor opción en las NTCL.

Aún no se ha estandarizado el uso de la terminología cuando se habla de competencias, en el ámbito laboral se habla de competencias básicas como aquellas que son útiles en todos los ámbitos del desarrollo humano, como son: hablar correctamente, comunicarse empáticamente, trabajar en equipo, habilidades aritméticas básicas, orden y limpieza, cuidado personal y demás. Las competencias genéricas se refieren a aquellas actividades que corresponden a la información básica de un área de conocimiento determinado, por ejemplo, un ingeniero debe ser capaz de realizar operaciones matemáticas utilizando álgebra, trigonometría, cálculo diferencial e integral. Pero las competencias específicas en esta área se refieren a su habilidad para realizar cálculos de resistencia que le permitan asegurar la construcción segura de puentes, edificios o carreteras. En otras palabras, la diferencia entre las competencias genéricas y las específicas consiste en que las primeras son la base que permite al individuo tener un desempeño eficiente en cualquier rama del conocimiento en la que se desenvuelva, mientras que las segundas le permiten resolver problemas particulares y específicos que se le presenten.

Cuando la persona adquiere este nivel de conocimientos, lo que en el ámbito profesional se conoce como “perito”, es una persona que tiene la pericia para afrontar cualquier situación relacionada con su campo de conocimiento, como lo hace un mecánico que escucha el sonido de un vehículo y con sólo eso logra determinar por dónde está el problema mecánico del automóvil.

Otro ejemplo se presenta cuando un comunicador es capaz de escribir correctamente y ajustado a las normas de la gramática un boletín de prensa. Este simple proceso es un ejemplo de competencia genérica, pues si se señalara el objetivo del boletín de prensa, el público al que está dirigido, el nivel sociocultural del mismo y otros requisitos más, y además, la persona que lo redacta se dirige con propiedad a su público meta y cumple con el objetivo comunicativo, entonces sí estaríamos hablando de una competencia específica.

Por otro lado, en el ámbito académico, a las competencias básicas se les denomina genéricas, a las genéricas disciplinares y a las específicas profesionales. Sin discutir el significado de cada uno de los términos utilizados, se propone que a las básicas se les denomine así, que a las genéricas se les denomine así o disciplinares, y a las específicas también se les puede denominar profesionales. Sólo hay que recordar que lo genérico se refiere a un género en particular, por lo tanto no pueden ser básicas.

Finalmente, si nos atenemos a los orígenes del análisis del aprendizaje, se propone hablar de “aprendizaje competente” y no aprendizaje por competencias. Es decir, resulta fundamental definir objetivos educacionales que señalen con precisión los conocimientos que se van a adquirir (información, conceptos, ideas y demás), los desempeños que se van a demostrar (habilidades, acciones procedimentales, entre otras), los productos (obras, textos, gráficos), así como las actitudes que se deben demostrar a través de los desempeños, productos y respuestas a cuestionarios, mediante tareas, y otros.

Así, todo proceso educativo debe partir de objetivos claramente definidos que señalen los estándares de desempeño que se desean alcanzar y los instrumentos de evaluación que se van a utilizar para garantizar que el aprendizaje competente se haya adquirido. Entonces, se puede proceder a realizar la planeación pedagógica, la selección de materiales a utilizar, la definición del entorno donde se llevará el aprendizaje y toda la gama de instrumentos necesarios para cumplir con los objetivos educacionales que se hayan establecido originalmente.

No debemos olvidar que la evaluación sumaria, junto con la diagnóstica y la formativa, nos ayuda a revisar los resultados obtenidos y por lo tanto a involucrarnos en un proceso de mejora continua en nuestras estrategias y métodos de enseñanza.

CONCLUSIONES
Parece fundamental que las personas dedicadas a la docencia unifiquen criterios y hagan ciencia. En octubre del 2010 tuve la oportunidad de asistir a una video conferencia de un profesor español, que al término de su alocución señaló que la psicología, la sociología, la educación, entre otras disciplinas, son ciencias donde hay mucha flojera por lo que no hay un solo enfoque científico.

Será necesario, entonces, unificar el uso de los términos relacionados con las competencias como competencias básicas, genéricas o disciplinares y específicas o profesionales. Y aprender a redactar objetivos educacionales que fijen aprendizajes competentes, donde se indiquen los conocimientos a adquirir en los niveles elevados del área cognitiva de Bloom, que definan con precisión los estándares de desempeño y los requisitos que deben cumplir los productos del aprendizaje y que, sobre todo, indiquen con claridad cómo se van a observar y evaluar los valores personales y las actitudes positivas relacionadas con el área de aprendizaje involucrada.

BIBLIOGRAFÍA
Bloom, B. S., Hastings, T. J., y Maddaux, G. F. (1971). Handbook on Formative and Summative Evaluation of Student Learning. USA: Mc Graw Hill.

Popham, W. J. y Baker, E. L. (1970). Systematic Instruction. USA: Prentice Hall.

Conocer. (2014). Normas Técnicas de Competencia Laboral. Recuperado dehttp://www.conocer.gob.mx/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=1&Itemid=3

Aprendizaje competente. Año 3. Número 8

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