Toma de decisiones y congruencia, hito dentro del aula. Año 3. Número 7

Autora: Alma Reyna Monter Guerrero.

RESUMEN

Bajo la luz de las disciplinas sociales, comprender las correlaciones de los enfoques, fenómenos, teorías y fuerzas sociales que esbozan el proceder de los hombres, sin duda, la sinergia que propugna la valía que estas disciplinas nos dejan, es la gesta de conciencia, congruencia y toma de decisiones en cada una de las personas que pasan por nuestras aulas, no sin antes ser menester personal. Sobre estas decisiones versa el presente artículo.

PALABRAS CLAVE: Docente, conciencia, congruencia, acciones, enseñanza, aprendizaje, aula.

INTRODUCCIÓN
“Nunca andes por el camino trazado pues él te conduce únicamente
hacia donde los otros fueron” Graham Bell.
Iniciar con la cita de Graham Bell me da la pauta para plantear que el lugar donde uno desee estar y realizarse depende completamente del nivel de conciencia que se tenga acerca de ello. Es posible que las deficiencias antropológicas, sociales, psicológicas y biológicas de la sociedad se acentúen en el aula debido al tipo de proceso educativo que en ella se realiza.

Es precisamente ese nivel de conciencia, el que, como docentes, debemos capitalizar y definir, sabedores de ser el conducto para reproducir, transmitir y consolidar las tradiciones, las creencias, la ideología y la cultura de nuestra sociedad.

Actuar con congruencia es a lo que llamaría hiciéramos frente común, con la idea de usar nuestras facultades y libre albedrío para crear y dirigir un plan de vida individual que fortalezca la toma de decisiones en la práctica cotidiana laboral y así, emanado de equilibrio, coherencia y honestidad, nos impulse a continuar con cualquier proyecto porque la directriz es la correcta. Ser asertivos e irnos definiendo como personas plenas y confiables. Personas que actúan en correspondencia de ser y estar, del dicho y el hecho.

Es educar nuestra voluntad, desintoxicar nuestra mente para ser congruentes, y tomar la decisión de elegir que queremos continuar y transmitir (a pesar del grupo hegemónico que con antelación predispone muchas acciones ineluctables per se). La educación siempre ha enfrentado obstáculos considerables, los enfoques, los propósitos y la currícula en sí, expresados en planes y programas de estudio que se traducen en normas y procederes que cobran vigencia en el aula. Es en la práctica educativa no sólo a través del currículo formal sino del oculto que se hace énfasis en ello.

“Los aprendizajes que se derivan de este peculiar mecanismo afectan no sólo a los alumnos, alumnas, sino también, y de manera especial, al profesorado. En efecto, al incorporarse a una institución, se produce un apropiamiento de la cultura misma, unas veces por convencimiento y otras por una reacción de sobrevivencia” (Torres, 1996).

En virtud de lo anterior, expongo una preocupación para no seguir pulverizando las acciones, sino por el contrario, con una visión holística, para después desmenuzar y hacer conciencia de lo que aquí se genere, encauzar aquellas deficiencias y convertirlas en áreas de oportunidad para modificar y entregar a la sociedad personas plenas, creativas y preparadas para tomar las mejores decisiones, en virtud de su contexto y paso por la escuela. Dejo los cimientos para asumir actitudes proactivas ante los retos y desafíos de una cotidianidad existente e inequívoca en sus exigencias.

Inicio la reflexión asumiendo que: la habilidad es lo que permite hacer ciertas cosas. La motivación determina lo que se hace y la actitud determina cuán bien se hace.

DESARROLLO
Educar para cuatro paredes, un examen y la calificación o asumir el desafiante reto de: ‘Para la vida’

¿Por qué educar no habría de parecerse un poquito más a la música?, ¿por qué aprender no habría de asemejarse más a una invitación, a una incitación vital, a poner en movimiento al hombre?

Si esto fuera posible, entonces tendríamos una sociedad totalmente diferente, incluso trataríamos de que el ritmo de esa música fuera acorde a cada edad para que el contagio realmente fuera efectivo. Es como ajumarse de ideas con un ritmo cadencioso, menester saber delicadamente qué es lo que se baila; sobre todo si las ideas son capaces de hacernos bailar.

¿Qué más tendríamos que añadir para educar y aprender cotidianamente dentro de un contexto real y congruente, con la idea de mediar lo bueno y lo malo, lo valioso y lo ruin, lo duradero y lo perecedero, algo que nos permita dilucidar nuestro proceder?

Aprender, pues, es música abstracta de ideas, es abstraer, es saber pegar hábilmente sobre la membrana de las cosas, de tal modo que resalten, que salten, se desprendan y se eleven las ideas que –dejadas en su estado ordinario, inmediato, cotidiano- estén pegadas, fundidas y confundidas con mil cosas. “Y así –abstractas, separadas, subsistentes-, continuar golpeando un cierto fondo ideal con tacto tal, que las ideas puedan bailar <<su>> vals, <<su>> tema, al son de un conjunto de cualidades métricas” (García Bacca, 1984).

Sin embargo, y a pesar de estas aseveraciones, no es posible que de acuerdo a nuestra labor profesional, inmersos dentro del ámbito educativo, dejemos fuera o a libre albedrío llevar a cabo estas prácticas cotidianas, que si bien el nombre nos pesa demasiado, llamémosle entonces en un tenor coloquial: generar autoconciencia. Si bien es cierto que planes y programas educativos nos bombardean con un enfoque lleno de hacer coincidir los acordes a un contexto cotidiano, pareciera que la brecha entre el dicho y el hecho es demasiado grande. Estamos circunscritos en un pragmatismo más tenaz y descuidado, o alejado de un verdadero desarrollo social valorativo, saturado de tantos quehaceres que a diario pierden su valor frente a los golpes de la aceleración tecnológica, los medios masivos de comunicación y la falta de revaloración del quehacer educativo.

Lo peor es que este criterio de la conciencia cotidiana se ha trasladado con la valoración de la actividad educativa, año tras año, época tras época, y se llega a pensar injustamente que toda la vida de los docentes no ha constituido más que cumplir con su horario y llevar a cuestas una carga social con la consigna de la preocupación y no de la ocupación.

Ahora, no podemos deslindar la educación de un artilugio, no es posible. Somos formadores o quizá deformadores, debemos clamar porque aprender sea una constante y no una variable.

Actualmente tenemos que fomentar mejores condiciones, hacer un balance reconstructor del papel del docente y del protagonismo del alumno, y tener muchos elementos de la producción cultural. Pero ese análisis se ejecuta no con intenciones eruditas sino prospectivas a fin de decidir cultivar este tipo de saber.

“La educación nunca es neutral: elige, verifica, presupone, convence, elogia y descarta. Intenta favorecer un tipo de hombre frente a otros, un modelo de ciudadanía, de disposición laboral, de maduración psicológica y hasta de salud, que no es el único posible pero que se considera preferible a los demás” (Ayllón, 2011).

En virtud de lo anterior, antes que asumir saberes debemos resolver hacia dónde y para qué de nuestro proceder docente. Sólo así estaremos hablando de llegar a ese justo medio donde las cosas y las circunstancias adquieren la tonalidad y sincronía deseadas.

Parafraseando a Peter Senge (1990), sucinto todo lo anterior: “Afligen a la sociedad contemporánea problemas profundos… Ninguno de estos problemas será corregido por unos pocos grandes líderes. Los agentes primarios de este proceso somos nosotros mismos”.

CONCLUSIONES
Todas las decisiones tomadas dentro de una planeación estratégica requieren de la misma direccionalidad para encontrarse con el cumplimiento de los objetivos establecidos. Factor determinante no es tenerlo registrado cabalmente en papel, sino que dentro del actuar se deben ponderar que vinculen lo que se dice y se hace en la misma dirección, esto lleva implícito la toma de decisiones sustentada conscientemente.

Impostergable que el currículum oculto que prevalece en las aulas lleve a promover y fomentar conciencia y congruencia, entre muchos otros aspectos proactivos y no sólo a perpetuar roles y atributos de poder, sino lo que también nos ofrece identidad, valores, ejemplo e, incluso un sentido de pertenencia.

Sin duda, y con el transcurrir de los años, el docente sigue teniendo en su decisión la posibilidad de que la pluralidad genere aprendizaje, la diversidad matice las diferentes actividades y que su pasar por las aulas deje la huella precisa para promover y generar cambios en cada una de las personas que pasan por su salón de clase.

Luego entonces, el reto es grande y sigue latente generación tras generación. Como Paulo Freire lo establecía: “Jamás acepté que la práctica educativa debería limitarse sólo a la lectura de la palabra, a la lectura del texto, sino que debería incluir la lectura del contexto, la lectura del mundo”.

BIBLIOGRAFÍA
Álvarez, M. (2004). El liderazgo facilitador del cambio a través del itinerario formativo. En Villa, A. (Coord.). Dirección para la Innovación: Apertura de los centros a la sociedad del conocimiento. Bilbao: Universidad de Deusto.

Ayllón, J. R. (2011). 10 claves de la educación. España: Ediciones Palabra.

García Bacca, J. D. (1984). El proyecto filosófico de Juan David García Bacca. Barcelona: Antrophos.

Leithwood, K. (1994). Liderazgo para la reestructuración de las escuelas, Revista de Educación, 304.

Martínez-Salanova Sánchez, E. (2013). Aularia. Paulo Freire. Recuperado dewww.uhu.es/cine.educacion/figuraspedagogia/0_paulo_freire.htm

Santos Guerra, M. A. (1994). Entre batidores. El lado oculto de la organización escolar. Archidona: Aljibe.

Senge, P. (1990). La quinta disciplina. Editorial Gránica.

Torres, J. (1996). El currículum oculto. Madrid: Morata.

Toma de decisiones y congruencia, hito dentro del aula. Año 3. Número 7

Revista Conexxión |