Violencia en el ámbito escolar. Año 3. Número 6

Autora: Pilar Vasthy Santoyo.

RESUMEN

El presente artículo aborda la violencia escolar ya que es importante comprender qué nuevas realidades sociales están generando nuevas formas de agresión, las circunstancias actuales que nos incluyen como protagonistas de esta violencia social, ya que cada uno de nosotros cumple un rol activo, ya sea promoviéndola, ignorándola o transformándola.

PALABRAS CLAVE: Violencia, imaginarios, sociales, realidad, escolar.

INTRODUCCIÓN

“Hay una violencia puntual y evidente: la del golpe, la violación, la tortura. Hay otra más sutil, pero no por eso indolora: agresiones con la palabra, la indiferencia, el maltrato. Violencias producidas por marginación y exclusión. Agresiones que generan otras violencias en oleadas que parecen no tener fin. Hay violencias incontrolables: el genocidio, las guerras, las “limpiezas” étnicas, etcétera” (Imberti, 2001).

Hablar de violencia es hablar del bien y del mal como conceptos paralelos al origen del hombre, hablar de violencia incluso nos define como seres humanos por “encima” de otras especies.

Existe un amplio repertorio de emociones que atraviesan nuestros comportamientos, cada ser humano tiene una fuerza vital, una energía que se expresa de maneras distintas. Amor, odio, furia, agresividad, pasión, las cuales nos llevan a ser capaces de cualquier tipo de conducta: el egoísmo, la nobleza, la cobardía, la violencia.

DESARROLLO

El hombre de Neandertal, a veces visto como un puro animal, es considerado, según algunos estudiosos, como un ser tierno, que enterraba a sus muertos en posición fetal, como preparándolos para otra vida, para otra existencia después de la muerte. Junto al cuerpo muerto, cuidadosamente dispuesto, arrojaba muchas flores y colocaba con prolijidad objetos de su pertenencia. Los restos fósiles encontrados siempre están rodeados de polen de flores (Morin, 1974).

En el ritual más antiguo de la humanidad, el funeral, el hombre de Neandertal tal vez imaginaba, pensaba, intuía otro nacimiento. Este hombre muchas veces representado como un ser brutal, que arrastraba a la mujer por los cabellos, este hombre, esa mujer, fueron capaces de algo sumamente complejo.

Podemos imaginarlos recorriendo bosques y praderas, recolectando frutos para comer hasta que las hambrunas los obligaron a adaptarse a otro tipo de alimentos y a desarrollar la caza. Así comienza nuestro proceso de culturización hasta llegar a ser lo que somos (Morin, 1993). Hace cuatro millones de años comenzó nuestro proceso de humanización y aún no ha terminado.

Actualmente nuestra vida transcurre en diferentes escenarios: la familia, la escuela, el trabajo, la calle. También se ve atravesada por escenarios simbólicos, donde desde el nacimiento nos enfrentamos al “encuentro con el otro”, reconociendo que vivimos en un mundo de complejidades y que, para entenderlo, necesitamos aceptar que la rutina, la incertidumbre, el caos y el azar se entrecruzan, originando conflictos, cambios y aprendizajes. Edgar Morín dice que “La complejidad, no es la clave del mundo, sino un desafío a afrontar”.

Un pensador revolucionario fue Sigmund Freud, fundador del Psicoanálisis que habla de que toda relación afectiva íntima y prolongada entre dos personas, ya sean amigos, pareja, padres e hijos, etcétera, contiene un sedimento de hostilidad que no es percibido habitualmente debido al mecanismo de la represión. Para Freud, el hombre es naturalmente malo y agresivo. Acumula una agresión que espera el momento de ser liberada, ya sea en la relación sexual, en la explotación del uno por el otro y en otras situaciones. Las Guerras y los genocidios serían entonces la máxima expresión de este odio. Freud se vale de una historia de Schopenhauer para reflejar la condición humana (Freud, 1921): “En una noche de frío invierno, una comunidad de puercoespines se apretujaron para darse calor el uno al otro. Al acercarse sintieron que se pinchaban con sus púas haciéndose daño. Se separaron. Al sentir frío nuevamente intentaron otro acercamiento, y así se vieron llevados y atraídos por las dos desgracias: el frío y el dolor”.

Nadie es bueno por altruismo, sino que la bondad se ejerce por miedo a la soledad, a la marginación. El miedo nos induce a sublimar (Teicher, 1992). La cultura nos obliga a cubrirnos con un barniz social y éste, precisamente, sería uno de los malestares de vivir en sociedad (Freud, 1930).

La mayoría de los pensadores que influyeron en nuestra concepción del mundo consideraron la agresión como innata en el hombre. En realidad, repitieron las premisas del mundo occidental cristiano: el mito del pecado original, la división del bien y del mal.

La violencia en los contextos educativos ha sido objeto de interés en el mundo. En las investigaciones al respecto destaca la orientación psicopedagógica, la cual ha puesto énfasis en el mero análisis de la conducta agresiva y de la victimización, dando como resultado una descripción amplia del término “bullying” o acoso escolar. La profundización en dichos temas ha mostrado la relación inmediata entre el acoso escolar y la violencia como fenómeno social (Fernández Villanueva, Revilla Castro, Domínguez Bilbao, Ferreira Salles y Adam de Paula e Silva, 2011).

Se establecen a partir de diferentes posturas propuestas en diversos países donde la violencia escolar juega un papel importante y debe darse una atención especial, pero no aislada al fenómeno violento global, en México se reconoce que se vive socialmente una de las décadas más violentas de nuestra historia, violencia que llega al ámbito escolar sin miramientos de nivel económico o social.

Se considera que la escuela constituye una oportunidad vital para transformar actitudes violentas, sin embargo, en los últimos años ha crecido la manifestación de dichas conductas en todos los niveles educativos, existen distintas formas de violencia que se colisionan entre sí y como se mencionó con anterioridad contaminan los distintos escenarios, tanto los materiales como los simbólicos.

Fernández Villanueva et al. (2011) presentan el resultado de su investigación en escuelas de Sao Paulo (Brasil) y exponen algunos de los resultados citando a Bernard Charlot (2002), el cual argumenta que “se producen varios tipos de violencia en el contexto educativo, relacionadas entre sí: la violencia en la escuela, la violencia hacia la escuela y la violencia de la escuela”.

Lo anterior es explicado de la siguiente manera: “La violencia que se produce en la escuela puede ser un reflejo de la violencia exterior, pero la impotencia del sistema educativo para atajarla puede ser a su vez origen de actos violentos de la escuela. Al intentar sancionar los actos de los alumnos, los encargados de la institución escolar provocan que ésta sea percibida a su vez como represora y parte de la violencia que los alumnos viven dentro de ella” (Bernard Charlot, 2002).

Lo citado anteriormente nos remite a la parte social del ser humano y lo ubica en el mero contexto escolar, como lugar que pertenece a lo social y ofreciendo una interpretación del mundo a las personas que interactúan en dicho ambiente.

Los actos violentos en el contexto escolar se producen en el marco de las relaciones interpersonales e intergrupales, en el que los diversos actores se tienen en cuenta y en el cual los actos son respuestas que tienen determinada intención y sentido o al menos así lo entienden quienes los realizan. En consecuencia, hay que considerar las explicaciones que confieran sentido a la acción violenta desde la perspectiva de sus actores, ya que, independientemente de la evaluación que se pueda hacer desde fuera, son el armazón perceptivo y el instrumento de justificación de las acciones. En esta dimensión interpretativa se sitúa tanto la representación e imaginarización de otros (los profesores, los trabajadores, la institución o la sociedad extraescolar) como la representación e imaginarización que los alumnos tienen de sí mismos.

Interpretar al otro puede explicar la acción violenta. Y durante la etapa juvenil y adolescente las relaciones interpersonales juegan un papel vital para la construcción del imaginario social del individuo (Fernández Villanueva et al., 2011).

El referente analítico de la sociología de lo imaginario puede contribuir sustancialmente al análisis de la violencia escolar, (…) la representación imaginaria de los actores escolares es muy relevante en la concepción del clima y en la explicación de la violencia: el deterioro de las relaciones interpersonales entre los miembros del sistema educativo o el deterioro de las percepciones y las imágenes de los profesores, del sistema educativo y del mundo exterior no sólo se basan en argumentos o percepciones más o menos intelectuales, sino que deben contener representaciones imaginarias de los actores en la escuela, de la propia escuela y del sistema educativo en sí mismo que son interesantes para entender la realidad y el futuro de la violencia escolar (Fernández Villanueva et al., 2011).

Para Fernández Villanueva et al. (2011) “Los tres componentes fundamentales de una acción violenta son los agresores, las víctimas y los actos de violencia. (…)Para que un acto de violencia sea coherente y justificado para sus actores, el agresor debe ser representado como alguien humillado o agredido, desvalorizado y, por tanto, se encuentra ante un condicionante aceptable o un imperativo para utilizar la violencia. Las víctimas deben ser consideradas merecedoras de la violencia y los actos deben ser considerados como apropiados para restablecer, imaginaria o realmente, la justicia de la situación” (Fernández Villanueva et al., 2011).

CONCLUSIONES

El objeto de la violencia en las escuelas se ha construido desde perspectivas teóricas que señalan el carácter general de los estudios de la sociología crítica de la educación, acerca del racismo, la exclusión e indisciplina. También se ha incorporado el debate internacional(…) acerca de si es conveniente o no trabajar con la noción de incivilidad o microviolencias, si es aceptable utilizar los conceptos de víctima y victimario, provenientes de la criminología, o si la violencia escolar es global o tiene características particulares en cada región, difíciles de generalizar, y si es posible medirla o sólo construir datos cualitativos orientados a su comprensión (Fernández Villanueva et al., 2011).

Lo cual parece no haber sido contestado del todo o suficientemente investigado por lo menos en México.

Lo cierto es que cada vez más encontramos a la escuela como escenario violento, es necesario ubicar a la escuela como una institución social, donde al existir convivencia irremediablemente habrá representaciones de la violencia. Sin embargo, es importante erradicar las condiciones que propician e incluso favorecen que la violencia se presente como única manera de interacción con el otro como individuo. La escuela debería entonces cumplir con objetivos tales como brindar al estudiante valores y actitudes necesarias para lograr una armónica integración de él mismo en la sociedad.

BIBLIOGRAFÍA

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Castoriadis, C. (2002). Figuras de lo Pensable (las encrucijadas del laberinto IV). México: FCE.

Fernández Villanueva, C., Revilla Castro, J. C., Domínguez Bilbao, R., Ferreira Salles, L. M. y Adam de Paula e Silva, J. M. (2011). Representaciones imaginarias de la interacción y violencia en la escuela. Athenea Digital, 11(3):51-78.

Imberti, J. (2001). Violencia y Escuela. Buenos Aires: Paidós.

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Violencia en el ámbito escolar. Año 3. Número 6

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