Influencia de la familia en la formación de la autoestima del niño. Año 1. Número 1

RESUMEN

Autora: Mailin Zilberstein Camacho

El propósito de este artículo es evidenciar la influencia de la familia en la formación de la autoestima del niño a partir de una revisión bibliográfica y trabajo de campo. Los resultados del material revisado muestran escasos estudios sobre el tema. Se concluye, que la adecuada autoestima infantil depende de la influencia familiar positiva.

PALABRAS CLAVE: Autoestima, influencia familiar, estilos educativos, rendimiento escolar.

INTRODUCCIÓN

El término autoestima tiene sus orígenes en la Psicológica social y de la personalidad (Allport, 1980). Ha sido definido como sí mismo, identidad persona, el Self o autovaloración, según la corriente psicológica que lo aborde (Rogers, 1951; Coopersmith, 1967; Villa y Auzmendi, 1999).

La autoestima ha sido definida como la capacidad de relación con uno mismo y la manera en que se percibe el ser humano dentro del mundo, esta percepción puede ser adecuada o inadecuada (Montoya y Sal, 2001). Otra concepción plantea que es “la disposición a considerarse competente para hacer frente a los desafíos básicos de la vida y sentirse merecedor de la felicidad” (Branden, 1994).

El proceso de autoestima en la persona no se aprecia directamente, pero se realizan inferencias y se elaboran criterios sobre ella a partir de la expresión conductual del sujeto. Con frecuencia se observan conductas llamativas y sin aparentes explicaciones, pero si se asocian a la autoestima, puede llegar a comprenderse el significado de tales comportamientos.

La infancia y la adolescencia constituyen las etapas más importantes para la adquisición de la autoestima. En esta etapa, la visión que tiene el niño de sí mismo está influenciada por las personas más significativas en su vida, primero la familia y posteriormente los maestros (Domínguez, 2003).

Uno de los factores que contribuye a la autoestima es el vínculo que se establece entre padres e hijos, éste debe basarse en respuestas y condiciones de empatía hacia el menor, de acuerdo a las circunstancias y estados emocionales que éste tenga. Es importante establecer conversaciones significativas con ellos en las que se aborden temas interpersonales. Este factor está estrechamente vinculado con el componente empático que parece ser la base de la transmisión del patrón de apego seguro que refiere Marrone (2001).

Diferentes estudios empíricos muestran una estrecha relación entre el funcionamiento familiar positivo, el clima y la estructura familiar, con el adecuado ajuste social y psicológico del niño (Arés, 2002; Naranjo, 2007; Gasperin, 2010).

Resulta sustancial reconocer a la autoestima como el proceso interno de cada ser humano que favorece su relación o competencias en la vida, tal y como lo señalan los autores antes mencionados. Concordamos con estos autores cuando reconocen a la autoestima como un proceso interno de cada persona, que favorece su relación o competencias en la vida.

La sociedad actual está llena de trasformaciones, cada día se vive más de prisa, la situación económica agobia a las familias, los hogares experimentan dinámicas nuevas y, por consiguiente, las nuevas generaciones viven hoy una realidad diferente.

El estudio de la autoestima y su abordaje desde la infancia es importante, ya que en la medida en que ésta sea adecuada, va a propiciar menor conflicto y frustración desde la edad temprana de desarrollo, así como en las posteriores.

A pesar de la importancia del tema aún existen dificultades en la práctica psicológica para reconocer y otorgarle mayor atención a la autoestima de los niños y su vinculación con la familia. Son escasos los estudios sobre el tema y los mecanismos para potenciar una adecuada autoestima en la infancia. Este artículo pretende mostrar la importancia de la autoestima desde la infancia, así como el papel de la familia en el desarrollo de ésta.

DESARROLLO

El ser humano al nacer llega a un mundo en el cual la sociedad y la cultura tienen establecidos un conjunto de significados y valores (Vygotsky, 1978). En el transcurso de los primeros años de vida y en interacción con la sociedad, el niño inicia un proceso de construcción de conceptos acerca de sí mismo, del mundo que lo rodea; y la familia posee un papel primordial en este proceso de formación y asociación significativas.

Abraham Maslow (1968), como representante de la Psicología humanista, difundió el papel que desempeña la autoestima en la vida de la persona, planteando la Jerarquía de necesidades, dentro de esta escala planteó dos tipos de necesidades: la propia y aquella que proviene de otras personas.

Otros autores otorgan a la autoestima un papel de actor de sí mismo, percibiéndola como la “autoevaluación global y específica, positiva o negativa, de un individuo” (Feldeman, 2008). Algunos la señalan como la capacidad de relación con uno mismo y la manera en que se asume la persona dentro del mundo, sea de forma adecuada o inadecuada (Montoya y Sal, 2001; Coopersmith, 1967).

La autoestima tiene un significado complejo, se distinguen tres elementos comunes en sus definiciones: ser una actitud que integra (pensar, actuar, amar, sentir); constituir un componente cognitivo que integra (ideas, creencias, juicios,); y un componente afectivo que integra (la valoración de lo bueno y lo malo, involucra un sentimiento satisfactorio e insatisfactorio). Estos componentes se relacionan con la personalidad del sujeto y su manera de percibirse en el mundo. Branden (1994) la definió como “la disposición a considerarse competente para hacer frente a los desafíos básicos de la vida y sentirse merecedor de la felicidad”.

Con respecto del elemento conductual, que implica la decisión del niño de aceptar el cambio para provocar una nueva realidad -como entorno familiar, escolar o grupo de amigos- que se materialice en su comportamiento coherente, es necesario que el niño confíe en sí mismo, lo que le permite vencer los temores tanto internos (que se construye), como los externos (que construye a partir de los demás y de la propia vida).

Alta y baja autoestima

Una persona con alta autoestima se considera saludable, conocedora de sí, que se autorespeta y se da valor. Reconoce sus cualidades y defectos, y los asume sin considerarlos malestares. Tiene habilidad para adaptarse a lo nuevo o desconocido con astucia, mientras experimenta grandes periodos de felicidad.

La baja autoestima indicaría la no obtención de los logros psicológicos, de relaciones interpersonales, éxitos y felicidad en la vida de las personas. “Tener una baja autoestima es sentirse inapropiado para la vida, inadecuado, no acerca de un tema o conocimiento, sino inadecuado como persona, inadecuado en la propia existencia, y responder a los desafíos y tareas de la vida con un sentimiento fundamental de incapacidad y desmerecimiento” (Fernández, 2002).

La autoestima va a estar incluida en la estructura de la personalidad de cada ser humano y va a depender si fue anclada de manera positiva o negativa.

El niño con baja autoestima crónica enfrenta dificultades, su estima está atrapada en un ciclo de fracaso, si esta actitud persiste, se hace más difícil de superar. A diferencia de los niños con alta autoestima que tienen tendencia a un camino más positivo y de mayor éxito.

Un niño que tiene baja autoestima puede quedar atrapado en un proceso de fracasos continuos, ya que ésta se alimenta a sí misma al producir reducidas expectativas y desempeño deficiente.

Los agentes de socialización (la familia, la escuela, los amigos) desempeñan un papel importante en el desarrollo de la autoestima. Son responsables de moldear la conducta de la persona, de modo que se ajuste a los requerimientos sociales y también constituyen “agentes de control social, pues controlan la conducta de la persona mediante amenazas, desaprobación o crítica; o bien, mediante la aprobación, el elogio o la recompensa. De esta manera se va definiendo en la persona su identidad, su autoconcepto y la valoración que hace de sí misma” (Gasperin, 2010).

“El funcionamiento familiar es la categoría que sintetiza los procesos psicológicos que ocurren en toda familia, y a través de su estudio se ha comprobado empíricamente dicha mediación, toda vez que actúa como fortaleza de la familia y posibilita un desarrollo saludable en sus miembros y como muro de contención frente a la adversidad y el estrés” (Arés, 2004).

De acuerdo con Naranjo, entre mejores sean las relaciones familiares, la calidad de la autoestima será mayor y afirma que “las personas con mayor autoestima muestran una mayor intimidad con sus madres y sus padres, en otras palabras, se sienten unidos y se llevan bien con ellos y con ellas. La autoestima favorable se ha asociado con la voluntad de los padres y de las madres de premiar la autonomía, su aceptación, su flexibilidad, la comunicación, la satisfacción compartida, el apoyo y el tipo de control” (Naranjo, 2007).

Los avances en Neurociencias (Carr, 2007), reconocen la posibilidad de una “construcción social del cerebro”, lo que puede fundamentar la influencia de la familia y del entorno social en la conformación de la autoestima y la esfera emocional del niño.

Según Branden (1994), “las familias en las que a menudo se niega la realidad y a menudo se castiga la consciencia ponen enormes obstáculos a la autoestima; crean un mundo de pesadilla en el que el niño puede sentir que pensar no es sólo fútil sino peligroso”.

Muchas de las acciones que la familia realiza le impiden al niño desplegar todas sus potencialidades de desarrollo y crecimiento, crearán un niño temeroso, poco creativo y con dificultades en su vida adulta para el logro del éxito. La mejor manera para tener una buena autoestima, refiere Coopertsmith, es tener padres con una buena autoestima y que funcionen como modelo a seguir.

Si los padres educan con amor y respeto, definen claramente las metas y no aplican conductas de maltrato, agresividad y humillación, estimulan y difunden buenos tratos, los hijos poseerán oportunidades de interiorizar sus comportamientos y adquirir una autoestima adecuada.

La familia crea un espacio común donde se establecen entre sus miembros un conjunto de relaciones, constituyendo el ambiente familiar. “Cada familia vive y participa en estas relaciones de una manera particular, de ahí que cada una desarrolle unas peculiaridades propias que le diferencian de otras familias” (Saltos, 1998).

Revisión bibliográfica

En una revisión de las investigaciones presentes en las bases de datos ESBCO- HOT y la de la Biblioteca Crochane Plus, se destacan estudios realizados en España (Navarro, Tomás y Oliver, 2006) y México (Gutiérrez, Camacho y Martínez, 2007) por poseer rigurosidad científica, son de tipo cuantitativo y transversal, la muestra fue representativa y los sujetos, de ambos sexos.

Los artículos revisados incluyeron mediciones de la autoestima de sujetos entre 10-17 años de edad, su vinculación con las características familiares y su rendimiento escolar. Dichos estudios corroboran varias tesis:

• No existen diferencias significativas entre el comportamiento de la autoestima entre hombres y mujeres.

• Existe interdependencia entre las variables: autoestima, familia y rendimiento escolar.

• No tiene el mismo significado estudiar la autoestima de sujetos sanos que la de sujetos con patologías, ya que en estos últimos, sus niveles de autoestima son bajos,

independientemente de la influencia del medio. En sujetos sanos, se demuestra la influencia positiva de la familia en la formación de una autoestima adecuada.

• El niño y el preadolescente provenientes de una familia disfuncional y con una autoestima   baja, manifiestan un rendimiento escolar bajo. Por lo que se señala que la

disfuncionalidad familiar es un factor de riesgo para el desarrollo de la autoestima.

La autora de este artículo llevó a cabo una investigación de campo en un colegio de San Luis Potosí durante 2013, con una muestra de 48 alumnos de 6º grado de Primaria y sus familias, el objetivo era indagar acerca de la relación entre la autoestima y el funcionamiento familiar. Para ello se aplicó una encuesta a la familia, la cual fue validada para la investigación. Contiene 26 preguntas distribuidas en tres partes, 5 preguntas relacionadas con la composición familiar y la vivienda, 7 relacionadas con las características de la estructura familiar y 14 con la dinámica de la familia. 25 preguntas son cerradas, con una escala tipo Likert con valores de siempre (5), casi siempre (4), a veces (3), casi nunca (2), nunca (1); además de una pregunta abierta y los datos generales de los encuestados.

Otro instrumento aplicado fue el Test de Completar Frases de Rotter, el cual ha sido aplicado en varios países latinoamericanos. Las técnicas para completar el test implican que la persona tiene que responder con asociaciones libres a estímulos verbales o escritos para concluir o completar la tarea. Son de tipo proyectivas. El Test contiene 25 frases incompletas, las cuales se analizan a partir de varias categorías: motivaciones, conflictos y fracasos, concepto de sí mismo, yo ideal, estado interior, relaciones interpersonales, área hogar y área escolar.

Resultados

Las características de las familias de la muestra presentan una adecuada estructura a pesar de que el 20% de los niños vive en hogares monoparentales, constituyendo familias fragmentadas, lo que frecuentemente puede ser una fuente de conflictos, problemas emocionales y dificultades escolares en los hijos (Arés, 2004).

Las dificultades encontradas se presentaron en la dinámica de la familia. Los hijos necesitan formar parte de la familia, poder dar sus puntos de vista y participar en las decisiones. En los encuestados, sólo 25% participa siempre y 35% casi siempre en las decisiones familiares, aunque se destaca un 37% que no participa con frecuencia, pudiendo generar niños poco creativos, con poca confianza en sus padres y con una autoestima potencialmente afectada.

45% de los sujetos señala que los problemas familiares son consultados y se trata de solucionarlos, mediante la consulta con personas no integrantes del núcleo básico, algo que a juicio de la autora no es favorable para la dinámica adecuada de la familia.

Otra de las funciones familiares es la educativa, de vital importancia pues va a repercutir en todo el proceso de formación de la personalidad del niño, en sus hábitos y costumbres. 60% de las familias utiliza como métodos correctivos el regaño y el castigo, 4% usa golpes y sólo 36% utiliza la conversación para modificar comportamientos negativos en sus hijos.

Según Satir y colaboradores (1991), la conversación adecuada, intencionada y planificada, es una estrategia adecuada para afianzar conductas positivas, valores y potenciar una adecuada autoestima en el niño. Los resultados de este trabajo mostraron que sólo 1% de la muestra aplica estos mecanismos.

Del total de la muestra, 50% de los niños presenta conflictos en el área familiar, los cuales se desarrollan por las normas de castigo de los padres, las relaciones no favorables con los hermanos y el temor a perder a los padres en un momento determinado, mostrando como resultado inseguridad en estos niños.

En concordancia con los métodos educativos se encuentra el clima del hogar, 55% de los sujetos de la muestran lo perciben como poco adecuado, ya que no siempre existe comprensión y concordancia en los temas abordados en el ámbito escolar, con los tratados en la familia.

En la exploración del concepto de sí mismo, 40% de los niños presenta dificultades y al contrastar con las características de su familia, la evidencia mostró dificultades en la dinámica familiar.

CONCLUSIONES

Las vivencias que el niño adquiera a partir de las interacciones con su familia y su medio escolar le permitirán crear una opinión de sí mismo, desarrollar su autoestima -que en la medida en que sea adecuada le permitirá vivir feliz- y hacer frente a todos los cambios que enfrente en su vida.

La baja autoestima en la edad infantil va a influir en la vida escolar, en las relaciones con los iguales y en la manera de expresar las emociones.

La mitad de la muestra del estudio necesita apoyo para mejorar su autoestima y soporte en las familias para mejorar la influencia de éstas en el proceso de desarrollo de la estima propia.

Los estudios sobre la autoestima en la infancia no son abundantes, por lo que se necesita mayor cantidad de investigaciones sobre el tema vinculándolo con la influencia de las personas significativas para los niños.

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