Sentido de vida y valores en los adolescentes. Año 5. Número 12

Autor: Oscar Carmona Moreno.

RESUMEN
Las situaciones de vida de los adolescentes en la sociedad actual son complejas y cada vez son más los casos de jóvenes sin sentido de su existencia. Aunque buscan apoyo en la familia y los amigos, las instituciones educativas se convierten en un factor importante de orientación y soporte. Victor Frankl brinda medios y valores para apoyar a los estudiantes con actividades concretas en la acción educativa cotidiana.

PALABRAS CLAVE: Adolescente, factores de riesgo, prevención, valores, sentido de vida.

INTRODUCCIÓN
En nuestra cultura vemos a la adolescencia como un período de crisis en el que se cuestionan las maneras de situarse en el mundo y donde se asumen nuevos roles apoyados en un desarrollo corporal y psíquico. Como lo señalan diversas reflexiones, la adolescencia es una etapa de búsqueda, de ensayo y error, de avances y retrocesos, y aunque los procesos por los que atraviesan los jóvenes son similares a los de otras generaciones, las formas y contenidos de hoy conllevan retos para vivir en la sociedad de la información y de las nuevas tecnologías. La adolescencia también es un momento de cambio importante en la identidad y en las relaciones con otros porque representa el nacimiento de nuevos vínculos y espacios de socialización.

Hoy son muy particulares los desafíos y las urgencias que pesan sobre los jóvenes, en una sociedad y cultura donde lo superficial, lo rápido, lo fácil, evitar el dolor y los valores hedonistas, hacen perder credibilidad en valores que guiaban las acciones de generaciones anteriores. En este escenario, hoy es diferente el valor del esfuerzo-logro, que nos lleva a una transformación social profunda. Actualmente, por el contrario, asistimos a una transmutación donde algunos valores son antivalores y ciertos antivalores son valores, como el caso del esfuerzo frente a la facilidad o el ahorro frente al consumo.

Esta situación crea una problemática nueva en la acción de instituciones, como la escuela, la familia, el trabajo, el Estado. Anteriormente tanto la escuela como el trabajo se vincularon con los valores, de forma que al esforzarse se obtendrían éxitos posteriores. Al entrar en crisis se cuestiona la forma de educar pues tanto los jóvenes como los adultos comienzan a valorar de otra manera y a otorgar nuevos sentidos a las cosas, a los acontecimientos y a la concepción misma de la vida. Actualmente es importante tomar en cuenta, además de la trayectoria escolar y laboral, a la familia, los medios de comunicación, la tecnología, el mundo globalizante, las relaciones con los demás y su entorno, entre otras cosas.

En este sentido, el acompañamiento dentro del ambiente educativo se vuelve todo un reto, pues los jóvenes de hoy tienen mayores dificultades y elementos a considerar dentro de su educación, de acuerdo con factores de riesgo sociales, culturales, económicos, tecnológicos, etc., que la sociedad actualmente presenta.

DESARROLLO
Hace algunos años, en un día normal de clases en el bachillerato donde me desempeñaba como coordinador académico, transcurría la jornada con diversos incidentes cotidianos, sin embargo, me avisan que debo presentarme urgentemente en el consultorio médico pues una de mis estudiantes se sentía mal. Inmediatamente me dirigí al lugar y encuentro a la enfermera atendiendo a una chica de 15 años de edad que temblaba de miedo por lo que le pudiese ocurrir. Al preguntar ¿qué pasa?, la doctora pide a la alumna que se descubra el brazo izquierdo, a lo que se rehúsa; entonces la doctora vuelve a insistir y le dice que es importante y que no le va a pasar nada; después de unos minutos acepta pero me mira temerosa y desconfiada… su brazo estaba lleno de cicatrices, desde la muñeca en la parte externa y con varias frases e iniciales en el antebrazo, la última palabra que se escribió ese día con un cúter fue “sorry”.

La enfermera le hizo ver que no habría ningún problema y la exhortó a: “quererse mucho”. La llevé a la Coordinación y platiqué una hora con ella. Entre sus afirmaciones me decía: “No tengo amigos, mis padres no me quieren ni se preocupan por mí, a nadie le importo… ¡no quiero vivir!”.

Este es solamente un caso de los varios con los que nos hemos enfrentado y con ello me doy cuenta que muchos alumnos viven y se sienten solos, por tanto, les es difícil encontrar un sentido a sus vidas.

Nuestros jóvenes viven una realidad desesperanzada, ya que algunas de las instituciones sociales no estamos dando respuesta a sus necesidades. Esta desesperanza la vemos reflejada, por ejemplo, en su falta de interés por la política. Viven además en un mundo estresante en el cual la violencia se hace presente día a día, situación que los orilla a buscar evasores o distractores a temprana edad.

Sin embargo, pienso que las instituciones educativas y nosotros como educadores tenemos una gran oportunidad de intervenir en la realidad de los jóvenes, puesto que ellos todavía confían en sus maestros y en las instituciones educativas.

Esa confianza puede ser aprovechada por nosotros y aunque es una gran responsabilidad pues muchos jóvenes necesitan educadores cercanos que les quieran, respeten, acepten como son y orienten mediante relaciones cálidas de convivencia y de fraternidad y una presencia viva que les escuche y les haga renacer a la esperanza. Esperan de nosotros el testimonio de la generosidad y de la gratuidad y que les apoyemos para situarse social y profesionalmente. Anhelan acontecimientos que comprometan toda su persona y exigen continuidad existencial y fidelidad. Igualmente necesitan de la experiencia del silencio y del encuentro consigo mismos para que allí encuentren el sentido a su existencia.

Aunado a lo anterior, la educación a nivel medio superior también tiene un gran margen de acción, pues los jóvenes están en busca de realidades que les ayuden a significar su vida, y en este sentido, el espacio educativo es una respuesta a esa búsqueda. Lo contrario sería rebajar nuestra misión a un simple trabajo por el cual recibimos una remuneración, asociada en algunos casos con la monotonía y la rutina, que no permiten dar respuestas concretas a las necesidades que nuestros alumnos nos están demandando.

A este respecto, Puig (1996) indica que un educador debe cuestionarse sobre su labor y también sobre una verdadera educación humana:

El educador debe explicitar sus presupuestos finalísticos, debe autocuestionarse el sentido de su labor y el sentido que transmite a través de su acción educativa. Una educación que no transmita sentido no es, propiamente, una educación humana, sino un puro automatismo funcional. El ser humano alcanza su madurez como persona cuando se enfrenta a sí mismo y se formula secretamente, en el recinto sagrado de su interioridad, la pregunta por el sentido último de su existencia (Puig, 1996).

Estoy convencido que la respuesta que los jóvenes darán al sentido de sus vidas no la encontrarán en el mundo exterior pues al final se encontrarán sumamente vacíos. La respuesta más bien la encontrarán en su mundo interno al tener el encuentro con su yo interior o su núcleo de identidad (nip) personal, como lo indica Gutiérrez (2002): “aquello que, desde el fondo de nuestra personalidad, posibilita todos los aspectos del fenómeno humano. Es la respuesta ante la pregunta ¿quién soy yo? Y constituye la base sobre la cual descansa todo nuestro modo de ser, nuestro pensamiento y nuestra conducta. El núcleo de identidad personal es, pues, el ser más íntimo que cada uno es”.

Sabemos que varios pensadores antiguos, principalmente helénicos, pero también de otras épocas históricas, ya se habían preguntado acerca del sentido de la vida. Pero una persona del siglo xx que nos ha impactado por las circunstancias tan fuertes en que se planteó su propio sentido de vida fue Victor Frankl, creador de la Logoterapia.

Victor Frankl (1989) señala que para quienes no han podido desplegar el sentido de sus vidas, “el pasado se convierte en una carga que se arrastra, el presente es un problema y el futuro, una amenaza”. A esto le llama tener “vacío existencial”.

De acuerdo con Frankl (1989) el sentido existencial debe buscarse al experimentar la vida, frente al aburrimiento como símbolo de vacío actual. Actualmente los adultos entran en conflicto cuando se jubilan; los estudiantes se emborrachan cada fin de semana; entramos en un consumismo frenético, nos sumergimos en entretenimientos pasivos cada noche, a este fenómeno le nombra “neurosis del domingo”.

Nuestra sociedad quiere llenar sus vacíos existenciales con “cosas”: con el trabajo, con la conformidad, comiendo más de lo que realmente necesita, teniendo sexo promiscuo, consumiendo, dándose “la gran vida” que aunque producen placer nos siguen dejando ese vacío existencial y hágase los que se haga, nunca será suficiente.
Entonces, ¿cómo podemos hallar sentido a la propia existencia? Frankl (1989) presenta algunos caminos:

1º. Valores experienciales: Vivenciar algo o alguien que valoramos. Aquí se podrían incluir las experiencias pico de Maslow y las experiencias estéticas como ver una buena obra de arte o las maravillas naturales. Pero lo más importante es el de experimentar el valor de otra persona, a través del amor. A través de nuestro amor, podemos inducir a la persona amada a desarrollar un sentido, y así lograr nuestro propio sentido existencial.

2º. Valores creativos: Incluye, evidentemente, la creatividad en el arte, música, escritura, invención y demás. También incluye la generatividad de la que Erikson habló como el cuidado de las generaciones futuras; pero, sobre todo, es llevar a cabo los propios proyectos comprometiéndose con su propio proyecto de vida.

3º. Valores actitudinales. Estos incluyen tales virtudes como la compasión, valentía y un buen sentido del humor, entre otros, pero Frankl (1989) nos habla del sentido a través del sufrimiento. El autor nos brinda un ejemplo de uno de sus pacientes: un doctor cuya esposa había muerto, se sentía muy triste y desolado. Frankl le preguntó, “¿Qué hubiera sucedido doctor, si usted hubiera muerto primero y su esposa le hubiera sobrevivido? ¡Oh!, dijo, ¡para ella hubiera sido terrible, habría sufrido muchísimo!” (Frankl, 1989). Frankl puntualizó que al haber muerto ella primero, se había evitado ese sufrimiento, pero ahora él tenía que pagar un precio por sobrevivirle y llorarle. En otras palabras, la pena es el precio que pagamos por amor. Para este doctor, esto dio sentido a su muerte y su dolor, lo que le permitió luego lidiar con ello. Su sufrimiento dio un paso adelante: con un sentido, el sufrimiento puede soportarse con dignidad.

4º. Suprasentido: No obstante, al final, estos valores actitudinales, experienciales y creativos son meras manifestaciones superficiales de algo fundamental: el suprasentido. Aquí podemos percibir la faceta más profunda de Frankl: el suprasentido es la idea de que, de hecho, existe un sentido último en la vida; sentido que no depende de otros, ni de nuestros proyectos o incluso de nuestra dignidad. Es una clara referencia a Dios y al sentido espiritual de la vida.

Esta postura existencialista de Víctor Frankl (1989) es muy distinta al existencialismo que plantea Jean Paul Sartre (2005). Este último afirma que la vida, en su fin, carece de sentido, y, por tanto, debemos afrontar ese sin sentido con coraje. Frankl (1989) contrariamente indica que la persona “asuma racionalmente su propia capacidad para aprehender toda la sensatez incondicional de esa vida y así comprender, en su totalidad, el gran sentido último”.
Estos caminos que propone Víctor Frankl (1989) se pueden aterrizar en el ambiente educativo escolar. Si bien tenemos ya algunas experiencias que nos han dado resultado con nuestros alumnos, todavía nos falta mucho por hacer.

Recordando un poco a Paulo Freire (1972), lo primero que podemos realizar es iniciar con un proceso de “concientización” sobre esta situación a todos los agentes que integran la comunidad educativa, pues todos ellos: directivos, personal administrativo, tutores, orientadores educativos, maestros, estudiantes, padres de familia, personal de vigilancia e intendencia, etc., podemos trabajar en conjunto si tenemos claros los objetivos que pretendemos en la educación integral de los jóvenes.

No nos podemos limitar a realizar actividades meramente académicas si pretendemos que los estudiantes de bachillerato verdaderamente puedan acercarse a encontrar su núcleo de identidad personal y desde allí el sentido de su existencia. Se requieren muchos más espacios y experiencias en las que ellos puedan encontrarse a sí mismos y si bien podremos utilizar algunos espacios de nuestras horas de clase, van a ser necesario generar distintas actividades extraescolares. Algunas sugerencias son las siguientes:

Experienciales:
• Espacios de comunicación interpersonal que favorezcan el conocimiento de la propia naturaleza.
• Las reuniones y los encuentros frecuentes y fraternos.
• Acompañamiento del alumno en la vida escolar y también en la personal.
• Cultivar las relaciones extraescolares.
• Abrir las estructuras a la participación de los padres aportando tanto sus iniciativas como su apoyo moral y afectivo.
• Espacios donde puedan aprender, manifestar y demostrar adecuadamente sus sentimientos y emociones.

Creativos:
• Estimular las cualidades de los alumnos con actividades, experiencias y recursos que están por encima de los mismos programas escolares y enriquecen a las personas de manera intensa.
• Dar importancia en las escuelas a las fiestas, actividades culturales, grupos artísticos, deportes, folclore, ocio, esparcimientos, con el fin de que los alumnos puedan explayar sus cualidades y creatividad.
• Dejar que los mismos alumnos sean los responsables de la organización y la ejecución de distintos eventos escolares y extraescolares.

Actitudinales:
• El respeto a cada ser humano como persona única.
• Fomentar relaciones solidarias y gratas.
• Favorecer los rasgos en favor de la democracia organizativa.
• Potenciar las cualidades de los alumnos.
• Realizar actividades donde puedan manifestar su solidaridad con los pobres, marginados y personas carentes de oportunidades.

Suprasentido:
• Actividades que favorezcan el recogimiento y el crecimiento interno de la persona.
• Lecturas y actividades para fomentar el autoconocimiento.
• Tiempos para la reflexión personal.
• Iniciar un proceso de aceptación del mundo, de las propias circunstancias y el propio sufrimiento.
• Elaboración de un proyecto de vida.
• Aprendizaje en técnicas de meditación.
• Propiciar momentos de comunicación con la divinidad en la que se crea.

CONCLUSIONES
Es mucho lo que nos queda por hacer, y las actividades antes mencionadas nos llevan a reflexionar y modificar nuestros proyectos educativos anuales si es que de verdad queremos comprometernos con una educación integral.

Una actividad muy enriquecedora que realicé con los directores de Bachillerato fue llevarlos a un lugar alejado, en las montañas, donde al estar encerrados dos días, sin distractores y sin internet, nos dedicábamos a:

a) Identificar problemáticas comunes.
b) Comentar qué hacían los demás planteles para darles solución.
c) Compartir experiencias y materiales.
d) Planear las actividades unificadas y definir procesos que realizaríamos para el siguiente año.

Esta dinámica la repetimos cada año en el verano con resultados muy enriquecedores pues al tener las mismas o semejantes problemáticas, se pudieron dar líneas de acción concretas que nos ayudaron a mejorar la calidad de la atención de los estudiantes. Fue en una de estas sesiones que surgió el primer Manual Operativo de Bachillerato originalmente a nivel Zona pero posteriormente se enriqueció con los demás planteles del país y se estandarizó para toda la Red Aliat.

Confío en que poniendo manos a la obra y propiciando que los jóvenes puedan contactarse con ellos mismos, puedan encontrar, a su vez, el sentido de sus vidas, recordando, como afirmó Nietzsche, que: “quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo” (citado en Frankl, 1989).

BIBLIOGRAFÍA

(1991). Diccionario de las Ciencias de la Educación. Madrid: Santillana.

Frankl, V. (1989). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder.

Freire, P. (1972). Educación y concientización. Salamanca: Sígueme.

Gutiérrez, S. R. (2002). Introducción a la antropología Filosófica. México: Esfinge.

Puig, R. J. M. (1996). La construcción de la personalidad moral. Buenos Aires: Paidós.

Sartre, J. P. (2005). El ser y la nada: ensayo de ontología fenomenológica. Madrid: Alianza.

Sentido de vida y valores en los adolescentes. Año 5. Número 12

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