Psicología de una evaluación educativa como agente de mejora continua dentro de las aulas. Año 3. Número 7

Autor: Eduardo Zúñiga Hernández.

RESUMEN

En este artículo se reflexiona sobre la importancia de los procesos que conllevan a una verdadera formación educativa y a la adquisición de conocimientos basados en la evaluación como una práctica de innovación y como un proceso psicológico que incide en todos los actores implicados en la educación.

PALABRAS CLAVE: Psicología, evaluación, innovación, educativa, autonomía, analítica

INTRODUCCIÓN

Dada la importancia de la educación como motor social de crecimiento, el compromiso de la profesión docente es básico, sin él la evolución y la renovación educativas no ocurren.

Las nuevas reformas ofrecen una pluralidad de prácticas de enseñanza-aprendizaje, estas son la base de todo el desarrollo y el crecimiento educativo, es vital no ser renuentes al cambio aunque altere y transforme la realidad educativa, manteniendo el amor a la docencia, si existe en nuestra práctica ese sentimiento.

El proceso de evaluación (sumativa, formativa, normativa, ideográfica y criterial) es un elemento natural de la educación formativa del ser humano. Un docente debe estar consciente de tres aspectos importantes en su quehacer: la responsabilidad de aceptar los cambios en la práctica docente; saber si tiene o no la vocación para ejercer la docencia y adquirir herramientas para mejorar su nivel de enseñanza; y que ame la profesión estando comprometido y aceptando los cambios que las nuevas reformas educativas ofrecen, como la evaluación docente.

¿Qué conocimiento valora el docente? El juicio, la razón, la conciencia o lo que construye en su quehacer pedagógico (teórico y metodológico). La tradición de las teorías pedagógicas, las trasformaciones de reformas políticas, los avances en la investigación y las necesidades en la estructura escolar, social, económica, cultural y política, han subordinado las acciones de la práctica de la enseñanza-aprendizaje y han permitido una educación constantemente evaluada y reprobada.

La enseñanza exige competencias para desempeñarla, no cualquiera puede desarrollar estas funciones. García Garrido (1999) afirma que “no todo el mundo sirve para esta profesión, en contra de lo que tan a menudo se cree; hace falta tener el perfil personal adecuado” pero sobre todo perder el miedo a la evaluación docente.

En la educación donde profesores, administrativos, directivos, alumnos y padres de familia forman una cadena orgánica, cognitiva y emocional, es necesario entender los problemas del contexto educativo y los factores de riesgo que amenazan el aprendizaje.

DESARROLLO

Es fundamental cuestionarse la práctica docente mediante la autoevaluación; considerar, conocer y reconocer las propias ventajas, debilidades y limitantes como formadores y participes de revoluciones mentales. Es menester no ser autocompasivos, conformistas y limitantes de la práctica educativa. Hay que eliminar el temor a ser cuestionados y evaluados por las habilidades que se tienen.

La educación autónoma implica la responsabilidad de nuestro aprendizaje, reducir el miedo a cambiar las prácticas docentes, para renovar y apreciar el sentido activo de la evaluación.

Si deseamos alumnos con saberes y valores, tenemos que prepararlos para la interacción y la reconstrucción de sus conocimientos, perspectivas, visiones de la realidad. Esto facilita incorporarse en contextos socioculturales diversos. Por ello se debe animar a un ambiente de trabajo colaborativo entre los alumnos, produciendo y clarificando las inquietudes grupales e individuales, organizando una gama de recursos para el aprendizaje sin obviar las actitudes emocionales de los participantes, dándole a cada aspecto un énfasis suficiente para la transición a la innovación.

La relación Educación-Evaluación.
La enseñanza escolar antes estaba dirigida exclusivamente a minorías selectas, las únicas con responsabilidades en la política, el gobierno, la cultural, la economía, la vida social y la educación.

Del aprendizaje y la evaluación
Aprender es un proceso que abarca a la persona y la lleva a actuar, percibir y comprender las cosas de forma diferente, por ello se debe evaluar lo aprendido e identificar si se ha puesto en práctica. Existen diferentes enfoques que definen el aprendizaje, para el conductismo el aprendizaje corresponde a una acción del medio sobre el comportamiento. El constructivismo de Piaget determina que es la cultura la que origina el desarrollo del pensamiento, desde esta perspectiva se equiparan los saberes con las situaciones de enseñanza en el aula.

La práctica de la educación siempre ha estado mediada por cuestiones religiosas, ideológicas, culturales, sociales, económicas y políticas; con consensos parciales o absolutos acerca de lo que se considera una adecuada práctica educativa sin distinción de clases.

Antes un educador solía ligarse a la práctica religiosa y eclesiástica y debía enseñar únicamente lo aprendido por estas doctrinas. Aunque las grandes incógnitas filosóficas de su existencia lo han hecho cuestionarse la educación y enseñar para ayudar a otros ya que enseñar es despertar conciencias y mejorar a los seres humanos que habitan el mundo paliando las carencias del sistema educativo actual.

Con los mismos cambios en el pensamiento del hombre llegó la necesidad de renovar la educación y la gran oportunidad de una verdadera práctica intelectual basada en la eficacia y la eficiencia a partir de una triada evaluativa. Para ello es necesario valorar la práctica docente y someterse a evaluaciones para mejorar esa labor de los actores en la educación.

Es responsabilidad del docente mejorar el quehacer educativo al inicio, en el transcurso y al final de esa práctica; es menester actualizar las viejas prácticas y valoraciones subjetivas del conocimiento con la asignación de un número.

Si la práctica tradicional en la educación formal se limitaba a evaluar la capacidad de memorización del alumno y la mecanización; ahora, para las exigencias de una sociedad capitalista, ya no es suficiente. Hoy se requiere la valoración formativa, que provea de autonomía al estudiante para desarrollar una visión productiva y tangible de su cognición.

Uno de los avances significativos con el proceso de “reformación” de la acción educativa es la evaluación, no como un estándar de medición cognitiva o de evidencia sino como la acción de la práctica innovadora en beneficio de los conocimientos y las habilidades. Así, al evaluar no sólo se debe valorar el pensamiento teórico, metodológico, sino el procedimiento didáctico, desde una praxis de valoración humana para no limitar la enseñanza a acreditar y cuadrar números para las estadísticas relucientes en los logros sexenales. Generando una educación que desarrolle habilidades y mejore los procesos subyacentes a la adquisición del conocimiento.

¿Acaso el hombre podrá dejar de reproducir palabras sin sentido y sin práctica, será autónomo y autoevaluativo, se encaminará hacia una genuina educación constructora de habilidades que lo conviertan en emprendedor y competente?

La evaluación: una mejora continua en la práctica docente.
La concepción constructivista del aprendizaje y su intervención educativa han constituido los aportes básicos para la convergencia y la renovación de la enseñanza tradicional, sin embargo, han estado limitadas en su avance y desarrollo, no por su aplicación metodológica sino por quien la ejerce en el aula y desde el gobierno.

Frente a su grupo el docente descubre el obstáculo que impide una enseñanza significativa y un verdadero aprendizaje, entonces, ¿podría el alumno interesarse por la lectura, podría gustar de ella, podría habituar a su vida la cultura de la ojeada y fomentarla? Pero el contexto del aula, la escuela y la estructura educativa no ayudan con ello. No se evalúa, no se autoevalúa y no se sabe qué se debe cambiar.

Para el Constructivismo de Piaget y su teoría de los esquemas cognitivos la enseñanza debe implicar la asimilación y un verdadero aprendizaje significativo y evaluado, lo que indique el progreso del alumno en la realización de los aprendizajes escolares, todo esto sostenido por una verdadera práctica de la enseñanza, basada en evaluaciones que den valor significativo al desempeño práctico e innovador de la cognición del alumno. Hoy parece que esto no sucede.

La práctica cognitiva debe valorarse por la formación constante y por los momentos primordiales en que se obtiene un producto, porque ciertos maestros limitan el conocimiento del estudiante a una simple evaluación cuantitativa. La educación significativa requiere de más que el docente y el estudiante. Requiere una evaluación integral que motive las habilidades del estudiante, a poner en práctica sus saberes y lo aprendido recientemente para transformarlo en un joven competitivo laboralmente, capaz de enfrentar los retos de la vida.

Franke (2004) habla de una pedagogía sistémica y dice que la educación debe ser dada a partir de “tomar como referentes fundamentales la ubicación y el contexto. «Ubicarse» en el sentido de que a cada uno le corresponde hacer aquello con lo que está vinculada su tarea, y es en esa dirección donde debe dirigir su mirada y sus esfuerzos”. Para esta autora “a los padres les corresponde la tarea principal de la educación de sus hijos, ésa es una responsabilidad ineludible”. Sí se sabe: los docentes no deben ocupar esa posición, deben ser humildes y respetuosos.

Para Giroux “La amenaza está representada por una serie de reformas educativas que muestran escasa confianza en la habilidad de los profesores de la escuela pública para ejercer el liderazgo intelectual y moral a favor de la juventud”, entonces hay que educar para desarrollar habilidades que se pongan en práctica en la realidad globalizada y con altos índices de desempleo.

Por ello hay que aprender a aprender y practicar la evaluación, sin restar prioridad y valor a ninguna etapa, puesto que todas modifican la práctica cognitiva de los educandos hacia el éxito o el fracaso. Y se debe valorar la participación de todos los agentes involucrados en la mejora continua de la práctica educativa, cada miembro con su responsabilidad, sin evadirla y evaluando integralmente el proceso educativo.

La evaluación supone la acción de evaluar, es decir, atribuir o determinar el valor de algo o alguien. La evaluación “evaluada” con base en la medición consiste, para algunos autores como Thorndike y Hagen (1961), en la introducción de una racionalidad conferida por “buenas técnicas de medición [que proporcionarían] una base sólida necesaria para una sana evaluación” a los juicios intuitivos e informales a fin de proveerlos de objetividad.

De este modo, la evaluación debe contemplar un proceso comprensivo de análisis del desempeño del alumno, dinámico, crítico, creativo, cooperativo, que presupone el acompañamiento constante y que toma en cuenta las diversas dimensiones de la actuación del alumno. En este sentido, contribuye a la toma de decisiones y al mejoramiento de la calidad de la enseñanza, y enfatiza un aspecto de diagnóstico procesal, informando a los protagonistas de la acción para su perfeccionamiento constante (Horbath y Gracia, 2015).

Algo muy importante es la forma y el momento en que se utilizan las diferentes formas evaluativas dentro la práctica docente. Nuestro proceso de enseñanza y su labor estaría incompleto si alguno de estos actores (Administración educativa -estructura organizativa, normas legales, programas y servicios especiales-, centros escolares, proceso de enseñanza-aprendizaje -docentes, estudiantes-) no participaran. Sin importar su nivel de participación, todos son necesarios para formar adolecentes responsables, hábiles y con destrezas desde una praxis que los lleve a ser capaces de enfrentarse a la realidad social de un mundo globalizado y competitivo laboralmente.

Debido a estos argumentos y con base en diversas pruebas que norma y exige la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) y su importancia: evaluar el trabajo tanto colaborativo como individual es una responsabilidad de genera cambios para lograr la calidad y no la cantidad de alumnos egresados. La evaluación es un medio para alcanzarla y evidenciar el verdadero aprendizaje significativo, sustentado en los logros obtenidos y delimitado por las competencias disciplinares y genéricas a desarrollar en el proceso educativo, aplicadas en todo momento y en cada etapa del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Actores y agentes de cambio que intervienen en la evaluación para una mejora continua
¿Por qué debemos apreciar a la evaluación como un proceso de la innovación educativa y que debe ser parte de la mejora continua? Porque la innovación educativa implica un proceso de aceptación y de trabajar la psicología emocional del estudiante y del docente sin temor a ser señalados, enjuiciados o calificados, que permita evidenciar las fortalezas y las debilidades del proceso educativo y refuerce lo que ocurre en el aula. Así, la evaluación en una clase, en la vida del docente y del alumno, constituye el principal soporte de la evaluación como innovación educativa.

A manera de oportunidad y agente de cambio, podemos valorar las siguientes respuestas de ver a la Evaluación como: Una Transformación (Tenti, 1995). Como un cambio el cual debe tener como mira el crecimiento personal e institucional (De la Torre, 1997). Como una tendencia hacia el mejoramiento (Montaño et al. 1992). O un acto de ser creativos (Fabara, 1996). Un modo nuevo de estructuración (Gozzer, en Carrasco, 2004). Una introducción de algo nuevo y diferente (Morrish, 1978). O una acción que debiera ser realizada por naturaleza (Marin y Rivas, 1987). Un proceso de gestión de cambios específicos (De la Torre, 1997). O para tomarla como un posicionamiento crítico y reflexivo (Escudero, 1995). Y finalmente para ser vista como un proceso de inmersión dentro de la creación cultural que sea participativo y no discriminativo o autoritario (Messina, 1996).

La evaluación debe ser, por naturaleza: formativa en la vida del hombre, asumiendo que esto dará un diagnóstico inicial de qué hace un docente en su práctica educativa en cada contexto. De los propósitos específicos, el de formar y concientizar no sólo al educando sino también al educador. Por ello todas las evaluaciones desde el inicio, el desarrollo y el cierre de su gama formativa (escuela) e informal (cultural-familiar-social) y en todos los contextos deben contribuir a formar un miembro activo dentro de una nación.

Siempre se deben considerar a todos los actores que intervienen en el proceso de evaluación y de sus deberes dentro y fuera del aula para poder mejorar la enseñanza (docentes, estudiantes, padres de familia). Al aplicar y asumir cada uno sus responsabilidades, se generarán oportunidades y amenazas para solventar las carencias educacionales: pedagógicas, didácticas y técnicas; siempre y cuando se trabaje y se colabore en equipo, para consolidar un buen resultado y buenas estrategias evaluadoras.

La educación ha sido evaluada por diversas disciplinas como la Pedagogía, la Historia, la Psicología, la Sociología, la Filosofía, la Economía, la Política o la Demografía. En América Latina en el último siglo son dos enfoques los predominantes: desde 1950-1970, la educación para el desarrollo; y desde 1980 los movimientos de conceptualización que han dado paso a la evolución, innovación y mejora continua de la educación. Por lo tanto se debe asumir a la educación como una inversión en conocimientos, valorando los esfuerzos de todos los participantes dentro y fuera del aula, ya que este proceso educativo constituye el eje para la transformación productiva del ser humano. No se requiere sólo evaluar voluntades sino la toma de decisiones que generen mejores prácticas escolares.

CONCLUSIONES

La educación es un fenómeno teórico evaluado por mucho tiempo y en muchas etapas. No estamos regidos por una sola de sus formas, la educación se manifiesta mediante la evolución de las ideas y las necesidades de sus actores. Es el juego del cambio, la venta, la renta, el intercambio, el pago o la deuda, así como la adquisición de bienes y la responsabilidad de quienes participan; incluso puede ser la consumación material y espiritual del los participantes, donde todos saldrán beneficiados, ¿o sólo un actor?

La evaluación debe ser, en el proceso educativo, un término conceptual y polisémico en un sentido subjetivo, como la plataforma que dará pie a mejorar todas y cada una de las habilidades y prácticas docentes. Es vital mejorar el aspecto formativo de los alumnos para fortalecer sus competencias durante todo el proceso de formación escolar y en todos los niveles educativos.

BIBLIOGRAFÍA

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Franke, M. (2004). Eres uno de nosotros. Buenos Aires: Alma Lepik.

Horbath, J. y Gracia, A. (2015). La evaluación educativa en México. Revista de Relaciones Internacionales.

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Tomasevski, K. (2004). Indicadores del derecho a la educación. Revista Instituto Interamericano de Derechos Humanos.

Psicología de una evaluación educativa como agente de mejora continua dentro de las aulas. Año 3. Número 7

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