Más allá de la modernidad y la posmodernidad: el caso de los niños, niñas y adolescentes con sobredotación intelectual. Año 4. Número 10

Autora: Ana Lucía Pesci Eguía.

RESUMEN

En este artículo se reflexiona en torno a las insuficiencias de los paradigmas de la Modernidad y la Posmodernidad para el estudio científico de la realidad compleja del siglo XXI, estableciéndose propuestas alternativas de desarrollo que se ejemplifican en el caso del estudio de la sobredotación intelectual de niños, niñas y adolescentes, enfatizándose la importancia de desarrollar un conocimiento científico acorde con la complejidad, profundidad e interdisciplinariedad que demanda el siglo XXI.

PALABRAS CLAVE: Modernidad, posmodernidad, teoría, caos, sobredotación, intelectual.

INTRODUCCIÓN
El artículo aborda una reflexión teórica respecto del desarrollo del conocimiento científico. En este sentido, no se toman en consideración aportes desde otros tipos o modalidades de conocimiento, como el religioso o metafísico, dado que han sido superados como modelos de aprehensión y comprensión compleja de la realidad dadas las consecuencias de su dominio: es el conocimiento científico el que ha permitido a la humanidad niveles de sobrevivencia, de análisis y de manejo de la realidad a grados que, de otro modo, no habrían sido alcanzables. Todo el proceso civilizatorio vertiginoso del último par de siglos, y principalmente a partir de la última mitad del siglo XX, ha sido posible gracias al desarrollo cada vez más afinado del modelo de conocimiento humano por excelencia: el científico. Por tales razones, es que el análisis que aquí se desarrolla se enfoca en este tipo avanzado de conocimiento humano.

La reflexión se realiza primeramente a partir del paradigma de la Modernidad, esbozando en términos generales las principales características de este modelo así como sus implicaciones en el desarrollo del conocimiento científico. Después, se elabora el mismo ejercicio respecto del paradigma de la Posmodernidad, analizando a ésta como una respuesta necesaria a los excesos en la implementación de los principios de la Modernidad. En una tercera sección, se plantean las fortalezas e insuficiencias de ambos paradigmas, el Moderno y el Posmoderno, con el fin de establecer una alternativa al aparente estancamiento en que se pudiera caer de continuar inmersos únicamente en los dos paradigmas desarrollados. De esta forma, se reflexiona en torno al modelo de Realismo Dependiente del modelo planteado por Hawking y Mlodinow (2010), así como en la Teoría del Caos aplicada a las Ciencias Sociales (Massé, 2008), como alternativas de avance en el desarrollo del conocimiento científico. En una última sección se muestra cómo se aplicaría la alternativa de desarrollo científico propuesta en el análisis de un fenómeno concreto de estudio: niños, niñas y adolescentes con sobredotación intelectual.

Por último, el análisis se concluye presentando una serie de reflexiones finales que surgieron a la luz del estudio realizado, enfatizando la necesidad de superar los paradigmas de la Modernidad y la Posmodernidad con el fin de estar en posibilidad de desarrollar un conocimiento científico acorde con la complejidad, profundidad e interdisciplinariedad que demanda el siglo XXI.

DESARROLLO
La Modernidad como paradigma dominante
De acuerdo con García Canclini, (citado en Pedroza y Villalobos, 2006) son cuatro los movimientos básicos o aspectos que conforman a la Modernidad:

a) como proyecto emancipador: referido a la secularización de los campos culturales, formando parte de él la racionalización de la vida social y el individualismo creciente; b) como proyecto expansivo, que busca extender el conocimiento y posesión de la naturaleza, la producción, la circulación y el consumo de bienes, manifestándose en la promoción de los descubrimientos científicos y el desarrollo industrial; c) como proyecto renovador, abarcando dos aspectos centrales: i) la persecución de un mejoramiento e innovación incesante propios de una relación con la naturaleza y la sociedad liberada de toda prescripción sagrada sobre cómo debe ser el mundo; y ii) la necesidad de reformular una y otra vez los signos de distinción que el consumo masificado desgasta; y por último d) como proyecto democratizador, que viene referido a la confianza en la educación, la difusión del arte y los saberes especializados, para lograr una evolución racional y moral.

Como se puede observar, la visión de la Modernidad parte del supuesto de una realidad objetiva, manipulable gracias a la comprensión racional de sus relaciones causa-efecto, resultado de lo cual se puede poseer a la naturaleza y modificarla en beneficio de la naturaleza y de la sociedad, del mundo en su conjunto. Asimismo, muestra una confianza amplia en la razón humana, dado que es apelando a ella a partir de la educación que se plantea lograr un desarrollo hacia estadios superiores racionales y morales, siendo posible plantear y definir claramente dichos estadios. Es decir, que si la realidad existe y es, a partir del desarrollo racional del conocimiento científico, será posible su aprehensión, comprensión y dominio con el fin de alcanzar una evolución del ser humano hacia niveles superiores racional y moralmente hablando, en armonía plena con la naturaleza.

De esta forma, el planteamiento de la Modernidad puede verse claramente reflejado en las posturas epistemológicas-ontológicas que se han desarrollado para la evolución del conocimiento científico. En este sentido, es útil retomar los planteamientos generales de las posturas ontológicas-epistemológicas establecidas por Hessen (2013) aplicables al conocimiento científico.

Para la postura del Dogmatismo no existe el problema del conocimiento como tal y se indica el contacto entre el Sujeto que busca conocer y el Objeto o fenómeno de estudio. Así, el Sujeto sí logra aprehender al Objeto. Por otra parte, y compartiendo con el Dogmatismo el postulado de que existe una realidad objetiva aprehensible y real, la postura del Pragmatismo modifica el concepto de verdad a partir de una determinada concepción del ser humano como un ser práctico, por lo que será verdadero aquello que sea útil y provechoso para la vida humana, en particular para la vida social. Por último, el Criticismo une la confianza en el conocimiento humano en general con la desconfianza hacia todo conocimiento determinado, examinando todas las afirmaciones de la razón humana y no aceptando con facilidad razonamientos. Aunque haya conocimientos universales fáciles de alcanzar.

Para el origen del conocimiento, el Racionalismo ve en el pensamiento una fuente principal del conocimiento humano: necesario y válido. El nuevo conocimiento se genera al juzgar el previo. Para el Empirismo la única fuente de conocimiento es la experiencia, sin nada a priori a la razón. El ser humano está vacío, genera todo mediante la experiencia, incluso conocimientos generales y abstractos.

El Intelectualismo plantea que el conocimiento se consigue mediante la razón y la experiencia. Algunos conocimientos derivan de la experiencia, otros de la razón. Los conceptos se relacionan con la experiencia. El conocimiento humano lo conforman la experiencia y el pensamiento. El Apriorismo indica que el conocimiento presenta elementos a priori a la experiencia, formales. Los conceptos están ligados a las intuiciones para no ser vacíos. La condición a priori procede del pensamiento, no de la experiencia, pero el primero no evoluciona sin la segunda. Para el Realismo hay cosas reales, independientes de la conciencia del hombre. El Fenomenalismo establece que nuestro conocimiento deriva de cómo son las cosas en sí mismas.

De esta forma es como la visión de la Modernidad, como modelo o paradigma de comprensión, se ve reflejada en la manera de entender el conocimiento científico en términos ontológicos-epistemológicos. La idea común a todas las posturas es la visión racional del conocimiento científico así como la existencia de una realidad externa objetiva, la cual se puede conocer directa o indirectamente a fin de promover su conocimiento posible.

El modelo de la Modernidad en su implementación concreta en la ciencia cayó en el exceso de no tomar en consideración claramente la intervención del sujeto en el proceso de conocimiento, y considerar que independientemente de los instrumentos y del sujeto que midiera la realidad, la realidad iba a ser siempre una y la misma. Conforme los avances científicos crecieron, se cobró razón de que el contexto y los medios a través de los cuales se observa y mide la realidad influyen determinantemente en la imagen de realidad que se obtiene, resultando así que el modelo Moderno no se corresponde a plenitud con los hallazgos científicos. No obstante, la corriente científica predominante siguió afirmando la postura racional de causa-efecto de la Modernidad, con la visión de que existe una realidad objetiva por aprehender científicamente, y restando legitimidad científica a otras aportaciones y ámbitos de estudio como las Ciencias Sociales y Humanas, que hacen mayor énfasis en la interpretación subjetiva del Sujeto que conoce. De esta forma, es que fue necesario un proceso de respuesta a dicho paradigma para que se pusieran en tela de juicio sus postulados básicos de la ciencia, y ayudara a recuperar la sobriedad científica necesaria.

Una respuesta necesaria: la Posmodernidad
Poco a poco se fue instaurando un proceso de cambio de la modernidad hacia la posmodernidad, que de conformidad con Pedroza y Villalobos (2006) se sintetiza en los siguientes aspectos centrales que tienen que ver con el conocimiento científico: a) “el rechazo del modelo occidental y el colapso de la alternativa socialista, b) una mayor importancia de la libertad individual y la experiencia emocional y un rechazo de toda forma de autoridad, y c) disminución del prestigio de la ciencia, la tecnología y la racionalidad”.

En este sentido, bajo la posmodernidad se cuestiona el dominio de la racionalidad científica hasta entonces prevaleciente que se había desarrollado fundamentalmente en el hemisferio occidental. Paulatinamente se generan concepciones no científicas y se les resalta, llegando a menospreciar el avance civilizatorio y a buscar regresiones de siglos, como son las posturas de los fundamentalismos religiosos. Además, se desarrollaron posturas teóricas que no buscan las relaciones causales de los fenómenos sino la comprensión de lo simbólico, del constructo social de la realidad misma. Se va asumiendo a la incertidumbre y lo subjetivo del conocimiento como planteamientos centrales, ante lo cual la existencia misma de la realidad se supedita a la percepción humana.

De esta forma, Pedroza y Villalobos (2006) señalan como rasgos generales de la posmodernidad, en lo concerniente al conocimiento científico: 1) la razón ilustrada como metáfora y el progreso como fábula, 2) la secularización de la ciencia, y 3) el construccionismo como revelación ¿o la nueva razón científica?. De esta forma, ahora es el conocimiento científico al que se le pone en el centro de la duda al concebírsele como un constructo social más y que, por tanto, no responde a la racionalidad universal defendida en la Modernidad. Asimismo, el progreso o desarrollo social planteado por la Modernidad se pone en entredicho y se le ve más como una fábula, como un cuento contado por la Modernidad y que no es cierto, verdadero en términos de universalidad.

Y este proceso Posmoderno inevitablemente tiene su reflejo claro en el desarrollo de posturas ontológicas-epistemológicas de la ciencia. Respecto de la posibilidad del conocimiento, y de conformidad con lo planteado por Hessen (2013), el Escepticismo niega la posibilidad de contacto entre el Sujeto que busca conocer científicamente y el Objeto de estudio, por lo que el conocimiento en el sentido de una aprehensión real del Objeto es imposible. Dentro de la reflexión escéptica también se encuentran el Subjetivismo y el Relativismo, los cuales niegan la posibilidad de conocimiento entendido como aprehensión del Objeto, sólo que hacen énfasis en aspectos concretos para negar dicha posibilidad: el Subjetivismo enfatiza la participación del Sujeto y su forma de percibir, conocer y juzgar; en tanto que el Relativismo no reconoce ninguna verdad absoluta y universalmente válida debido a que toda verdad es relativa conforme a un tiempo y espacio determinados.

Por su parte, e ilustrando el construccionismo o constructivismo de forma contundente, respecto de la esencia del conocimiento, el Idealismo plantea que no hay cosas reales independientes de la conciencia humana.

Modelos alternativos de comprensión y sobredotación intelectual
Ante el golpe que significó al conocimiento científico en su conjunto la postura del Escepticismo y el Idealismo, pareciera que está en entredicho cualquier avance científico que se busque proclamar o realizar, o siquiera insinuar. Inclusive, posturas teóricas como el Interaccionismo Simbólico planteado por Blumer (s/f) bajo la influencia del planteamiento constructivista, postulan que la propia realidad y los sujetos son construidos a partir de la interacción simbólica entre individuos.

Así, por más atractiva que luzca la propuesta posmoderna de conceptos inacabados que buscan dar razón de una realidad incompleta construida socialmente, es que surge la pregunta de cómo continuar con la consolidación y afinamiento del conocimiento científico. De aceptarse los postulados posmodernos en todas sus implicaciones, entonces también se tendría que aceptar que no existe un conocimiento científico como tal, sino conocimientos que determinados grupos de personas consideran más válidos que otros, pero que a la luz de la posmodernidad no son ni más ni menos válidos subjetivamente hablando.

Ante ello, llevando a sus últimas consecuencias los postulados centrales de la Posmodernidad, nos quedamos sin ciencia y sin posibilidad de continuar abonando en la construcción de una sociedad humana más humana: desarrollando y afinando su razonamiento, el cual nos lleve a mejorar civilizatoriamente nuestra existencia. Asumiendo el reto que el paradigma de la Posmodernidad implica, autores como Hawking y Mlodinow (2010) así como Massé (2008) nos brindan una interpretación distinta que permite salir adelante frente al reto posmoderno.

Realismo Dependiente del Modelo

En términos de Hawking y Mlodinow (2010) un modelo científico para ser considerado como tal debe tener las siguientes características: 1) ser elegante, 2) contener pocos elementos arbitrarios o ajustables, 3) concordar con las observaciones existentes y proporcionar una explicación de dichas observaciones; y 4) realizar predicciones detalladas sobre observaciones futuras que permitirán refutar o falsear el modelo si no son confirmadas.

No obstante que los propios autores reconocen que los puntos 1 y 2 son subjetivos totalmente, dado que dependen de lo que cada científico entienda por “elegancia” y por “pocos elementos”, los restantes aspectos son claves para poder avanzar en la construcción científica: un modelo para ser tal, debe concordar con observaciones empíricas y explicarlas, y debe estar en posibilidad de realizar predicciones.

Con base en esta exposición los autores plantean un modelo que permite continuar con el desarrollo de la ciencia sin caer en el problema planteado por la Posmodernidad: el Realismo Dependiente del Modelo (RDM). Así, el RDM plantea que carece de sentido preguntar si un modelo es real o no; sólo tiene sentido preguntar si concuerda o no con las observaciones. Si hay dos modelos que concuerden con las observaciones no se puede decir que uno sea más real que el otro, sino que se puede utilizar el modelo que nos resulte más conveniente en la situación que se esté considerando (Hawking y Mlodinow, 2010). Otro problema que el RDM resuelve, o al menos evita, es el debate sobre qué significa existencia o si hay una realidad ahí independiente o dependiente de la conciencia humana: no importa si existe o no dicha realidad siempre y cuando la explicación concuerde con las observaciones. Es todo lo que se requiere.

Ante la complejidad que arroja el propio conocimiento científico sobre sí mismo y la realidad, a partir de los hallazgos en áreas de conocimiento como la física cuántica, la astrofísica o la neurociencia, resulta que inclusive desde las ciencias naturales y exactas han surgido planteamientos como el de Hawking y Mlodinow (2010) en el sentido de dejar de lado el debate de la existencia o no de una realidad concreta, sino que dicha existencia es tan compleja de comprender que para poder continuar avanzando en la construcción de la comprensión científica se requieren mecanismos o modelos que dejen de lado por ahora dicha discusión y permitan avanzar.

En este sentido, pierden gran parte de su razón de ser las posturas ontológicas-epistemológicas anteriormente descritas cuando se discutieron los paradigmas o modelos de la Modernidad y la Posmodernidad, dado que se deja de lado la centralidad de la conciencia humana para reflexionar en torno al conocimiento científico, y se logra la propuesta de un modelo que permite, con rigor científico basado en la evidencia, validar la ciencia y continuar con su desarrollo.

Teoría del Caos
Por su parte, Massé (2008) menciona que la Teoría del Caos ayuda a comprender dimensiones de la realidad que se encuentran interconectadas pero que a primera vista parecieran ser incomprensibles. Las características de los sistemas caóticos no provienen del azar, tienen algo que determina su comportamiento en un tiempo y espacio determinados, tienen un sentido del orden y hacen referencia a sistemas no lineales; plantean la combinación de contrarios, como lo probable con lo improbable, del orden y el desorden con un principio creador que, además, proceda de su encuentro (Massé, 2008).

En este sentido, Massé (2008) argumenta que las leyes de organización de los seres vivos no son equilibrio ni desequilibrio, sino dinamismo estabilizado en el que conviven muerte y vida en un todo continuo, conviven el orden inacabado y el desorden controlado, la agitación y el constreñimiento. De esta forma, la propuesta es cambiar la visión de plantear, por ejemplo, el orden y el desorden como opuestos que no pueden convivir, o que uno suprime al otro, cuando ambos se presentan en lo que observamos como realidad al mismo tiempo, y en el caso biológico de los seres humanos inclusive conviven y colaboran permitiéndonos vivir: células nacen y mueren, sinapsis se desorganizan y organizan continuamente producto de la estimulación y la plasticidad cerebrales. Es decir, que es posible mantener opuestos en la unidad. La realidad biológica, por citar un ejemplo, así nos lo evidencia. Es todo lo que se requiere.

En el caso de la sociedad, ésta es producida por las interacciones de los individuos y los individuos por la sociedad. Lo que nombramos como organización o estructuras sociales en realidad no son estáticas sino dinámicas y resultado del equilibrio desequilibrado, del orden y el desorden. La sociedad misma es resultado de un continuo dinamismo estabilizado en el que conviven los equilibrios y desequilibrios, lo acabado y lo inacabado, el proceso y el producto.

Además, la complejidad que conlleva el caos se expresa en el mundo celular: una célula no gamética contiene toda la información genética que permite la creación de un ser humano completo. Es decir, que la parte contiene al todo al tiempo que el todo contiene a la parte, pero no de forma lineal sino compleja y caótica. Así, los individuos somos reflejo complejo de la sociedad al tiempo que la sociedad es reflejo complejo de los individuos, pero no de forma simplista como el análisis reduccionista analítico plantea: desagregar las partes para estudiarlas y después agregarlas en el todo; ni tampoco bajo el reduccionismo holista de solamente ver el todo y a partir de ahí inferir las partes. La propuesta y reto son, en fin, el abordar el estudio de la complejidad social desde modelos con visión compleja y caótica que nos permitan asumir dicha complejidad en la incertidumbre y el dinamismo que caracteriza a la realidad que percibimos.

Sobredotación intelectual y su posible análisis científico
El realismo dependiente del modelo, bajo una visión caótica, se puede aplicar al estudio de distintos fenómenos que percibimos en nuestra realidad. Uno de ellos es el de la sobredotación intelectual de niños, niñas y adolescentes. Dicho fenómeno de estudio ha pasado por los vaivenes del debate de la Modernidad y la Posmodernidad, y finalmente en este trabajo se plantea una propuesta de avance.

A continuación, se discute en torno de la existencia o no del fenómeno de la sobredotación intelectual en la cual se podrán observar las posturas modernas y posmodernas, para finalmente abordar una breve reflexión en torno a cómo se podría plantear el estudio del fenómeno de interés desde un panorama más allá de los paradigmas de la Modernidad y la Posmodernidad.

La sobredotación intelectual, superdotación o giftedness, hace referencia a personas con un rendimiento superior en una amplia gama de aptitudes y capacidades, y que aprenden con facilidad cualquier área o materia (Ministerio de Educación y Cultura de España, 2000), diferenciándose así del grueso de la población. Entre las conductas que caracterizan a niños y niñas con sobredotación y que sirven como un referente claro para comenzar a detectarlos, Winner (1996, citado en Valadez, 2012) señala las siguientes: a) Signos tempranos: como el sentarse, sostenerse y caminar varios meses antes de lo esperado, así como iniciar a hablar a edades tempranas; además de presentar reacciones intensas; b) Estilos de aprendizaje: aprenden con una enseñanza mínima, son curiosos y muestran alta energía, persistencia y concentración cuando están interesados en el asunto; asimismo, tienden a presentar intereses obsesivos en áreas específicas; c) Habilidades escolares: habilidad para leer a los cuatro años, gran memoria para información verbal y matemática, así como razonamiento lógico y abstracto; d) Aspectos sociales: juegan solos dado que los niños de su edad no se interesan en sus temáticas y juegos; prefieren la compañía de personas de mayor edad; e) Aspectos afectivos: tienen interés por temas filosóficos y morales, y presentan un alto sentido del humor. En este último aspecto, Kerger (1994) plantea que los niños sobredotados presentan un sentido moral innato de lo que es correcto y lo que no, siendo en este rubro más sensibles que la población promedio, estableciéndose así una relación compleja entre sus altas capacidades de razonamiento abstracto y su alta sensibilidad moral.

Con el fin de explicar la sobredotación intelectual se han sistematizado distintos modelos que permiten comprenderlo con mayor claridad. Terman (1925) es el autor que popularizó el concepto de Coeficiente Intelectual (CI), y desde la década de 1920 realizó estudios aplicando su modelo. Así, la persona sobredotada es aquella con un elevado CI resultado de la aplicación de exámenes psicométricos orientados a medir las capacidades personales. Por otra parte, Renzulli (1978 y 2011) planteó un modelo orientado en el rendimiento, resaltando tres aspectos dinámicos fundamentales para identificar a una persona sobredotada: 1) Habilidad muy por encima de la media, 2) Creatividad, y 3) Compromiso con la tarea. Por su parte, autores como Sternberg (1985) plantean un modelo más interesado en el proceso que en el resultado, es decir, enfocado en el proceso de elaboración y procesamiento de la información. Y por último existen autores que plantean que la sobredotación puede desarrollarse por medio de un intercambio positivo entre los factores de inteligencia individuales y los sociales. Así, es la sociedad la que determina qué productos son más valorados y por tanto considerados como resultado de características personales especiales (Tannenbaum, 1991; Gagné, 2012; Borland, 1997). Bajo esta última perspectiva, Borland (1997) profundiza planteando que la sobredotación ha sido una construcción social, un invento realizado por nuestro escribir y hablar al respecto, cuyo contenido ha variado históricamente.

Los abordajes teórico-conceptuales relativos a la sobredotación intelectual que se mencionaron parten de la existencia o no del fenómeno de estudio, y a partir de ahí establecen sus formas de comprensión del mismo. También, fue posible observar la incidencia del abordaje constructivista que se desarrolló en la sección de la Posmodernidad y cómo se puede llevar a sus últimas consecuencias por autores como Borland (1997).

Sin embargo, bajo la visión que se plantea en este artículo como alternativa de desarrollo resulta evidente que, independientemente de que el ser humano sea capaz de percibir o significar sucesos, de comprender en su complejidad o no los fenómenos que suceden, éstos suceden de forma compleja y caótica más allá del propio ser humano. Por ejemplo, el comportamiento cuántico de la naturaleza física es independientemente de que el ser humano haya descubierto su existencia o lo haya nombrado-significado recientemente. Si bien la palabra “cuántico” es un constructo humano, el fenómeno acontecía, acontece y acontecerá caóticamente independientemente de la etiqueta-significado con que se le nombre, e inclusive en ausencia de los seres humanos. De esta manera, la principal fortaleza de la teoría desarrollada con base en la Modernidad y la Posmodernidad es también su principal limitante: su visión anclada en el ser humano y su percepción como punto de referencia.

Si lo que se requiere es un acercamiento sobrio a la comprensión del fenómeno de la sobredotación intelectual en niños, niñas y adolescentes, se podrían, por ejemplo, tomar algunas de las aproximaciones teóricas que han abordado la sobredotación y desarrollar la investigación científica pertinente con base en ella, pero conscientes de los alcances y límites de dicho abordaje, sin pretender generalizaciones universales. En tanto el modelo que se elija se corresponda con las observaciones empíricas, y sus hallazgos permitan predicciones, el modelo podrá ser dado como válido para la comprensión de esa esfera del fenómeno, pero no más. Si por el contrario, se busca un acercamiento complejo y caótico a la complejidad del fenómeno, entonces se podría usar la Teoría del Caos y estudiar el fenómeno desde la visión de contrarios unitarios, como la existencia biológica de la sobredotación intelectual en convivencia con constructos sociales de la misma que le dan forma y base de existencia compleja, nutriéndose y determinándose recíprocamente.

CONCLUSIONES
Como se puede observar a la luz de la reflexión realizada, las posturas de la Modernidad y la Posmodernidad lucen un tanto limitadas, desactualizadas, para dar razón de la realidad que percibimos en la actualidad del siglo XXI. Más que tratarse de respuestas lineales se requiere de abordajes complejos para comprender la propia complejidad de la realidad que percibimos. En este sentido, el sistema educativo nacional tiene mucho por andar. Por ejemplo, las posturas ontológicas-epistemológicas comúnmente planteadas no permiten reflexiones complejas que asuman la convivencia de conceptos y/o relaciones caóticas contradictorias: por plantear una, que el Sujeto construye y es construido por el Objeto al mismo tiempo; otra, que la razón y la experiencia humana son origen del conocimiento simultáneamente, sin prevalencia de alguna. Esto último, luce lógico si reflexionamos en que desde el momento del nacimiento los seres humanos somos razón y experiencia al mismo tiempo, y de manera continua se construyen en conjunto de forma compleja y no separadamente, o escalonadamente.

La postura central con la que se concluyen estas reflexiones es que la principal exigencia para el ámbito educativo y científico mexicano es que más que tratar de encontrar respuestas lineales, deberíamos enfocarnos a dilucidar respuestas complejas que permitan la convivencia de contrarios en la construcción de comprensiones equilibradas y también complejas que, al acercarse a reflejar con mayor cercanía lo que efectivamente sucede en los fenómenos que observamos-percibimos, realmente nos ayuden a generar una comprensión en complejidad. Hasta ahora, pareciera que se ha abstraído o resumido demasiado la realidad en la búsqueda de relaciones lineales, causales, cuando la clave para continuar el desarrollo científico sea el pensar en términos sistémicos de complejidad: lo probable-improbable, el orden-desorden; es decir, asumir el reto de una presunción ontológica-epistemológica distinta: la de un mundo que no es ni verdaderamente coherente ni verdaderamente incoherente, ni verdaderamente real ni verdaderamente irreal.

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