Influencia de los profesores en la autonomía de los estudiantes. Año 4. Número 12

Autora: Rosa Elia Martínez Torres.

RESUMEN
La autonomía de los estudiantes de Educación Superior se pone a prueba en aulas con resultados no motivadores, lo que origina el pensamiento de que el docente pudiera ser un factor que provoca la forma de aprendizaje clásica, sin significado. En este artículo se brinda un panorama general de cómo el docente y el alumno responden a actitudes autónomas en el aula, para tener argumentos que propicien ambientes y crear consciencia de los beneficios que ofrece la autonomía.

PALABRAS CLAVE: Autonomía, educación, modelo, educativo, método, pedagógico, actitudes.

INTRODUCCIÓN
Con frecuencia hemos escuchado que la educación se brinda en casa y que la mayoría de las veces se educa mejor con el ejemplo, aunado a esto, se debe considerar que al nacer somos heterónomos (Piaget, 1932) y así crecemos hasta interactuar en distintos espacios que nos dotan de “libertad”; esos momentos y espacios nos llevan de la heteronimia a la autonomía.

Como docente del Sistema de Tecnológicos he cuestionado en el aula qué es, cómo viven la autonomía, si se consideran autónomos, preguntas a las cuales con tristeza regreso sin una respuesta satisfactoria. Los jóvenes no están involucrados con el pensamiento que pudiésemos identificar como autónomo, no logran unificar en su mente los elementos que se visualizan como partícipes del concepto, por lo tanto no tienen claro el significado, no saben qué es ser autónomo. Lo peligroso en ello, no es que no sepan el significado, sino que no tienen la experiencia de serlo, así que no lo comprenden y en esas condiciones, difícilmente lo serán.

Tratar de analizar los aspectos que interviene en este fenómeno puede resultar abrumador, puesto que se requeriría profundizar en muchos aspectos como: los actores (maestros y alumnos), modelos educativos, métodos pedagógicos, aspectos culturales, nacionales y locales; ámbito familiar y social, por mencionar sólo algunos. Por esta razón el presente artículo sólo abordará algunos efectos en la autonomía estudiantil a partir de posibles causas originadas por modelos de educación, métodos pedagógicos empleados y se hará énfasis en la actitud de maestros y alumnos.

DESARROLLO
El modelo educativo actual es por competencias (Seseña, 2013), en el cual la actividad se convierte para los estudiantes, en el eje de su aprendizaje, se ven sometidos a prácticas y ejercicio continuo; requieren talleres y equipo con tecnología avanzada para ser competitivos en el ámbito laboral.

Sin embargo, la realidad es que muchos institutos no cuentan con esta tecnología (Kaztman, 2010), cuando cuentan con algún equipo este suele ser obsoleto y si los talleres existen, son inadecuados; bien podría ser esta una razón para considerar la falta de innovación educativa, ya que los profesores están limitados en sus aulas, aún con los conocimientos, no cuentan con herramientas necesarias para que su método pedagógico se alinee con los fundamentos del modelo.

El modelo exige al profesorado técnicas de enseñanza significativa (Sesena, 2013) y enfocar parte de su esfuerzo en programas de actualización docente, pero no considera que al poner en marcha el modelo, adecuarse a los requerimientos escritos, buscar evidencia generada del conocimiento, incluso convencerse del modelo en sí, ha sido ya desgastante para el pensamiento conductista, además, tener que implementarlo en aula se convierte en un objetivo a marchas forzadas, puesto que de la actualización recibida a este punto, ya hay poco tiempo según los programas curriculares que maneja el mismo modelo educativo.

Este trabajo de seguir lineamientos establecidos por el modelo suele presentar un complejo obstáculo para el docente en su práctica pedagógica, ya que entre el tiempo de preparación y ejecución la autonomía se descuida por no afirmar que se olvida, tanto, que maestros y alumnos durante este proceso llegan a un estatus de confort en el cual se preparan sólo para dar y tomar lecciones respectivamente.

Ante la incongruencia de pensamiento y ejecución de los modelos educativos, el docente no proyecta autonomía, se pierde en la concentración por ser disciplinado en el cumplimiento de sus indicadores de evaluación; está limitado en la práctica y limita al estudiante. Tanto el modelo como la pedagogía se ven seriamente afectadas: no cumplen con el eje de enseñanza y aprendizaje significativo que los métodos constructivistas manejan y los modelos educativos presumen y defienden.

Vocación del docente y reacción del estudiante.

Pudiera creerse que el modelo educativo y la práctica pedagógica son los responsables de la dependencia creada por los alumnos, sin embargo, se expondrán aspectos que recaen en la actitud de ambos actores; iniciaremos recordando la indispensable presencia del maestro, puede ser la diferencia, aunque pudiera discutirse la forma de trabajar. A esto lo llamamos vocación docente (Martínez, 2010), partiendo del hecho de que las plantillas de docentes de educación superior no son normalistas, con el perfil y recursos didácticos escolarizados.

Pueden los docentes, por este hecho, presentar cierta dependencia de la enseñanza clásica, aunque no puede ser ésta una justificación para no ser autónomo y por ende avalar o estimular la autonomía de los estudiantes y entonces, dejar de pertenecer sólo a la experiencia heterónoma. El docente debería tener la audacia para gestar el concepto autonomía en la mente de los jóvenes, motivar la idea de que toda persona es capaz, bajo convicción, de tomar responsabilidades y cumplirlas sin necesidad de premios o castigos, sino de efectos buenos o malos, que estén convencidos de las consecuencias: que haya mentalidad de tomar riesgos moderados para adquirir la experiencia de ser autónomo.

Si de hacer la diferencia se trata, con los alumnos es importante no dar sólo clases, sino enseñar a apreciar momentos referentes a la integridad de las personas, como conocer y comportarse de forma ética en sus proyectos (Martínez, 2010), experimentar situaciones que forjen el sentido de tomar decisiones en el momento oportuno y no esperar a que las tomen por ellos, participar voluntariamente en proyectos que estimulen la autoestima, incrementar la productividad institucional o mejorar la imagen; intervenir en los diferentes eventos o crearlos y organizarlos.

Entenderlo resulta sencillo, la puesta en marcha es complicada, ya que se requiere de intención para convencer, pero es el valor agregado y probablemente la verdadera misión en la formación integral del alumno. Sin duda, todo modelo de educación es bueno, la actitud de quienes lo aplican es clave, la entrega en el aula a las personas que están en proceso de aprendizaje debiera ser natural en principio, aprender a aprender además de aprender a enseñar, trabajo conjunto y trabajo asesorado, entrega moderada a las personas aprendices.

El pensamiento del estudiante apenas visualiza su entorno y el próximo a conocer: el entorno laboral; por lo tanto la interpretación será una parte fundamental del profesor, complementar o extender lo ya pensado y revisado por el estudiante será su trabajo técnico principal, el resto será proveer el ambiente autónomo, brindar espacio para la creatividad, planeación, ejecución, revisión e incluso retroalimentación a los jóvenes.

Simultáneamente al estudiante le corresponde comprender, desarrollarse en el ambiente autónomo y decidir qué será en un futuro inmediato; aquel que no aprenda desde esta etapa de preparación profesional siempre dudará; parece que esta sentencia es lo que se convierte en la pauta en varias universidades, llevándonos al cuestionamiento siguiente: ¿qué es aquello que se les inculca en algunas instituciones, que la mentalidad del estudiante está enfocada a ser profesionistas triunfadores y autónomos? o ¿qué estamos obviando en otras instituciones que formamos en los alumnos una mentalidad que se encuentra limitada y creamos profesionistas dependientes del sistema y de su entorno?

Cuando se logra la autonomía en el paso por la formación universitaria, por convicción y/o por modelo a seguir -profesores autónomos-, se está mejor preparado para gran parte de la vida (Martínez, 2001). El estudiante que tiene claro qué es lo que desea ser en la vida, sabe que cada lección o clase es importante, y que sólo eso lo proveerá de herramientas que lo llevarán hacia la experiencia de autonomía a pesar de no tener los medios; esto será porque está convencido, ya sea por comparación de otros estudiantes, de otras instituciones, sea por el logro de proyectos, concursos, participaciones productivas en congresos, trabajos pre-profesionales: prácticas o residencias; deportivos, incluso en lo económico, o logros de cualquier índole: sabe que debe prepararse.

“Freire, al respecto del estudiante autónomo propone que es noble y admirable porque estudia y aprende como parte de su práctica de la libertad” (Gadotti, 2008); son muchas las satisfacciones que con los jóvenes se logran en el aula, en la institución y en el campo laboral, sin embargo, no es la mayoría, no es la generalidad de la población egresada; el propio alumno lo comprende tarde, cuando no hay aquella estabilidad anhelada, cuando se observa muy distante de aprender o ejercer aquello en lo que se sentía bueno, preparado y su conclusión simplemente es que no ha alcanzado sus metas a corto y mediano plazo, y las de largo plazo se han ya desvanecido.

Al encontrarse en esta situación de no éxito profesional y hasta personal, el ahora profesionista cae en la cuenta de que si “alguien” los hubiera convencido, a cada materia, a cada proyecto, a cada visita realizada, le hubiera impreso un mayor esfuerzo, y cuestionaría hasta que se le convenciera; pero el profesor no hizo referencia a ello, no fue un buen modelo de autonomía, sólo se limitó a dar su clase también por obligación, no por entrega y convicción.

Sucede otro fenómeno ligado íntimamente al tema del profesor y estudiante autónomos, por supuesto que hay maestros con gran entrega, vocación y agilidad para adaptarse al cambiante y presto mundo educativo, con actitud de renovación que pretenden brindar aquella exigida, anhelada libertad, y precisamente en esta parte se observa casi por obligación, que una vez otorgada, los estudiantes no la experimentan, no la quieren, podría interpretarse incluso como que tienen temor de vivirla (Soler, 2011), inician casi de inmediato a cuestionar: “y si…, entonces…”, “díganos cómo”, “no nos explicó”, “¿así quiere que diga?”, entonces, se pierde todo indicio de autonomía.

Pareciera que piden disciplina férrea, si no es así, se les observa a disgusto, dan la impresión de “perderse en la tolerancia”, necesitan controles de evaluación (que requiere el modelo educativo y los estudiantes conocen, por lo tanto los exigen), cuestionamientos como en qué porcentaje beneficiará la asistencia, puntualidad, cumplimiento de tareas, trabajos, participaciones, cómo se tomará en cuenta la evaluación y, ¿no son acaso los aspectos por los cuáles deberían estar autoevaluando su desempeño cada uno de ellos y en grupo si así lo requiere el tema?, ¿no son ellos mismos quienes debieran asistir, ser puntuales, cumplir con tareas y proyectos y demás actividades en tiempo y forma, sin esperar nada a cambio que no sea crecimiento formativo?, ¿por qué castigar o premiar cuando se supone son actitudes propias de la responsabilidad y compromiso adquiridos por voluntad?

Los estudiantes no conocen la teoría del Constructivismo Restrictivo (Trilla, 2007), sin embargo la aplican perfectamente, hay reminiscencia de que sujetan al modelo de no libertad. Se les brinda autonomía y no saben qué hacer y entonces, hasta presentan actitudes pose: “buscan aprobar los cursos a como dé lugar, con trampas, copias, alegando, regateando por los puntos, descalificando al profesor exigente. Los que molestan, se distraen, faltan o no hacen sus tareas. Pero cuando se les llama la atención, se hacen las víctimas, inventan mil excusas, se quejan a Derechos Humanos o piden la renuncia al docente”.

Ahora bien, no se pretende resaltar todos los aspectos negativos de ambos actores, pero sí es importante recalcar que es la actitud la que provee de benevolencia o de malignidad al fenómeno de ser una persona autónoma, con todas las implicaciones que conlleva el serlo o no.

Fenómenos relacionados

No parece apropiado escribir este tema sin considerar otros fenómenos en torno a su ejecución, como lo es el papel que desempeñan las personas, sea profesor o estudiante, que no necesariamente ven bien o aceptan la orientación o ejecución de la autonomía, con esto se pretende mostrar que cuando hay un modelo de aprendizaje acostumbrado, “tradicional” (Pérez, 2008), se suele tomar por sorpresa al opuesto y sentirse atacado en cierta forma; podría ser más común en temas de educación, pensar, incluso reconocer en privado, que hay conocimiento por la otra parte y es probable que sea equitativo o hasta mayor al propio (maestro-alumno o viceversa); una persona autónoma por lo general crea enemigos, pudiendo con ello llegar a extremos tales como Mobbing reconocido en el ámbito estudiantil como Bullying (Corey, 2014).

También podemos relacionar la autonomía como parte vital del liderazgo (Abreo, 2015) si partimos del supuesto de que todos los líderes tienen experiencia de vida autónoma y probablemente la mayoría cumpla esta teoría; sin embargo, existen también perfiles de personas autónomas diferentes como lo son los investigadores, los científicos y muchos otros, personas sumamente hábiles y con una capacidad intelectual sorprendente, quienes no necesariamente necesitan libertad, encuentran en el hermetismo un campo libre, autónomo, para exponer sus proyectos de ciencia o personales; en este contexto, no son líderes, pero son autónomos y esto es por convicción.

Se requiere reconocer los enfoques ejercidos por los profesores: represivos, que ignoran o no valoran; aquellos que escuchan, dejan ser. Desde estos puntos diferentes de ejecución de la enseñanza, ¿qué sucede con la autonomía?, ¿limita al estudiante autónomo las dos primeras posturas o es capaz de sobresalir ante esos panoramas? Por otro lado, ¿aprovecha el estudiante el ambiente de libertad otorgado por el maestro, o pide volver al sistema clásico? Este fenómeno de reconocimiento de ejecución de autoridad puede brindar a aquel que recibe la enseñanza, conversión de pensamiento a favor de la autonomía.

Necesitamos profesores autónomos, con conciencia de modelos restrictivos como parte de un sistema, pero actuales, con actitud de innovación, con preparación pedagógica, tecnológica y por supuesto técnica, con firmeza ante la probable no aceptación, tanto de los alumnos como de directivos, con tolerancia parecida a la de un tutor. Aceptando el compromiso de proveer al estudiante un entorno en el cual se convierta en un buscador de objetivos reales y no sólo un buscador de trayectoria.

Si los sistemas están estructurados de manera tal que paulatinamente van llegando a la meta, materia por materia, hasta la titulación, y teniendo presente el hecho de que al egresar del bachillerato su educación fue basada en la relación profesor-alumno, se debe procurar que al ingresar al mundo pre-profesional tengan sus primeras relaciones asesor-alumno, como resultado de un trabajo constante del profesor, a pesar de no poder afirmar que en las universidades sea pleno el sistema moderno de escolaridad: el sistema de profesores y estudiantes autónomos.

La autonomía en la educación universitaria es un tema complejo y noble, ya que los estudiantes en esta etapa están abiertos a ser convencidos, y pudiera ser que en todas las edades el que está convencido se reafirma o se hace autónomo, y el que no, sigue siendo dependiente (Martínez, 2001). El fenómeno del convencimiento en este tema se aprende por medio de la educación: en casa absorbe el sentido, a ejemplo de sus padres, su familia; en su entorno social, en el cual se desenvuelve con “libertad” al seleccionar amistades, hábitos; su entorno educativo, en el cual aparentemente se sujeta a normas parecidas a las de casa y al ir creciendo es capaz de reconocer la diferencia entre métodos, estilos y vocación de sus profesores.

También el convencimiento puede llegar por comparación de efectos y de resultados, donde se observa el éxito y el fracaso. Hay quien desarrolla su instinto natural y otros que no están bien ubicados y requieren dirección para salir adelante y ser auténticos. Otros definitivamente muestran actitudes dependientes, y es lo que hay que estudiar para evitar que lo sean siempre; así se “entrena” al estudiante en la experiencia de la autonomía, si lo aprende lo aplica en su vida futura. Parte del punto que casi todos los problemas son mentales y la solución es actitud.

CONCLUSIONES
Una persona autónoma presentará características positivas, se desprende la satisfacción, éxito y otros buenos adjetivos, sabe hacer las cosas, ha visto y sentido los efectos de ser autónomo; por otro lado, de una persona dependiente se desprende el perdedor, el malhumorado y otros adjetivos negativos. Quien entiende, está preparado, quien no, batalla y es dependiente de quien sí sabe manejar las cosas y decidir.

Son demasiados los factores que intervienen en la adquisición de la autonomía estudiantil, y necesario un profundo estudio de cada uno de ellos. Sin embargo, es interesante cómo se puede analizar desde el punto de vista de quienes imparten el conocimiento, iniciando este análisis con el reconocimiento de la vocación y los estilos propios, para después continuar la observación de los métodos pedagógicos impuestos y los modelos educativos a los cuales se pertenece.

Fundamental es la propuesta y a su vez la respuesta ante la apatía de estilos, modelos, directivos, sistemas, incluso alumnos. Es importante, entonces, considerar “la actitud de los profesores, ya que ésta sí influye en la autonomía de los estudiantes”.

BIBLIOGRAFÍA
Abreo, J. (2015). El liderazgo educativo en escenarios de autonomía administrativa: un estudio de caso. Puerto Rico: Universidad de Puerto Rico.

Gadotti, M. (2008). Paulo Freire. Contribuciones para la pedagogía. Argentina: CLACSO.

Hinduja, S. y Patchin, J. (2014). Bullying beyond the schoolyard: Preventing and responding to cyberbullying. USA: Corwin Press.

Kaztman, R. (2010). Impacto social de la incorporación de las nuevas tecnologías de información y comunicación en el sistema educativo. CEPAL

Martínez, F. (2010). Vocación docente versus profesión docente en organizaciones educativas. Revista electrónica interuniversitaria de formación del profesorado, 13(4):43-52.

Martínez, R. (2001). La verdadera energía de las empresas. Geomimet, 231.

Pérez, A. (2008). ¿Competencias o pensamiento práctico?: la construcción de los significados de representación y de acción. Educar por competencias, ¿qué hay de nuevo? España.

Rodríguez, E. (2014). Estrategias en el aula de clase promotoras de la autonomía. Actualidades pedagógicas. Colombia: La Salle.

Seseña, J. (2013). Educación basada en competencias (EBC) en el sistema de Educación Superior Tecnológica: avances y lagunas. SEP: México.

Soler, A. (2011). La condición humana. España: Marge Books.

Trilla, J. (2007). El legado Pedagógico del Siglo XX para la escuela del Siglo XXI. España: Graó.

Influencia de los profesores en la autonomía de los estudiantes. Año 4. Número 12