Evaluación Phantom. Año 5. Número 14

Autor: Roberto Javier Ventura Cabrera.

RESUMEN

En el siguiente texto se presenta el alcance de la evaluación con corte funcionalista por competencias que realizan los docentes a sus alumnos en el estado de Chiapas. Se valora el trabajo real de los profesores en su desarrollo, así como la fiabilidad y la objetividad que tiene al ser un proceso de toma de decisiones que conlleva una valoración numérica.

 PALABRAS CLAVE: Evaluación, confiabilidad, Phantom, validez.

INTRODUCCIÓN

En el presente trabajo se muestra el proceso de evaluación de los aprendizajes que realiza el docente chiapaneco para justificar las competencias que han desarrollado sus alumnos, también se plantean sus alcances y limitaciones durante el proceso mismo.

Se parte de reflexionar: ¿la evaluación se lleva a cabo de forma sistemática? o ¿es una simulación en el aparato metodológico del docente? Para responder estas interrogantes se contextualizará a la escuela chiapaneca, se conceptualizará a la evaluación para contrastarla con el uso real que el docente hace de ella y finalmente se propone la evaluación Phantom como una evaluación irreal en el aula.

Las escuelas chiapanecas

Desde el punto de vista geográfico el estado de Chiapas, en México, se compone de diversas localidades que poseen ambientes y condiciones diversas (ver figura 1).

Figura 1. Fuente: www.ceieg.chiapas.gob.mx/home/wp-content/uploads/downloads/productosdgei/CIGECH/CIGECH_GEOG_Y_MEDIO_AMB.pdf

Estas condiciones no impactan de manera directa al tema de la evaluación, pero sí condicionan el contexto sociocultural donde se desarrolla la misma. De ahí la importancia de una fisiografía del estado que permita entender las condiciones de las escuelas de la región. Esto implica a su vez asimilar la diversidad tanto en la población estudiantil como en la localización que cada escuela.

Como puede observarse en la figura 1, la diversidad territorial compone al sistema educativo chiapaneco, que es uno de los más necesitados a nivel nacional por su inaccesibilidad y condiciones extremas.

Ahora bien, los docentes según la región donde se localicen tendrán grupos de alumnos de distinto nivel económico y social, con alumnos que caminan una o dos horas para llegar a su escuela, exhaustos, hambrientos por el desgaste energético, ya que no hay escuelas en su comunidad y deben viajar a otra para poder estudiar. Y las escuelas tampoco cuentan con las mejores condiciones para apoyar el quehacer docente.

Estas son algunas de las condiciones reales en que trabaja el docente chiapaneco, que tiene que brindar un servicio y evaluarlo.

 

DESARROLLO

Evaluación de los aprendizajes

Definir la evaluación de los aprendizajes no es tarea sencilla, existen diferentes autores que han hablado sobre ello. Para De la Garza Vizcaya (2004) es “(…) aquella que conduce un juicio sobre el valor de algo y que se expresa mediante la opinión [de] que ese algo es significativo”.

Así, emitir un juicio de valor y expresarlo mediante un dato o digito simplifica la acción del docente para evaluar, y aunque parezca fácil realizar este juicio no es así, se oculta lo que el docente realiza. A diferencia de De la Garza Vizcaya (2004), la Secretaría de Educación Pública (SEP) propone el sentido de la evaluación como algo complejo:

Permite obtener evidencias, abordar juicios y brindar retroalimentación que muestre los logros de aprendizaje de los alumnos a lo largo de su formación; por tanto, es parte constitutiva del proceso de enseñanza y aprendizaje. Desde este enfoque se sugiere obtener evidencias y brindar retroalimentación a los alumnos a lo largo de su formación, ya que la que reciban sobre su aprendizaje, les permitirá participar en el mejoramiento de su desempeño y ampliar sus posibilidades de aprender (SEP, 2011).

Para la SEP, la evaluación va más allá que emitir un juicio de valor. Menciona la retroalimentación al ser parte medular del aprendizaje del alumno. Cuando la evaluación permite el crecimiento intelectual del alumno se rescata su carácter metacognitivo y cobra sentido evaluar.

Finalmente, Pimienta Prieto (2008) en una concepción más completa afirma que: “Si pudiéramos dar una sencilla definición de evaluación de los aprendizajes, diríamos que es el enjuiciamiento sistemático del mérito o valor de los aprendizajes de los estudiantes. De esta manera, evaluar es emitir un juicio de valor, pero basado en un proceso sistemático que incluye la planeación, ejecución y evaluación de la misma evaluación”.

Ya que la evaluación debe incluir la planeación, ejecución y evaluación de la misma, los docentes deben realizarlas. Planean las clases, pero no así las evaluaciones, realizan las evaluaciones con lo que creen haber enseñado y si bien es cierto que las ejecutan, no evalúan las evaluaciones, aunque esto es fundamental.

Se enjuician los malos resultados de los alumnos cuando tal vez las herramientas y la metodología utilizadas no fueron las adecuadas, pero no hay forma de saberlo ya que nunca se valoran. Así, Pimienta Prieto (2008) enfatiza que: “en ese momento no cabe la improvisación; resulta primordial dedicarse a planear estos instantes, puesto que de ello dependerá, en muchos sentidos, la mejora de la educación en nuestro país”.

Se ha perdido el verdadero sentido de evaluar pues a pesar de que estamos empecinados en enseñar por competencias no sabemos evaluar de la misma manera. Eclécticamente los alumnos aprenden de una forma y son evaluados de otra.

Evaluación Phantom (fantasma)

Enjuiciar un mérito requiere muchas acciones que el profesor debe hacer para lograrlo. Es en esta acción donde los docentes presentan problemas, ya que la subjetividad entra en juego.

En México, desde hace más de una década se enseña por competencias, lo que implicó adaptar contenidos a las nuevas especificaciones del plan de estudios, entraron en conflicto dos posturas pedagógicas (constructivistas con enfoque de aprendizaje por descubrimiento en contra de las conductistas). Primero se consideró que la evaluación resultaba compleja considerando que sólo se evaluaban aprendizajes esperados (con las competencias observar cobraba sentido y los docentes debían asegurarse que los alumnos desarrollaran competencias y no simples aprendizajes). Al pasar el tiempo el revuelo de estas competencias terminó y los docentes regresaron a sus métodos tradicionales.

Al trabajar desde el enfoque por competencias nunca se aprendió cómo evaluarlas, actualmente muchos docentes aún no saben hacerlo. Esto ha provocado interrogantes sobre lo que se evalúa. Pimienta Prieto (2008) sugiere 4 preguntas centrales que pueden ayudar a un docente a mejorar su evaluación:

¿Qué evaluar? Debemos evaluar los aprendizajes propuestos en los programas, expresados en las competencias y claramente especificados en las manifestaciones de las mismas. ¿Para qué evaluar? para contribuir a que los estudiantes mejoren. Para tomar las medidas que dependan de mi práctica docente y para contribuir a que los procesos de aprendizaje de mis alumnos mejoren significativamente. ¿Quién evalúa? no sólo los maestros evaluamos; también podemos permitir que los estudiantes emitan juicios acerca de nosotros como enseñantes. ¿Cómo evaluar? Para evaluar hay que planear la evaluación, puesto que es un acto intencional y anticipado. En estos asuntos no cabe la improvisación. Las técnicas más utilizadas son: la observación, la encuesta, los exámenes y, más recientemente, los portafolios (Pimienta Prieto, 2008).

Si bien es cierto que estas preguntas podrán orientar la evaluación que realiza el docente, poco puede hacerse si no se contextualiza a las actividades cotidianas del profesor. Por tanto, ¿la evaluación es un proceso que se lleva al pie de la letra? o ¿una simulación en el aparato metodológico del docente?

No existe un manual para evaluar, cada docente hace lo que puede con lo que tiene. Este trabajo considera que la evaluación que actualmente se realiza es phantom, por ficticia, ya que los docentes no se fundamentan teóricamente para realizarla, aprenden en el proceso empíricamente una falsa evaluación y la realizan, o sobreexplotan una sola herramienta durante todo el ciclo escolar, lo que no permite conocer realmente el avance del alumno. Es irreal o inexistente pues simula resultados al carecer de confiabilidad y validez.

Para que un docente pueda llevar a cabo una evaluación verdadera, debe ser confiable y válida, debe conocer métodos y herramientas para llevarla a cabo y aplicarla, debe comprometerse en la búsqueda de la verdad sin importar la cantidad de trabajo que esto conlleve (ver figura 2).

Figura 2. Tomado de Pimienta Prieto (2008).

 

Como puede observarse en la figura 2, existen diferentes métodos y recursos que el docente debe conocer para dar confiabilidad a su evaluación y dotarla de validez, pues además de poseer sustento teórico son aceptadas por un conjunto de estudiosos en el campo.

La evaluación Phantom es la carencia de sentido de la evaluación docente, es ese fantasma que persigue a los docentes tras notar los malos resultados obtenidos al finalizar un bimestre o ciclo escolar y desconocer el motivo. Cabe aclarar que los malos resultados conllevan un sinnúmero de considerandos (capacidad del alumno, del maestro, del padre de familia, el contexto). Toda la culpa no puede ser de una mala evaluación, pero es importante considerarla. Al dotar al docente de más herramientas podrá saber en qué falló, qué parte del proceso está afectada y replantearla para su mejora.

Los docentes continúan limitando la evaluación a la medición de la cantidad de aprendizajes esperados que los alumnos han memorizado. Se siguen utilizando las pruebas estandarizadas (figura 3) que limitan a medir la memoria de los alumnos y no permiten conocer el nivel de desarrollo de sus competencias, pues es evidente que estas pruebas se limitan a problemas de comprensión y no cuentan con elementos para evaluar que el alumno está creando su propio conocimiento.

 

Figura 3. Ejemplo de examen aplicado a alumnos de escuela Telesecundaria en la asignatura de español.

Como puede observarse, las preguntas refieren niveles de comprensión. No se plantean situaciones didácticas más complejas como la creación. Por el contrario, el campo de acción de la evaluación se cierra a un examen de opción múltiple de conceptos que si bien no define la totalidad de la calificación final, es considerado en altos porcentajes de la misma. Con ello, el abanico de competencias que un alumno logró desarrollar o perfeccionar no es visible. Con esto no se pretende excluir a la herramienta como tal sino destacar que para elaborar una herramienta hay que conocer sus alcances, limitaciones y replantearla.

Un ejemplo de elaboración de una prueba estandarizada usando el esquema de reactivos se puede observar en la figura 4

Figura 4. Tomado de Pimienta Prieto (2008).

 

En la figura 4 se indica un número de reactivos de acuerdo al nivel de asimilación de las actividades cognoscitivas que se trabajaron en el aula. En la tabla se observa como al planear la distribución de los reactivos de acuerdo a diferentes niveles obtenemos una prueba completa que puede darnos más pistas de lo que en realidad desarrollaron los alumnos. A diferencia de la figura 3 donde la prueba pareciera ser improvisada, a menos que el docente sólo quisiera evaluar comprensión, la figura 4 muestra un instrumento que sí empataría con el enfoque por competencias, así, una herramienta planeada dará más pistas que una no planeada.

Pero, ¿cómo evaluar una competencia?, dado que según Tobón son:

Procesos complejos de desempeño con idoneidad en determinados contextos, integrando diferentes saberes (saber ser, saber hacer, saber conocer y saber convivir), para realizar actividades y/o resolver problemas con sentido de reto, motivación, flexibilidad, creatividad, comprensión y emprendimiento, dentro de una perspectiva de procesamiento metacognitivo, mejoramiento continuo y compromiso ético, con la meta de contribuir al desarrollo personal, la construcción y afianzamiento del tejido social, la búsqueda continua del desarrollo económico-empresarial sostenible, y el cuidado y protección del ambiente y de las especies vivas (Tobón, 2008).

Para evaluar una competencia, entonces, se requiere de compromisos con el quehacer docente. Comprometerse a utilizar más de un método para evaluar a los alumnos, utilizar más de una herramienta para tal fin, porque las competencias son amplias y para abarcarlas se necesitan diferentes perspectivas.

Es necesario aclarar que realizar estas evaluaciones con grupos de alumnos numerosos es prácticamente imposible pues al requerir de tiempo particularizado para observar a cada alumno, en grupos de más de 15 alumnos esta tarea es muy complicada.

 

CONCLUSIONES

La realidad del maestro chiapaneco es indignante, al tener escuelas focalizadas los grupos tienden a ser numerosos y diversos, dificultando la evaluación de los mismos. Las autoridades educativas correspondientes o los docentes en su carácter de investigadores deben buscar formas efectivas de evaluar de acuerdo a las cualidades de los grupos en el estado y compartirlas. No se puede reducir la carga estudiantil pero sí buscar maneras óptimas para evaluar sin que esto conlleve cargas excesivas y laboriosas de trabajo para el docente.

Evaluar igual que educar no es una tarea fácil, requiere dedicación y esfuerzo para dotarla de validez y confiabilidad: dos de las cosas de que hasta ahora carecen las evaluaciones realizadas en Chiapas.

En este trabajo no se pretende dar solución al proceso de evaluación, pero sí se ha retratado la realidad del docente chipaneco en su compleja labor de evaluar, esperando que más de un docente entienda la importancia de la evaluación en el proceso de enseñanza y se anime a proponer formas de aplicar los instrumentos que maximicen los resultados y los doten de la validez y confiabilidad que hoy les falta.

 

BIBLIOGRAFÍA

De la Garza Vizcaya, E. L. (2004). La evaluación educativa. Revista Mexicana de Investigación Educativa, 9(23):807-816.

Levy-Leboyer, C. (1997). Gestión de las competencias. Barcelona: Gestión 2000.

Morin, E. (2002). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Buenos Aires: Nueva Visión.

SEP. (2011). Plan de estudios 2011, Educación Básica. Mexico: SEP.

Tobón, S. (2001). Aprender a emprender. Un enfoque curricular. Medellín: Funorie.

Tobón, S. (2002). Modelo pedagógico basado en competencias. Medellín: Corporación Lasallista.

Tobón, S. (2005). Formación basada en competencias. Pensamiento complejo, diseño curricular y didáctica. Bogotá: ECOE Ediciones.

Tobón, S., García-Fraile, J. A. et al. (2006). Competencias, calidad y educación superior. Bogotá: Magisterio.

Tobón, S. (2008). La formación basada en competencias en la educación superior, el enfoque complejo. México: Universidad Autónoma de Guadalajara.

Pimienta Prieto, J. H. (2008). Evaluación de los aprendizajes. México: Pearson.

Evaluación Phantom. Año 5. Número 14